SIGÜENZA ( Guadalajara)

 



SIGÜENZA

Sigüenza es una localidad de la provincia de Guadalajara dentro de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, siendo cabeza del partido judicial homónimo y la mayor localidad de la comarca de la Serranía. El término, que incluye, además de la capital municipal, a 28 pedanías, cuenta con una población total de poco mas de 4708 habitantes y tiene el título de ciudad.
La ciudad está situada a una altitud de 1004 m sobre el nivel del mar​ al norte de la provincia española de Guadalajara, en el centro de la península ibérica. Se encuentra cercana a la zona de entronque de los sistemas montañosos Central e Ibérico, en la comarca natural del Alto Henares. El río Henares, perteneciente a la cuenca hidrográfica del Tajo, constituye una importante vía natural de la península ibérica, pues mediante su contacto con la subcuenca del río Jalón establece una comunicación fácil con la cuenca hidrográfica del Ebro, mientras que la separación divisoria con el alto Duero tampoco comporta un gran desnivel.
Sigüenza es una ciudad situada estratégicamente para controlar el paso del alto Henares y los valles de los ríos Dulce y Salado. Esta es la razón por la que estuvo poblada ya desde el Paleolítico y Neolítico.
Visitar Sigüenza es visitar la historia en cada uno de los pliegues del tiempo. Tras los vestigios de antiguos pobladores: celtíberos, romanos, visigodos y árabes; se impone una Sigüenza medieval que secuestra la mirada ya en la primera vista general.


Sigüenza es uno de los municipios que enamoran a primera vista. Sus piedras están impregnadas de historia, de arte, de tradiciones. Rodeada de espacios naturales protegidos, cuenta con 28 pedanías que complementan su patrimonio cultural. Visitar Sigüenza y sus pedanías es disfrutar de lugares mágicos y saludables, en los que el tiempo pasa muy despacio. A la llegada a Sigüenza el viajero no podrá olvidar la impactante imagen de la ciudad, coronada por su impresionante castillo, y en la que destaca también su imponente catedral, ubicada a media altura del cerro en el que se asienta la población.
Sigüenza es uno de los principales destinos turísticos de Castilla La Mancha. Esta declarada Conjunto Histórico Artístico en 1965 y desde entonces es conocida por el nombre geoturístico de “La ciudad del Doncel”, en memoria de su personaje más emblemático, Martín Vázquez de Arce, cuya estatua funeraria es la joya de su catedral.
Visitar la ciudad de Sigüenza es vivir su historia a lo largo del tiempo. Recordando en primer lugar su pasado celtibérico, romano, visigodo y musulmán; y disfrutando a continuación de su centro histórico medieval que nos cautiva a primera vista, con su castillo en lo más alto del cerro de su asiento, sus calles estrechas, la Casa del Doncel; y las dos iglesias de San Vicente y Santiago. De esta época quedan restos de los lienzos, torreones y puertas de dos murallas.
En la Plaza Mayor renacentista nos encontramos con la majestuosa fachada meridional de la Catedral, que alberga en su interior obras de varios estilos artísticos. Recorriendo Sigüenza nos sorprenderemos al descubrir un Ensanche renacentista amurallado, una calle monumental barroca, y un barrio ilustrado cuajados de edificios de diversos estilos. Todo ello se complementa con el pulmón verde de la Alameda neoclásica, lugar de tertulias, reuniones y fiestas.


Sigüenza está situada en la provincia de Guadalajara, en el alto valle del río Henares conocido como el «valle de Sigüenza». Estratégicamente emplazada sobre el valle cumplió una gran función defensiva durante la Edad Media. Sin embargo, se cree que su primitivo emplazamiento estuvo en la otra orilla del río, sobre el cerro del Mirón, donde se han encontrado restos de asentamientos humanos de la Edad del Hierro. Fue señorío episcopal desde el siglo XII hasta el siglo XVIII.​ Dentro del término municipal se encuentra el castro de Castilviejo de Guijosa, entre las pedanías de Guijosa y Cubillas del Pinar.
Plinio el Viejo menciona en su Naturalis Historia a la ciudad de Segontia como una importante ciudad celtíbera, habitada por los arévacos;​ fue tomada por los romanos a raíz de la caída de la ciudad celtíbera de Numancia en el 133 a. C.​ Aparece relacionada en el Itinerario Antonino A-25.
Situada en el cerro de Villavieja, hacia el siglo V a. C. era una de las más importantes de la Celtiberia. La penetración cartaginesa del siglo III a. C. (previa a la Segunda guerra púnica) llevó a Aníbal y luego a Asdrúbal a asediarla. En las guerras celtíberas (153-133 a. C.) se produjo la sumisión a la República romana. La ocupación romana estableció una zona militar que se separó de la zona residencial.
En época romana la ciudad mantuvo cierta importancia por estar situada sobre la calzada del Henares que formaba parte de la vía que comunicaba Mérida (Emerita Augusta) con Zaragoza (Caesar Augusta). La explotación de yacimientos de asfalto en las proximidades de Sigüenza durante el periodo andalusí ya fue señalada por el geógrafo al-Udri.


En tiempos de los visigodos su crecimiento continuó alrededor del núcleo central fundado por los romanos. En la Hispania visigoda fue sede episcopal de la Iglesia católica. Esta última fue aludida por primera vez en el III Concilio de Toledo en el año 589, aunque se considera probable que ya existiera la diócesis en el siglo IV​ o por lo menos a principios del siglo VI,​ mediante la mención a su obispo Protógenes.​ La lista de obispos seguntinos firmantes en los distintos concilios de Toledo hasta el número XVI del año 693 se completa con Hildisclus, Ubidericus, Egica, Ella y Gundericus.​ Fue una diócesis sufragánea de la Archidiócesis de Toledo que comprendía la antigua provincia romana de Cartaginense en la diócesis de Hispania.
Durante la dominación musulmana Sigüenza perdió importancia en favor de Medinaceli. Constituyó un asentamiento defensivo (hisn) cuya importancia era militar, dominando su castillo desde la altura el valle del Henares cerca de la confluencia de este con el arroyo Vadillo. La construcción de la fortaleza data de este periodo, aunque su aspecto actual es posterior a la Reconquista cristiana. Ya durante el reinado de Fernando I Sigüenza fue uno de los objetivos de las incursiones cristianas.​ Sin embargo el control por parte de los cristianos de la localidad, por aquel entonces situada en un entorno fronterizo y consistente en una pequeña aldea casi despoblada, fue efímero.​ Se ha llegado a afirmar también acerca de la toma de la ciudad por parte del Cid.​ Con una cronología posterior a la conquista de Toledo de 1085 se considera factible y probable la conquista de la ciudad por parte del monarca Alfonso VI de León.​ En el contexto del levantamiento del cerco de Medinaceli los musulmanes emplazaron una guarnición en la ciudad hacia el año 1109.


Sigüenza fue reconquistada el 22 de enero bien del año 1123 o del año 1124​ por Bernardo de Agén,​ el obispo de origen aquitano ya electo hacia 1109 como responsable de su diócesis. Todavía durante la primera parte del siglo XII el territorio se mantuvo lejos de poder considerarse pacificado pues el entorno de Sigüenza continuó estando expuesto a las incursiones musulmanas en el río Henares y se encontraba cercano a los emplazamientos musulmanes tanto de Algora como de Mirabueno.​ Las explotaciones de sal en el entorno del valle del río Salado aparecen mencionadas a partir del siglo XII.​ La posibilidad de que los yacimientos andalusíes altomedievales previos encontrados, aunque próximos a las zonas ricas en sal, estén directamente relacionados con la explotación salinífera no está demostrada sin embargo.
En 1121 Bernardo de Agén había sido investido obispo de Sigüenza por el arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac y hacia 1124, tras haber conquistado la ciudad, inició las obras de la que sería la catedral, que obispos posteriores continuaron hasta que se finalizó en el siglo XVI. Sigüenza recibió un fuero breve de Alfonso VII de León junto al de Medinaceli el 14 de mayo de 1140.​ Se convierte pues Sigüenza en la capital dual de una extensa división eclesiástica y de un señorío civil de concesión real de una superficie mucho más reducida, ambos gobernados por los obispos. En 1146 Alfonso VII de León procedió a la unión administrativa de los dos burgos en los que habría estado dividida la actual ciudad (uno inferior y otro superior).
En la segunda mitad del siglo XV fue obispo de Sigüenza, además de posteriormente arzobispo de Toledo, el cardenal Mendoza, durante cuya vida la ciudad conoció su máximo esplendor. A este poderoso mecenas se debe la construcción de la bella plaza porticada aledaña a la catedral. La historia de esta ciudad, que conserva su trazado medieval, ha estado influenciada durante seis siglos por su obispado, dejando la impronta religiosa tanto en su desarrollo cultural, económico como artístico.


En 1489, en virtud de la bula concedida por el cardenal Mendoza, fue fundada por Juan López de Medina la Universidad de Sigüenza, que hasta entonces y desde 1476 había sido un colegio.​ La universidad pervivió más allá la Edad Moderna; desapareció como tal en 1824 cuando se convirtió en un colegio dependiente de la Universidad de Alcalá. Este último fue clausurado de manera definitiva en 1837.​ La evolución demográfica durante los siglos XVI, XVII y XVIII se puede dividir en tres fases: una de crecimiento durante el siglo XVI (unos 4300 habitantes en 1599), seguido de un decaimiento durante el siglo XVII (unos 2700 habitantes a finales de la centuria) y otra recuperación demográfica en el siglo XVIII (6400 habitantes en el censo de 1797), especialmente en la parte final de este.​
Las salinas de Imón, que según Pastor de Togneri ya existían en la Edad Media y que también figuran en las relaciones topográficas de Felipe II y en el catastro del marqués de la Ensenada,​ sufrieron un proceso de renovación y racionalización durante el reinado de Carlos III.​ El proceso que condujo a la cesión del territorio episcopal a la Corona comenzó en 1796; el obispo Juan Díaz de la Guerra renunció al señorío en favor de la corona;​ se nombró un alcalde mayor interino, el marqués de Brioso, el 19 de septiembre de ese año. La supresión definitiva de los señoríos eclesiásticos en España tuvo lugar el 25 de febrero de 1805. ​El ferrocarril llegó a Sigüenza hacia 1862, aunque ya contaba con una estación desde 1860.​ Esta llegada no favoreció especialmente sin embargo a la ciudad, que perdió cierta centralidad comercial respecto a otras localidades.​ La localidad, que aparece descrita en el decimocuarto volumen del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1849) de Pascual Madoz, figura en dicha obra con un total de 940 casas y una población de 4717 habitantes.
En 1936, durante la Guerra Civil el bando republicano, que había entrado en la ciudad el 25 de julio,​ mantuvo en la ciudad una guarnición comandada por el anarcosindicalista Feliciano Benito formada por 700 milicianos de la CNT y un puñado de trabajadores del ferrocarril de la UGT y milicianos del POUM.​ Eustaquio Nieto Martín, obispo de Sigüenza, fue fusilado el día 27 de julio. En agosto de 1936 y comienzos de septiembre las tropas nacionales realizaron un intento frustrado de tomar la ciudad​ y efectuaron avances en enclaves cercanos como Riba de Santiuste, Imón o Huérmeces del Cerro.​ La ofensiva final de artillería del bando nacional sobre la ciudad, con el apoyo de ataques aéreos alemanes,​ comenzó a mediados de septiembre; en octubre los 300 efectivos​ del bando republicano que quedaban, que no pudieron recibir batallones de refuerzo debido al asedio, se atrincheraron en la catedral durante una semana hasta su derrota cuando los supervivientes intentaron huir, en varios intentos los días 10, 12, 13, 14 y 15,​ del edificio,​ o también en última instancia negociar los términos de la rendición, a la postre incondicional, el 15 de octubre. La entrada definitiva de las tropas nacionales en la catedral, donde ya no quedaba nadie, se produjo el 16 de octubre.​
El edificio de la catedral, que se convirtió en baluarte republicano en la ciudad, sufrió graves desperfectos; posteriormente la catedral también fue bombardeada por la aviación republicana.​ En marzo de 1937, justo antes de lanzar la ofensiva de la batalla de Guadalajara la ciudad fue centro de operaciones temporal del general Moscardó.



Sigüenza, en definitiva, ha conseguido preservar su trazado medieval, influenciada durante seis siglos por el peso que ha tenido la iglesia católica (aún es sede de una circunscripción eclesiástica, el Obispado Sigüenza-Guadalajara). Entre sus monumentos destaca, aparte de la Catedral, las iglesias de Santiago y San Vicente de estilo románico, su Plaza Mayor, la Casa Municipal, el Palacio Episcopal, la pequeña ermita de Humilladero, los restos de los sucesivos recintos amurallados con sus puertas y torreones y sectores como su judería. Por su excelso patrimonio arquitectónico fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1965 estando las calles de Sigüenza repletas de edificios civiles y religiosos de gran belleza.
La ciudad de Sigüenza es una de las que con mayor pureza guarda la imagen de las antiguas urbes españolas. Su aspecto general, y el detalle de sus calles, de sus plazas y monumentos, fielmente conservado todo ello, la hacen figurar en el reducido catálogo de los más bellos conjuntos urbanos de toda Europa. Su imponente castillo de siglo XII marca el perfil de la ciudad y es el punto de partida del recorrido por su historia. El castillo de los Obispos de Sigüenza es un palacio-fortaleza erigido en el primer cuarto del siglo XII sobre otro anterior musulmán de comienzos del siglo VIII. Fue habitual residencia de los obispos seguntinos hasta mediados del siglo XIX. Ha sido reformado en los siglos XIV, XV, XVI y XVIII. Sufrió destrozos a comienzos del siglo XIX (el año 1811) por la invasión francesa, durante las guerras carlistas, y en el siglo XX, durante la guerra civil española del 36 al 39. Todo ello obligó a realizar una restauración casi total siguiendo los planos y documentos antiguos. Es Parador Nacional de Turismo desde 1972.


Tiene remotos orígenes romanos siendo los omeyas andalusíes los que levantaron un primer castillo o alcazaba.​ Conquistado para el Reino de Castilla​ definitivamente en 1124, a los almorávides, por las mesnadas del arzobispo de Toledo Bernardo de Agén de la Orden de Cluny, reinando en Castilla Doña Urraca,​ hija de Afonso VI, el que tomó Toledo, y madre de Alfonso VII, de la casa de Borgoña, llamado El Emperador. Desde entonces fue propiedad y feudo de los obispos de Sigüenza.
En 1298 sufrió el asalto por sorpresa de los partidarios del Infante Alfonso de la Cerda, aspirante al trono de Castilla, en la guerra que había en Castilla contra el rey niño Fernando IV. Estos asaltantes fueron desalojados por los vasallos del obispo García Martínez​ tras quemar las puertas del castillo mediante una cuba llena de tocino.
A principios del siglo XIV el obispo Simón Girón de Cisneros​ levantó la nueva puerta defendida por dos torres gemelas que da a la parte de la ciudad, y en 1355 Pedro I de Castilla se apoderó del castillo desterrando a su obispo, D. Pedro Gómez Barroso,​ y encarcelando en una torre a su esposa, Doña Blanca de Borbón para evitar que sirviera de apoyo a los nobles que querían deponerle del trono. Cuatro años permaneció confinada Doña Blanca en este castillo: cuando llegó, ya casada, tenía tan sólo dieciséis años. Moriría asesinada a los veintidós años.
Durante el siglo XV sirvió de refugio contra las razias efectuadas por los navarros, durante la guerra de los Infantes de Aragón.​ El obispo Fernando Luján mandó por entonces que todos los habitantes de Sigüenza acudieran armados a las murallas ante el toque de campana, so pena de la confiscación de sus bienes. A la muerte de Luján, en 1465, Diego López de Madrid fue elegido obispo sin la aprobación papal, y se hizo fuerte en el castillo. Aunque el papa no le reconoció en el cargo, resistió allí durante tres años, al cabo de los cuales la fortaleza no fue tomada por las armas sino por la traición de un criado. Le sucedió el gran Cardenal Mendoza, que siendo primero obispo de Sigüenza, mandó levantar la gran barbacana (o antemuro) que defiende las puertas y transformó la fortaleza en un palacio, similar por sus dependencias a las actuales del Parador.



En los siglos sucesivos el castillo fue muy ampliado y modificado con edificaciones palaciegas de carácter civil como el llamado Salón del Trono y otras, abriéndose grandes ventanas y balcones. A finales del siglo XVIII el obispo Juan Díaz de la Guerra acentuó el carácter residencial del castillo, creando oficinas y viviendas para funcionarios. Ha sido residencia de casi todos los reyes de Castilla a su paso por el lugar. En 1710, durante la Guerra de Sucesión fue Cuartel general del Archiduque Carlos de Austria, pretendiente a la Corona de España. Partidarios de austrias y de borbones se alternaron en la posesión del castillo sin que éste sufriera daños. Últimamente y con las sucesivas obras, tenía más carácter de gran edificio civil que de castillo guerrero.
En 1808, durante la ocupación napoleónica el castillo es usado como cuartel de las tropas francesas, que lo dañaron seriamente y saquearon todas sus riquezas. El hostigamiento de Juan Martín el Empecinado les obligaría a abandonarlo momentáneamente, para volver a ocuparlo en 1811. En 1827 vuelve a ser residencia de los obispos, y acoge al rey Fernando VII y su séquito cuando volvían del balneario de Solán de Cabras, donde buscaban la solución a la esterilidad de la reina María Josefa Amalia, que también buscaron en la ciudad de Sigüenza pidiendo la protección de Santa Librada. Precisamente aquel rey está en el origen de las guerras carlistas cuando el castillo sirvió de nuevo como fortaleza por última vez, sufriendo grandes destrozos hasta el punto de ser abandonado por los obispos como residencia.
Su último destino fue como cuartel de la Guardia Civil. En la guerra civil del 1936-1939 fue destruido y después abandonado convirtiéndose en total ruina y sufriendo la depredación​ de los más valiosos elementos tales como rejas, azulejería,​ tallas, etc. Durante la dictadura de Francisco Franco se decidió reconstruirlo como parador de turismo.


La actual construcción es casi toda nueva siendo las piezas auténticas aunque reconstruidas que se conservan, la Capilla Románica, la Portada y Torres así como la barbacana, las dos portadas renacimiento del Patio de Armas y el Salón del Trono. Son de nueva traza las cuatro fachadas interiores a dicha plaza, comedores, cafetería, bar, pasadizo elevado y todo el cuerpo de habitaciones y el patio de ladrillo. Se ha respetado el perímetro general del castillo siendo la fachada al este absolutamente nueva y las otras tres reconstruidas y reformadas. Se han cerrado amplios huecos y derribado añadidos, pretendiendo devolver el carácter medieval del exterior. Una antemuralla da acceso a un patio y a la puerta principal, del siglo XIV, flanqueada por dos cubos con sus matacanes, y almenas en la parte superior. El gran patio interior albergaba la población de Sigüenza en caso de ataque. En el centro permanece el pozo que abastecía de agua a la fortaleza. Las partes visitables del interior recrean a los salones y estancias en piedra tallada en que vivieron los obispos y su corte: mobiliario de época, armaduras, labradas chimeneas...
La obra se terminó en 1976 y fue su autor el arquitecto José Luis Picardo por encargo del Ministerio de Información y Turismo. La inauguración oficial tuvo lugar en 1978 con la visita del rey Juan Carlos y la reina Sofía.
Una antemuralla da acceso a la puerta principal, del siglo XIV, flanqueada por dos cubos con sus matacanes, y almenas en la parte superior. El gran patio interior recuerda las alcazabas árabes, e igual que en ellas, albergaba la población de Sigüenza en caso de ataque. En el centro permanece el pozo que abastecía de agua a la fortaleza. Las partes visitables del interior recrean a la perfección los salones y estancias en piedra tallada en que vivieron los obispos y su corte: mobiliario de época, armaduras, labradas chimeneas...
De los cuatro lados de que se compone el conjunto, donde mejor se pueden apreciar los paramentos originales es en el norte y especialmente en el oeste, que todavía conserva las torres semicirculares que flanqueaban la entrada primitiva al castillo en el siglo XIII. En medio del lienzo se alza una torre rectangular y en las esquinas dos cuadradas. El castillo, probablemente, estuvo rodeado por un foso en sus tres cuartas partes, completando la defensa natural del barranco situado al este.






Desde el castillo nos adentramos por la calle Mayor en la Siguenza medieval, la cual se caracteriza por calles estrechas y sinuosas, que reciben el nombre de travesañas, donde vivian los comerciantes y artesanos y en las que se ubicaban la Juderia y la Moreria. En esta calle encontramos monumentos, ademas del castillo, como la Iglesia de Santiago o la Puerta del Sol. En la Sigüenza Medieval, concebida, primordialmente para uso y disfrute peatonal, tienen un valor decisivo los aspectos visuales: disposición; textura y colorido de las fachadas; relación entre vanos y macizos; carácter de puertas y ventanas; orientación y solana de los edificios públicos; jardineras y fuentes. La zona de edificios más próximos al castillo conserva las características de los núcleos medievales. Son casas bajas, de dos plantas la mayoría, y no se construyeron siguiendo una planificación urbanística, por eso hay muchas calles estrechas por las que actualmente no podría pasar un vehículo. Esta zona de viviendas, denominada Las Travesañas, se caracteriza también por los arcos de una muralla pre-medieval que rodea la ciudad desde el castillo hasta la catedral.
La calle Mayor une dos de los puntos mas importantes de la villa como son el castillo y la Plaza Mayor a traves de una empinada cuesta empedrada donde podemos contemplar su arquitectura medieval. Subiendo desde la plaza hacia el castillo, dejamos a un lado y a otro esos establecimientos vetustos, de apagado eco, de intenso color en sus entresijos: la casa de antigüedades de la señora Costero, el escaparate de Alonso e Hijas con sus cerámicas de alfar del monte, la portada mínima de esa gran casa de comidas que lleva el nombre de la calle mayor en que asienta, o el caserón de la Universidad que da cobijo en forma de hospedería a estudiantes y peregrinos junto a la casa del Doncel… otras casas heredadas, de padres a hijos, de remotos hidalgos a gentes de hoy, y esos palacios que arremeten al sol con sus escudos y sus ventanales conopiales. Todo en esta calle, a la que podría llamarse rúa de antigua que es, suena a clásico, a verdadero, a eterno…
La calle mayor de Sigüenza es la unión de dos viejas ciudades: la de en torno al río, extramuros, con su catedral de afuera, y la más alta del castillo y las defensas. Tras la reconquista, se creó la «puebla alta», rodeando al castillo, y la «puebla baja» en torno a la naciente catedral. En la Baja Edad Media se unieron ambos núcleos, creando la verdadera Sigüenza que fue articulándose en torno a calles que seguían las curvas de nivel del cerro. Esa es la ciudad medieval (Sigüenza tiene otras ciudades, la romana perdida, acaso la islámica, seguro que la renacentista, y la barroca, abajo junto a la Alameda) y esta es la calle que la vertebra, de imprescindible paseo.




La iglesia de Santiago es una iglesia románica de finales del siglo XI, y principios del siglo XII que se levanta en medio de la Calle Mayor, teniendo una fachada que nos recuerda a un templo romano. Sirvió como iglesia parroquial. La iglesia fue erigida por el obispo Don Cerebruno y consta de una sola nave. Sufrió daños durante la Guerra Civil española y comenzó su restauración en el año 2007. La iglesia estuvo una vez unida a un monasterio orden de las clarisas, abandonado en la década de 1940. 
Si se hace un análisis puntual de su ambiente arquitectónico, la iglesia consta de una sola nave rectangular, dividida en seis tramos, destaca su portada de estilo románico abocinada con arquivoltas de diferente trazado, la cual es semejante a la Iglesia de San Vicente, aunque algo más trabajada. Sobre la puerta se encuentra un medallón renacentista con el busto del apóstol Santiago; sobre el bloque de la portada aparece el escudo de armas del obispo Don Fadrique de Portugal. Por último, un campanil termina la fachada. El ábside cuadrado se orienta hacia la salida del sol, como una torre más de la muralla, luciendo una ventana románica.
En el interior destaca el presbiterio del siglo XII que se conecta a la nave por un arco apuntado con sus correspondientes dobles columnas. El presbiterio es del siglo XII y consta de una bóveda de crucería en piedra y clave policromada, ventanas románicas, suelo de piedra del siglo xii tapado por suelo cerámico y descubierto en las excavaciones del año 2017, un banco de piedra corrido, la subida a la torre de campanario y un Yugo o Melena de campana el cual tiene tallado la concha de Santiago. Bajo este se encuentra una cripta con bóveda de cañón apuntado a la cual no se tiene acceso desde la propia iglesia.
Uno de los elementos más preciados de esta iglesia fue el retablo que fue incendiado tras la guerra civil, una vez retirado se encuentra una gran pintura en el presbiterio de la iglesia perteneciente al siglo XV, es decir, antes de que las clarisas se asentaran en la iglesia. En la pintura se puede apreciar tras su restauración a pesar de estar deteriorada la figura de cuatro ángeles.


Bajando por la calle Mayor en direccion a la plaza nos encontramos en su margen derecho una de las puertas de acceso al recinto amurallado de la villa, a la cual se accede a traves de un callejon, como es la Puerta del Sol, una de las siete puertas originales del siglo XIII que abrieron las murallas románicas de Sigüenza que conecta dicha calle con el Paseo de Ronda junto al cauce del rio Vadillo que nos ofrece hermosas vistas de los alrededores, así como algunas de las ruinas de la muralla de la ciudad. Orientada a levante, como es lógico, era una de las primeras que a la mañana iluminaba el sol y por allí entraban a mercadear las gentes venidas de fuera.





Seguimos caminando por la calle Mayor contemplando los edificios medievales que la componen para al final llegar al espacio magno de la Plaza Mayor, ese espacio en el que sabe se concentra la memoria de una ciudad, al unísono que los gritos de sus comerciantes y feriantes. El viajero se queda admirado de sus dimensiones, de su estructura, de su estilo. Es probablemente una de las plazas comunales más hermosas de toda Castilla. Un aliento de tradición, de versos, de batallas y de amores recorre la frente de sus edificios. Y en corazón de las casas, del consistorio, y de la catedral, laten historias largas y profundas. 


De estructura rectangular, en uno de sus lados, el de levante, se abre una galería porticada que va desde el edificio concejil hasta la Puerta del Toril. Sobre la galería aparecen las casas que se construyeron para alojamiento de los miembros del cabildo catedralicio, y que se adornan con escudos. Enfrente suyo, en el costado de poniente, hay una serie de viviendas para nobles: la del Mirador y la de la Contaduría, erigida por el cardenal Mendoza a fines del siglo XV. En el costado norte la plaza se cierra con la mole pétrea de la catedral, en la que se abría una portada de estilo románico a la que llamaban “la puerta del mercado”, por celebrarse la reunión comercial habitual en la gran plaza, los días de sábado. Y que luego fue recubierta por un añadido colosal y barroco, construido por Bernasconi, sobre el que hoy aparece enhiesta la torre del Santísimo, flacucha y esbelta como torre boloñesa. Finalmente, en el costado meridional, se alza hoy el Ayuntamiento, cual corresponde, pero en un edificio que recibió muchas alteraciones a lo largo de los siglos, y que inicialmente se construyó para ser palacio sede de los Deanes capitulares, mostrando doble nivel de arquerías, solemnes y espléndidas.
El origen de esta plaza tiene fecha concreta, a finales del siglo XV, cuando gobernaba la diócesis como obispo don Pedro González de Mendoza, y como vicario y ejecutor real de cuanto en Sigüenza se hacía, Don Gonzalo Ximénez de Cisneros, que luego llegaría a ser Cardenal Regente. De 1492 exactamente es la provisión episcopal mendocina, en la que se ordena trasladar el mercado desde la plaza alta en que tradicionalmente se celebró (la hoy llamada Plazuela de la Cárcel) a esta frente a la catedral. Se derribó lo que de muralla estorbaba para su amplitud, y se comenzaron a construir las casas de ambos costados. En los primeros años del siglo XVI ya estaba la plaza tal como hoy la vemos.



El Ayuntamiento de Sigüenza es un bello edificio de estilo renacentista construido en el siglo XVI que consta de fachada con doble arquería de medio punto y un tercero arquitrabado con soportes de madera junto a un hermoso claustro que da luz al interior. Junto al ayuntamiento podemos contemplar una galeria de soportales que en su origen fueron de madera y que a principios del siglo XVI fueron sustituidos por arcadas pétreas. En el siglo XVII en el frente occidental de la plaza, junto a la Tesorería, se construyó la llamada Casa de Mirador, un edificio municipal cuajado de amplios balcones de forja desde los que disfrutar de la variedad de espectáculos que en la plaza se celebraban, entre los que destacan las corridas de toros.



La Puerta del Toril se abrió en la muralla gótica de la catedral durante el siglo XIV, en época del obispo Simón Girón de Cisneros. El antiguo nombre de Puerta de la Cañadilla, recuerda la vereda de la Mesta que cruzaba cerca de ella. Más tarde pasa a denominarse Puerta del Toril debido a la existencia de toriles extramuros. Sobre ella, se elevó una galería interior corrida para que los canónigos pudieran participar de las fiestas. Tiene un arco escarzano rebajado y rampante a cada extremo del acceso. Ambos son adovelados, con fábrica de piedra arenisca rojiza. La descarga del arco también es de sillares de arenisca rojiza. El interior, tiene la cubierta plana, con viguería de madera. La Torre del Ángel, hoy desaparecida, defendía esta puerta en su flanco norte. Se destaca el escudo existente, que aunque en estado muy deteriorado, se sitúa sobre el arco que da a la Plaza Mayor. Es una de las siete puertas que abrían la muralla y actualmente enlaza el casco histórico con la Ruta del Quijote.
Cruzando la puerta nos llevaría al Mirador de la Ronda desde donde se divisa el camino del mismo nombre que recorre la muralla de Sigüenza, con espectaculares vistas del Castillo, la iglesia de Santiago y la Catedral. 


Desde el Mirador el turista puede contemplar la Ronda seguntina, llamada así en clara referencia al camino que corre a los pies del lienzo oriental de las murallas medievales de Sigüenza, cuyos vestigios se alzan sobre el barranco del arroyo del Vadillo. En lo alto del cerro destaca la recia silueta del castillo, antigua alcazaba islámica, y residencia de los obispos de la ciudad durante siglos; hoy transformada en Parador de Turismo. Desde allí, las murallas descienden hasta la iglesia de Santiago, construida como el propio lienzo entre los siglos XII y XIII. Destacan en ella su ábside recto, que se incorporó directamente al muro defensivo, y su espadaña almenada. De la misma época es la iglesia de San Vicente ubicada en la Travesaña Alta.
Desde la iglesia de Santiago las murallas siguen descendiendo ajustadas al cerro hasta la puerta del Sol, que se llamó antiguamente Portalejo, pues era un simple portillo cuando se abrió en el siglo XIII. A partir de ella y hasta la Catedral, las murallas, que aparecen horadadas por las ventanas y galerías de las casas de la calle y de la plaza Mayor, se alzaron ya en el siglo XIV. La vista muestra el acceso a la Plaza Mayor, que durante siglos fue coso taurino de Sigüenza, por la puerta del Toril, denominada también de la Cañadilla, en alusión a la cañada de la Mesta que pasaba cercana.
Esta puerta, sobre la que hoy vemos alzarse intramuros la rotunda silueta de la catedral, forma parte del recinto murado que, desde el siglo XIV hasta la actualidad, rodea el templo y sus dependencias. Si miramos detenidamente la Catedral, cuya construcción se inició a mediados del siglo XII, vemos en primer término la torre del Gallo, llamada así por la figura de su veleta; y tras ella las poderosas torres almenadas que flanquean su fachada, la de las Campanas y la torre Nueva, concluidas en los siglos XIV y XVI respectivamente. Alzándose sobre el crucero, destaca ante nuestros ojos el cimborrio, que se construyó en los años cuarenta del siglo XX, cuando se llevó a cabo la restauración de la Catedral destrozada en la Guerra Civil.
El recorrido visual concluye en el esbelto presbiterio gótico, al que rodea una girola renacentista. Más al norte, en la vista ideal, se representa el Colegio de Infantes de coro del siglo XVIII, actual Josefinos, concluyendo con la cúpula del convento barroco de San Francisco, actual colegio de Ursulinas. Merece la pena volver al mirador cuando cae la tarde para contemplar cómo poco a poco se desvanece ante nuestros ojos esta panorámica medieval seguntina, que se convierte en mágica a la luz de las estrellas. Luego podremos verla iluminarse de nuevo artificialmente y aparecer ante nuestros ojos otra Ronda muy diferente, pero no por ello menos bella.



Cruzamos de nuevo la puerta hacia la plaza Mayor donde vamos a contemplar y visitar el monumento junto con el castillo mas emblematico de Sigüenza como es la Catedral de Santa Maria la Mayor.
La catedral de Santa María tiene su origen en enero de 1124, cuando el obispo Bernardo de Agén conquistó la ciudad a los musulmanes, en tiempos del reinado de Doña Urraca, hija de Alfonso VI de León. Fue nombrado obispo en 1121 (antes de la conquista del lugar), por el arzobispo de Toledo, Bernardo de Sedirac, de la orden de Cluny, continuando la influencia de esta orden monástica introducida en el Reino de Castilla por Alfonso VI y Alfonso I de Aragón, esposo de la reina leonesa. Este obispo consiguió de Alfonso VII privilegios y donaciones con los que acrecentar la nueva población, unificando los dos poblados: el superior en torno al castillo y el inferior, el mozárabe, en torno al cauce del Henares. Pertenece a la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
En 1123 o 1124, Bernardo de Agén fue el encargado de reconquistar Sigüenza y reorganizar radicalmente la antigua sede episcopal visigótica; dos documentos del siglo siglo XVI, que se conservan en la catedral, dan como fecha de la reconquista el 22 de enero, pero falta el año. En cambio, el año aparece en otro documento, en una carta de la reina Urraca con fecha del 1 de febrero de 1124.
En el documento se reconoce la carencia y la destrucción de la ciudad; además, concede a la iglesia y a su obispo el diezmo de Atienza y Medinaceli.​ El texto también nombra la reciente posesión de Sigüenza, pero es casi imposible dar como bueno que fuera en el mismo año. En aquella época, en diez días, entre el 22 de enero y el 1 de febrero, no era suficiente tiempo para que la reina tuviera noticia de la reconquista y pudiera responder tan rápidamente.
Bernardo de Agén siguió la reforma del papa Gregorio VII. Al restaurar el obispado estableció el «rito romano» y suprimió el «rito mozárabe». Durante su largo mandato, de unos treinta años, recibió donaciones del rey Alfonso VII, así como el señorío de la ciudad, ya que la ciudad estaba dividida en dos núcleos: la «Segontia inferior» y, a unos setecientos metros, la «Segontia superior». Después de la reconquista, la Segontia superior pasó a pertenecer al rey que dio al obispo la inferior. Unos cuantos años después el rey decidió unir ambas partes y formar una única ciudad que pasó al Cabildo catedralicio.​
Durante todo este tiempo el obispo sufrió numerosos ataques de los musulmanes. No hay pruebas que fuera él el que empezase la construcción de la catedral y no se sabe con certeza qué edificio cumplió provisionalmente con esta función. Murió en el campo de batalla en el año 1152, sucediéndolo en el obispado su sobrino Pedro de Leucate.


La localización y construcción de la primitiva catedral es controvertida y difícil de demostrar. Prevalecen diferentes teorías: una de ellas se basa en un documento del 16 de septiembre de 1138, en el que el rey Alfonso VII otorga una «donación» del terreno donde la iglesia episcopal «ha sido fundada». En 1899, Pérez Villamil, apoyándose en este documento, dejó escrito que para la reedificación de una iglesia anterior no hacía falta una donación del rey, porque ya era «terreno sagrado». Por esto, defendió el hecho de que la catedral fuera de nueva planta, en el terreno donde se encuentra en la actual, aunque de proporciones más pequeñas.​
Según un documento de 1144, se dice que Bernardo de Agén reedifica «con doble muro y torre» una primitiva catedral, posiblemente sobre los restos de una antigua iglesia visigoda o mozárabe: Santa María Antiquíssima. Esta hipótesis la defiende Múñoz Párraga creyendo que esta reedificación se hizo en el mismo lugar donde se encuentra la actual catedral.​
Explica Severiano Sardina que Bernardo de Agén hizo construir dos pequeñas iglesias en la Sigüenza superior y reedificó otra, que se utilizó como catedral. Esta primera catedral pudo estar construida donde hoy se levanta la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos (las Clarisas), situada en la Alameda de Sigüenza.
El templo románico tenía una planta de tres naves y una cabecera con cinco ábsides escalonados desde los laterales hasta el central mucho mayor. En ambos lados de la fachada había dos torres de defensa. El segundo obispo Pedro de Leucate, también de origen francés y sobrino del anterior, es con el que realmente comienzan las obras de la nueva catedral con proyectos de maestros del Languedoc, que siguieron las directrices de la orden de Cluny, ya introducidas en el país. La construcción empezó por la cabecera, los cimientos de los muros y las torres. Durante los años del mandato del siguiente obispo Cerebruno, natural de Poitiers, se dio un gran impulso a las obras, cerrando las naves del crucero. Con el cuarto obispo Joscelmo, al llegar la construcción al crucero y a su nave transversal, el 19 de junio de 1169 quedó abierta al culto; de esto da fe un crismón en el tímpano de la puerta de la torre del Gallo, que indica que las obras habrían llegado a esta parte del transepto. Los cinco altares de los ábsides estaban ya consagrados a finales del siglo XII, para seguir con la norma de la época de que al menos cinco canonges pudieran decir misa individualmente.
En la época del obispo Arderico el cabildo catedralicio se trasladó a las dependencias habitables del claustro. Fray Martín de Finojosa, monje cisterciense y abad del monasterio de Santa María de Huerta, influyó lógicamente en el estilo de la construcción, cambiando el estilo románico por el protogótico. Durante el siglo XIII, el obispo Rodrigo construyó el muro de la fachada principal y los cuerpos inferiores de las torres. Se realizaron las tres puertas románicas de la fachada que corresponden a las tres naves del edificio y los ventanales con arquivoltas y columnas de capiteles con ornamentación vegetal. El rosetón del lado meridional del crucero está realizado con adornos de arquillos y círculos y es obra del siglo XIII.​
La nave central es del siglo XIV y ya con estilo gótico y el rosetón de la fachada principal, del siglo XV, está rodeado por diversas molduras en degradación, con una cenefa en la parte más exterior de «puntas de diamante». En este siglo XV fue el cardenal Mendoza el que se hizo cargo de las obras, cubriendo las bóvedas del crucero y reformando las del presbiterio. En el siguiente siglo XVI, la obra más importante fue la girola, que para su realización hizo falta demoler una parte de la cabecera románica, con lo que desaparecieron las absidiolas.
Durante la guerra civil española, la catedral sufrió graves destrozos en el año 1936, así que años más tarde se realizaron reformas con una importante transformación del edificio, ya que se construyó, entre otras cosas, un gran cimborio en la parte del crucero. Desde 1943 hasta 1949, inclusive, el escultor segoviano Florentino Trapero llevó a cabo, como escultor-jefe, la restauración de todas las esculturas dañadas.


La fachada principal está situada en el lado de poniente, es románica, aunque con añadidos posteriores neoclásicos y barrocos. Forma tres cuerpos, con sus respectivas puertas que corresponden a las tres naves del edificio, divididas por dos recios contrafuertes. En ambos lados de la fachada principal, se elevan dos torres de piedra arenisca, de cuatro cuerpos, unidas entre sí por una balaustrada de piedra mandada construir el año 1725.
El atrio fue construido en 1536, después de destruir la muralla, que se situaba delante de la Catedral. Consta de veintiuna columnas de piedra caliza, rematadas por leones cincelados por Francisco de Baeza y mide 48 x 24 metros. En el lado norte del atrio, se halla la Contaduría del Cabildo, con tres ventanas platerescas. En 1783 se labraron las rejas y las dos puertas de forja donde está inserto el escudo del obispo comitente Francisco Delgado y Venegas con la inscripción de «M. Sanchez en fecit an. 1783» y una cruz de coronamiento.
Las tres puertas son de características similares y de estilo románico, la del centro llamada la «Puerta de los Perdones», había tenido un mainel que dividía la entrada, donde estaba colocada una imagen de la Virgen María, está construida con un arco de medio punto y arquivoltas sostenidas sobre columnas con capiteles de motivos vegetales, solamente se aprecian adornos en la primera arquivolta de entrelazados geométricos. Las hojas de madera o batientes son de 1625. Encima de ella se encuentra un frontón con un medallón en bajorrelieve barroco que representa la escena de La imposición de la casulla a San Ildefonso y un magnífico rosetón románico de doce radios del siglo XIII con dibujos de tracería para iluminar la nave central.​
A ambos lados, sobre las puertas laterales, formadas también con arcos de medio punto y arquivoltas, sendos ventanales románicos, con arcos de medio punto. Sobre estos ventanales y sobre el rosetón, tres arcos apuntados, ojivales, que indican la altura de las naves y muestran la transición al gótico de la obra. La puerta mejor conservada es la del lado del evangelio, donde se pueden apreciar ornamentaciones en sus arquivoltas, la mayoría vegetales con grandes hojas y entrelazados ovoides así como bandas jaqueadas sostenidas sobre columnas con capitales también tallados.
La Torres de la fachada principal que inicialmente estuvieron aisladas, se construyeron con miras defensivas y más tarde se unieron a la muralla. A ambos lados de la fachada principal, se elevan las dos torres de piedra arenisca, de planta cuadrada tienen tres cuerpos inferiores con unas pequeñas ventanas románicas, una por lado, y en el cuarto cuerpo dobles ventanales con arcos de medio punto, se termina este cuerpo con merlones y unas esferas de piedra. La torre de la derecha, llamada de «Las Campanas», tiene una altura de 40,5 metros, con una escalera interior de 140 escalones, su último cuerpo fue añadido en el siglo XIV, por el obispo Pedro Gómez Barroso, que también hizo recubrir de piedra de sillería la obra inicial, hecha en mampostería y con los escudos del obispo y del rey Pedro I colocados sobre el muro del cuarto piso.​ La torre de la izquierda, llamada de «Don Fadrique» tiene una altura de 41,7 metros y se terminó en el siglo XVI, tiene inscrita la fecha de 1533 y el blasón del obispo Fadrique.




Girando por la torre de «Las campanas» se encuentra la fachada sur, correspondiente a uno de los extremos del crucero de la catedral. En la nave central (más alta), se puede observar los vitrales ojivales góticos, separados por contrafuertes, con los aleros, apoyados sobre canecillos, con formas de animales, alternando con metopas decoradas con motivos vegetales. Los ventanales de la nave lateral (inferior) muestran la transición románico-ojival, con aleros y cornisa de arquillos ciegos.
Más hacia levante, encontramos la Puerta del Mercado, antiguamente de «La Cadena», que da a la Plaza Mayor, de estilo románico, del siglo XII; esta puerta está cubierta por un pórtico cerrado, de estilo Neoclásico, construido en 1797 por el arquitecto Bernasconi por encargo del obispo Juan Díaz de la Guerra. Sobre la portada, un rosetón románico de transición, del siglo XIII, con un diseño de la tracería muy original.
La llamada torre del «Gallo» es de comienzos del siglo XIV, hacia 1300, y en sus orígenes fue atalaya militar, para trasmitir señales que se pudieran ver desde el castillo de Sigüenza.​ Ha sufrido varias restauraciones a lo largo de los años. Sobre la nave central, el cimborrio, de la época de la posguerra española.


La fachada norte es análoga a la del lado opuesto, con un rosetón diferente; en esta fachada, la torre se halla sobre la sacristía de Santa Librada, en el brazo del norte del transepto; la altura de esta torre es la de la nave central, y permanece inconclusa. 
En la fachada este, correspondiente a la cabecera del templo, destaca poderosamente la presencia de la girola que sustituyó, a las cinco capillas absidiales, románicas, que hubo en origen. La linterna y los altos ventanales góticos, corresponden al presbiterio.


La catedral, se compone, actualmente, de una planta de cruz latina, con tres naves, amplio transepto y cabecera con un gran ábside, que contiene la capilla mayor, rodeada por la girola o deambulatorio. Tiene 80 m de largo, 31 m de ancho, de un extremo a otro del crucero, y 28 m de longitud en las otras naves. La nave central, de algo más de 10 m de ancha, tiene 28 m de altura, las laterales 21 m.
Las naves están separadas, por enormes pilares, que están compuestos cada uno por veinte columnas adosadas con capiteles de tema vegetal, donde se apoyan los arcos fajones y los arcos formeros. De los capiteles arrancan los nervios pétreos, que forman las bóvedas ojivales de crucería, en general son de crucería simple con dos nervios diagonales, aunque hay, dos bóvedas sexpartitas, a los lados del crucero o incluso octopartita, en el cimborio. Tres de los cuatro pilares que enmarcan el coro, son diferentes del resto del edificio, están constituidos por grandes columnas cilíndricas con ornamentación románica en la parte inferior y gótica en la superior.
La planta del templo fue cambiando con el tiempo, ya que en origen no figuraban capillas laterales y así sucede aún en la nave de la Epístola que sólo dispone de algún altar y algún sepulcro adosados al muro del coro, en cambio en la nave del Evangelio se fueron acondicionando capillas que llegan hasta el muro contiguo del claustro.






La primera capilla del lado izquierdo en los pies de la catedral, es la conocida como parroquia de san Pedro. Está situada, en el lugar donde había habido antiguas dependencias monásticas, en la galería oeste del claustro con entrada por la catedral, es obra del siglo XV, construida en 1455 por orden del obispo Fernando Luján y que fue dedicada al Corpus Christi. Su portada es plateresca, realizada por Francisco de Baeza, donde se muestra el escudo del obispo comitente. La reja es gótico-plateresca de Juan Francés realizada en 1533. Al final de este mismo siglo se produjo el traslado de la parroquia de san Pedro, que se encontraba en la derecha de la capilla mayor y desde entonces se la conoce por este nombre.​
Fue muy transformada y ampliada por el obispo Pedro de Godoy en 1675, que añadió tres tramos a la bóveda con el mismo estilo gótico de crucería estrellada, a pesar de corresponder la obra a finales del siglo XVII. El altar mayor lo preside una imagen de san Pedro, y bajo esta estatua se encuentra la Santísima Trinidad obra del escultor Mariano Bellver y Collazos de 1861, está tallada en madera y policromada. Se representa mediante una iconografía inspirada en los modelos del barroco español: Dios Padre sentado, sosteniendo en su mano izquierda globo terráqueo, a su lado también sentado Jesucristo que porta una cruz y entre ellos el Espíritu Santo con forma de paloma. El grupo está situado sobre una nube en la que dos ángeles contemplan la escena rodeados por querubines.​ La planta es rectangular bastante alargada pues ocupa toda la parte oeste del claustro.​
En el muro de esta capilla se encuentra el sepulcro del primer obispo fundador Fernando Luján del siglo XV, es gótico con escenas en tres relieves de la vida de santa Catalina de Alejandría colocados encima de la figura yacente, esta escultura del obispo se encuentra sobre un arco que da paso al baptisterio y en posición frontal al espectador, seguramente fue trasladada de su lugar original durante las obras del siglo XVII, se puede leer una inscripción que dice: «El señor obispo Lujan. Año MCCCCLXV. Último electo por el cabildo».


La Puerta de San Valero se muestra en ella una mezcla de estilos como en las pilastras renacentistas, arabescos mudéjares y arcos de estilo gótico, aunque es de principios del siglo XVI, fue construida por Domingo Hergueta. Esta puerta da entrada al claustro, donde se halla la capilla de san Valero, la más antigua de la catedral, con planta románica y verja gótica.

La Capilla de la Anunciacion fue fundada en 1515 por el provisor Fernando Montemayor, su magnífica portada está decorada al «estilo Cisneros»,​ consta de una parte baja de pilastras platerescas donde se encuentran pequeñas hornacinas que alojan las imágenes de san Miguel y Santiago, en el arco la ornamentación se compone de elementos mudéjares geométricos de líneas entrecruzadas, formando figuras de lacería estrellada y poligonal entre los que se encuentran escudos del fundador de la capilla y en el friso que le sigue también de lacería se encuentra el escudo del cabildo catedralicio con una escena de La Anunciación bajo arquillos góticos, rematado por una cornisa, muy decorada de tipo árabe, con una figura de león, en cada extremo, el coronamiento de la portada lo constituye unos arcos en estilo gótico con la representación de un Calvario en el punto central. La reja es gótica, de Juan Francés, con barrotes retorcidos y temas ornamentales renacentistas. El interior de la capilla está cubierta con una bóveda gótica y en su muro izquierdo se encuentra el sepulcro de Fernando Montemayor, realizado en estilo plateresco y policromado, está el sepulcro con la estatua yacente dentro de un arcosolio de medio punto, al fondo del cual se encuentra un relieve también policromado con el Padre Eterno en el centro y a sus lados dos ángeles en oración. Enfrente mismo de este sepulcro está colocado el del obispo Eustaquio Nieto y Martín.


La Capilla de San Marcos tiene La fachada de estilo gótico y cuyo intradós, muestra una gran decoración gótico plateresca. El comitente de esta capilla fue Juan Ruiz de Pelegrina que tiene su sepultura en el interior de la capilla. Hay un retablo con seis tablas de pintura del siglo XVI de Francisco del Rincón.
El Sepulcro de Juan González Monjua y Antón González que algunos autores atribuyen a dos hermanos, pero que, de hecho, eran tío y sobrino, llama la atención la forma en la que están colocadas las figuras de ambos, la que representa a Juan González Monjua está situada sobre el sarcófago y formando un ángulo contra el muro, se encuentra la de su sobrino Antón González, los dos tienen unas vestiduras muy similares y cubren sus cabezas con bonetes. En el frontal del sepulcro hay grabado un escudo en el centro, sostenido por dos ángeles.
Juan González Monjua ocupó el cargo de embajador de Juan II de Castilla delante de Alfonso el Magnánimo, en los conflictos que tuvo este monarca con el reino de Castilla durante la «Guerra de los Infantes de Aragón», mientras, su sobrino Antón González fundó una institución, dedicada a ayudar a los pobres, llamada el «Arca de Misericórdia».

Termina esta nave del Evangelio con los altares, de san Juan Bautista formado con un arco plateresco realizado por Francisco de Baeza en 1530 y con un retablo barroco del siglo XVIII. Enfrente adosado en el muro del coro está el altar dedicado a san Miguel del siglo XVII.



El Crucero tiene una longitud de más de 36 metros y la misma altura que la nave central. Después de la guerra civil de 1936, durante las obras de restauración de la catedral se construyó en el centro del crucero un cimborio. En la época románica el crucero estaba sin ningún tipo de altares ni retablos, a principios del siglo XVI y en estilo plateresco se colocaron los de santa Librada y el de Fadrique de Portugal al lado norte y en el lado sur tiene la puerta que da a la plaza mayor de la ciudad con un rosetón románico, la capilla del Doncel y el altar de Nuestra Señora de la Leche. Se encuentra cubierto con bóvedas nervadas, la bóveda del cimborio es cuadrada con ocho particiones y ocho ventanales ojivales que dan paso a la luz natural, los laterales del crucero, están cubiertos por bóvedas sexpartitas.


La Sacristia Moderna o de Santa Librada se encuentra en la parte norte del transepto. Tiene una portada plateresca de Francisco de Baeza, pilastras planas, sobre pedestales, con jambas y dintel con adornos vegetales tallados. Tiene un gran friso y frontón, con las armas del obispo Fadrique de Portugal.
Junto a la portada anterior se encuentra Puerta del Pórfido y del Jaspe de comienzos del siglo XVI, su decoración es de estilo plateresco, con pilastras lisas y una serie de frisos. Da paso al claustro, donde en esa parte se halla la Puerta de Jaspe de 1507, en mármol amarillo y rojo; es la parte renacentista más antigua de la catedral.



Era normal que las catedrales de la Edad Media se pusieran bajo la protección de las reliquias de un mártir, y con tal fin el obispo Bernardo de Agén trajo a Sigüenza las de la mártir santa Librada, del siglo IV, desde Aquitania.​
El retablo de Santa Librada se encuentra en el extremo norte del transepto y fue mandado realizar por el obispo Fadrique de Portugal. Ejecutado como un gran mausoleo en piedra caliza, está dedicado a santa Librada. En él se aprecia la perfecta conjunción entre arquitectura, escultura y pintura que es propia del arte del renacimiento-plateresco. Arquitectónicamente toma la forma de un arco de triunfo de tres cuerpos, trazado por Alonso de Covarrubias en 1518 y realizado por Francisco de Baeza, con una bóveda de arco de medio punto con casetones y en ambos lados hornacinas con imágenes de los evangelistas y de los padres de la Iglesia, así como escenas de la virgen María y de santas, todo entre columnas sobre pedestales. En la parte media del gran retablo se encuentra una urna de plata con las reliquias de la santa, protegida por una reja de Juan Francés. En el ático se encuentra un altorrelieve de la Virgen María rodeada de ángeles.​
En la parte inferior, detrás del altar y dentro del arco de medio punto, es donde se encuentra el retablo propiamente dicho, formado por dos cuerpos y tres calles, la central más amplia y alta que las laterales, con seis pinturas sobre tabla de Juan Soreda realizadas entre 1525 y 1528. La tabla central del cuerpo superior representa la Deesis y las cinco restantes escenas de la vida de la mártir: Librada y sus hermanas frente a Catelio; Librada y sus hermanas deliberan sobre su suerte; Librada reconforta a una de sus hermanas; Decapitación de santa Librada y Santa Librada entronizada, esta última en la calle central del cuerpo inferior. La imagen de Santa Librada entronizada está inspirada en el grabado de Marcantonio Raimondi de la Virgen de las nubes de Rafael Sanzio. La mártir se encuentra sentada con un libro en la mano y la palma del martirio en la otra. En el friso pintado en el edificio de arquitectura clásica que cobija el trono de la santa, se encuentran representados cuatro trabajos de Hércules, con un significado simbólico en relación con las virtudes de la mártir, que prefirió la muerte antes que ceder a los placeres terrenales, así como Hércules tuvo que luchar con fieras como alegorías de los vicios, para conseguir la inmortalidad. Era el mensaje moralizante del renacimiento para presentar la vida ejemplar de santa Librada y sus hermanas,​ como dice Santiago Sebastián.


El mausoleo de Fadrique de Portugal es de estilo plateresco y realizado por mandato del mencionado obispo bajo el diseño de Alonso de Covarrubias al tiempo que se construía el retablo de santa Librada, con el que hace esquina en la parte norte del crucero de la catedral, por lo tanto se hizo cerca de 1520. La ejecución del retablo la llevó a cabo Francisco de Baeza y sus colaboradores Sebastián de Almonacid y Juan de Talavera, finalizando el proyecto para el año 1539, fecha del fallecimiento del obispo en Barcelona, desde donde fue trasladado y enterrado en este lugar. Consta el retablo de tres cuerpos más banco y ático con tres calles. En el banco se encuentra una cartela que alude al obispo y varios adornos de grotescos y motivos vegetales, en el primer cuerpo en la parte central se encuentra un gran escudo con las armas del obispo y dos hornacinas en ambos lados con las imágenes de san Andrés y san Francisco, el segundo cuerpo dentro de una hornacina está la imagen del obispo Fadrique arrodillado en compañía de dos clérigos, con otras dos imágenes en las calles laterales también dentro de hornacinas de san Pedro y san Pablo, sobre este cuerpo hay un relieve de una Piedad y en ambos lados los escudos del mecenas y para terminar en el ático un Calvario policromado.


La Capilla del Doncel está situada en el lado sur del transepto, llamada también «capilla de San Juan y Santa Catalina» y que antiguamente formaba parte de una de las capillas absidiales de la catedral románica, la dedicada a santo Tomás de Canterbury. La entrada a la capilla se realiza a través de una reja ejecutada por Juan Francés entre 1526 a 1532, la portada es de estilo plateresco y la construyó Francisco de Baeza. En el interior hay varios enterramientos, destacando en el centro del panteón el mausoleo, de estilo renacentista, de los padres del Doncel, Fernando de Arce y Catalina de Sosa, sostenido por leones y con estatuas yacentes de ambos, la cabeza de ella sobre un cojín, la de él sobre laureles, indicando que murió guerreando. Destaca también, en el muro, el sepulcro plateresco de Fernando Vázquez de Arce, obispo de Canarias, consejero de Fernando el Católico y hermano del Doncel, el cual adquirió la capilla a la familia de La Cerda, antiguos propietarios desde el siglo XIV, con el fin de que sirviera como capilla funeraria para él y sus familiares, firmando el decreto por el que adquirían el derecho de sepultura el 9 de enero de 1487.
Pero la obra maestra de esta capilla y quizás de la catedral, es el enterramiento de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza: ...una de las obras maestras de la escultura funeraria. Fue encargada por su hermano, Fernando Vázquez de Arce, y, aunque se desconoce con exactitud el escultor, se le atribuye a Sebastián de Almonacid, que la realizaría en el taller que tenía en Guadalajara. La fecha de realización de este conjunto funerario es entre 1486, año de la defunción del Doncel, y 1504, en que sale citado en el testamento de su padre como ya realizado en la capilla de la catedral. Azcárate Ristori data su erección en los años 1490-1491, a lo sumo extendiendo esta fecha hasta 1495.​
El sepulcro colocado sobre tres leones está bajo una hornacina en arco de medio punto, con la estatua del Doncel en alabastro, está vestida con armadura y con la cruz de Santiago en el pecho, se aprecia el puño de una espada y un pequeño puñal en la cintura, la cabeza está cubierta con un bonete que se le adapta totalmente, pero lo que más resalta es que no es una figura yacente, dormida, sino que se encuentra recostado, con una pierna sobre la otra y apoya el brazo medio incorporado, en actitud de leer un libro que sostiene abierto en sus manos, en el frente del sepulcro dos pajes sujetan el escudo de armas y se encuentra ornamentado con delicadas tallas en candilieri. Toda la obra está policromada. La fecha de realización de este conjunto funerario es entre 1486, año de la defunción del Doncel y 1504 en que sale citado en el testamento de su padre como ya realizado en la capilla de la catedral.




El Retablo de San Juan y Santa Catalina se encuentra en el crucero, al lado de la capilla del Doncel y proviene de la sacristía de la mencionada capilla. Se compone de varias de las tablas realizadas hacia 1440, encargado por la familia de la Cerda. Las tablas están pintadas en un estilo gótico italianizante y en la tabla central se representa la Crucifixión mientras en las otras son escenas de la vida de san Juan y de santa Catalina, se conserva también la predela donde se observan diversas imágenes pintadas de los profetas. De este mismo retablo se encuentran diversas tablas guardadas en el Museo del Prado.

El Retablo de Nuestra Señora de la Leche está adosado, al pilar delantero del lado de la Epístola del coro, la imagen es de alabastro, de 1514, obra de Miguel de Aleas; el retablo, realizado en estilo plateresco es de Francisco de Baeza, las columnas, que enmarcan la media cúpula avenerada, también son del mismo material, terminando con un friso y un frontón, con el escudo del Cabildo catedralicio.


La Girola se construyó a finales del siglo XVI, abandonando la tipología anterior con el derribo de la antigua cabecera románica absidal con cinco capillas y substituyéndola por un deambulatorio que giraba alrededor del ábside mayor.​
Esta girola, presenta unas bóvedas de medio cañón, con arcos transversales circular de la nave, una de las capillas existentes en el siglo XII, la de san Juan Bautista y que había quedado su entrada tapiada por el mausoleo del obispo Fadrique, se convirtió en la sacristía menor o de los Mercenarios, haciéndose su acceso por la girola en el lado del Evangelio, tiene una portada barroca de 1688. A continuación se encuentra el sepulcro, de mármol blanco, del obispo Bernardo de Agén bajo un arcosolio y realizado en 1449 por Martín de Lande y que fue colocado en este lugar en 1598, a su lado se encuentra la sacristía mayor o «capilla de las cabezas» y la capilla del Espíritu Santo. La girola se fue construyendo y colocando en ella cinco altares a medida que la obra avanzaba en su construcción: el de san Ildefonso y el de san Felipe Neri en 1565, el de Nuestra Señora del Rosario en 1639, el de san Roque en 1662 y el de san Pedro Arbués el 1667. Por este lado hay una puerta de acceso a la capilla y sacristía del Cristo de la Misericordia. Los maestros de obra de la girola durante estos años fueron los llamados «cinco Juanes», por coincidir su nombre de pila; Juan Vélez, Sánchez del Pozo, Gutiérrez de Buega, de Ballesteros y quien la finalizó Juan Ramos.
En la girola pero ya en el lado de la Epístola se encuentra esta capilla que fue antiguo sagrario o sacristía mayor, con portada plateresca, de arco de medio punto y un frontón triangular renacentista, muy recargado, construida en 1498 por Miguel de Aleas y Fernando de Quejigas. La reja fue labrada por Domingo Zialceta en el año 1649. En el interior, tiene una bóveda gótica tardía del siglo XV, un retablo barroco del siglo XVII y un crucifijo, tallado en madera, llamado Cristo de la Misericordia datado del siglo XVI, esta capilla tiene también su correspondiente sacristía.



Situada en la parte norte de la girola se situa la Sacristia Mayor o de las Cabezas cuyo acceso se hace a través de una portada de piedra en estilo plateresco realizada en 1573 por el maestro de obras de la catedral Juan Sánchez del Pozo, presenta dentro de unas hornacinas diversas imágenes de apóstoles y las puertas son de madera de nogal talladas por Martín de Vandoma con catorce relieves de santas mártires. En 1532, Alonso de Covarrubias hizo el diseño, trazando los planos hasta que en 1534 fue nombrado maestro de obras de la catedral de Toledo por lo que abandonó Sigüenza, la construcción de la sacristía continuó a cargo del arquitecto Nicolás de Durango hasta su fallecimiento en 1554. Fue entonces cuando el cabildo de la catedral contrató para su substitución a Martín de Vandoma, cuatro años más tarde las obras se pararon al ser despedido Vandoma en 1559, sin que se sepa el motivo. Ante diversas quejas por parte de Vandoma, el cabildo accedió a volverlo admitir. y que continuase la obra de la sacristía, según una acta capitular del 18 de marzo de 1560, a partir de entonces aún continuó durante dieciocho años más trabajando en diversas obras de la catedral hasta su defunción en 1578.​
El interior de la capilla, es de planta rectangular con arcos de medio punto adosados a sus muros, donde está colocado el mobiliario propio de sacristía, desde estos arcos hay una cornisa donde se inicia la bóveda de medio cañón, completamente cubierta con casetones, en los que están esculpidas más de 300 cabezas representando toda clase de personajes de la época desde obispos a monjes, de guerreros a reyes, de campesinos a nobles. En los ángulos de los cuadrantes donde están los relieves de las cabezas hay otras más pequeñas de querubines y otros cuadrantes, alternándose con los anteriores, con rosas. El mobiliario de cajonería de madera de nogal que también fue realizada por Martín de Vandoma con adornos platerescos.




Desde la sacristía de las Cabezas, se entra a la capilla del Espiritu Santo de factura plateresca, por medio de una portada muy ornamentada y una reja plateresca de hierro forjado, obra de Hernando de Arenas, de 1561, según un diseño de Esteban Jamete y costeada por el obispo Fernando Niño de Guevara hacia 1561. El escudo del obispo está en ella y es una de las mejores rejas de la catedral. En el contrato de la reja se estipula que Hernando de Arenas cobraría mil ducados y que se realizaría en Cuenca, pero el dorado se haría en Sigüenza por Pedro de Villanueva.​
La capilla fue trazada por Esteban Jamete con planta cuadrada y con ornamentación plateresca.​ Está cubierta con una cúpula semiesférica sobre pechinas, que soportan una linterna majestuosa con la imagen del Padre Eterno, obra de Martín de Vandoma. Muestra en sus muros una Anunciación, donde la Virgen y el Árcangel están en muros opuestos. Sobre el altar, hay bustos de santos que contienen reliquias y, entre otras, una talla de ciprés del obispo san Martín de Hinojosa.


En la Nave Central la parte inicial del presbiterio, es de planta cuadrada y cubierta con una bóveda sexpartita, deja espacio para cuatro ventanales de estilo ojival, en las fachadas norte y sur. La nave principal se comenzó en 1495, en estilo gótico final, con la reedificación de las crucerías de esta nave y la parte superior de la capilla mayor; ésta se cierra en la zona del transepto con la reja del coro y enfrente cierra la reja de la capilla mayor. La cubierta y la linterna del transepto, bombardeadas en 1936, han sido reconstruidas con altas bóvedas góticas que apoyan en gruesos pilares fasciculados y cilíndricos. Las ventanas de la nave central son de gran tamaño, teniendo en cuenta que la parte alta se erige pasado el primer cuarto del siglo XIII, bajo el influjo del arte gótico del norte de Francia. Los tramos de la nave mayor son más largos que anchos. La consecuencia es que los apoyos están bastante separados y la bóveda, que cubre una superficie considerable, produce un gran empuje.
En ella podemos contemplar dos pulpitos situados a ambos lados de las columnas que la sujetan. Uno se encuentra situado en el lado del Evangelio junto a la entrada de la capilla mayor. Se construyó este púlpito a finales del siglo XVI, es una obra importante de estilo plateresco de planta octogonal y con escenas de la Pasión de Cristo. Se sostiene sobre una columna cilíndrica de fuste estriado con capitel jónico-corintio, fue construido por el artista Martín de Vandoma el año 1572. El otro se encuentra en el lado de la Epístola a la entrada de la capilla mayor. Realizado en mármol blanco, es de estilo gótico, que encargó y donó el cardenal Mendoza. Presenta en sus relieves temas alusivos al cardenal-obispo; fue realizado por Rodrigo Alemán en 1495-1496, se encuentra sobre una columna octogonal con capitel de orden corintio.



La Capilla Mayor está situada en lo que era el ábside mayor de la construcción románica, tiene una cubierta de bóveda dividida en nueve partes, con siete ventanales de arcos apuntados. Tuvo el coro primitivo de alabastro adosado en sus muros y presidido por la cátedra del obispo, hasta que en el siglo XVI se trasladó al centro de la nave principal después del crucero y en 1491 el cardenal Mendoza mandó construir uno nuevo de madera. Fue en época de este obispo cuando fue restaurada la capilla e hizo elevar los muros y la bóveda del ábside.​
Se accede a este recinto, entre dos púlpitos, uno gótico y otro plateresco y por una reja plateresca de hierro forjado, realizada por Domingo de Zialceta en el año 1633, rematada con un calvario en su parte superior realizado por Rodríguez Liberal.​
En su interior en ambos lados se encuentran situados diversos sepulcros. En el muro derecho de la Epístola, sobre la puerta que da a la girola, hay el enterramiento gótico-borgoñón, del obispo Alonso Carrillo de Albornoz, cardenal de San Eustaquio; fue mandado construir por su sobrino el obispo Alonso Carrillo de Acuña, está la figura yacente tratada con gran realismo, y es tenida como ejemplo de escultura funeraria gótica castellana del siglo XV, a sus lados se encuentran las estatuas de san Pedro y san Pablo y por encima de éstas unos pináculos que terminan en una hilera de arcos ciegos el sepulcro está dentro de un arco conopial.​ Entre otros se encuentra también el sepulcro del obispo Pedro de Leucate, primer constructor de la catedral, aunque la imagen yacente fue realizada, más tarde, por orden del cardenal Mendoza, con vestido pontifical, mitra y báculo pastoral, por lo tanto con vestiduras posteriores a su defunción.
El retablo para la capilla mayor, fue un encargo del obispo franciscano fray Mateo de Burgos a los escultores Pompeo Leoni y Giraldo de Merlo, los cuales firmaron el contrato para su ejecución el 24 de septiembre de 1608. Con motivo de la defunción ese mismo año de Pompeo Leoni, se hizo cargo de su realización Giraldo de Merlo. Las trazas se hicieron, según el deseo del obispo, ocupando el máximo del espacio posible pero dejando libre la parte superior donde se habían de colocar unos vitrales, también donados por el mismo obispo. Se construyó entre 1609 y 1613 en estilo manierista y la policromía fue realizada por los pintores Diego de Baeza y Mateo Paredes.​
Consta de predela con tres cuerpos de diferentes órdenes, jónico, corintio y compuesto,​ y un coronamiento superior. En la predela se encuentran cuatro relieves con escenas de la Pasión de Cristo. En el primer cuerpo, en la calle central hay un tabernáculo de tres pisos con las imágenes de san Pedro y san Pablo, la Última cena y en el último piso el Salvador. En las calles laterales con la separación hecha con columnas jónicas, se encuentran en los extremos las figuras de san Andrés y san Francisco de Asís, en la calle lateral derecha la Transfiguración de Cristo y en el lado izquierdo la Inmaculada Concepción. En el segundo cuerpo el orden de las columnas es corintio, en la calle central se encuentra la Asunción, en el lateral derecho un gran relieve de la Adoración de los Reyes, en el lado izquierdo la Natividad y en los extremos las imágenes de santa Ana y santa Librada. En el tercer cuerpo en la parte central se encuentra un Calvario: Cristo en la cruz con María y san Juan Bautista y a sus lados los relieves del Pentecostés y la Ascensión de Cristo con dos figuras exentas de santos en cada extremo. El coronamiento final del retablo se realizó con un gran escudo del obispo comitente sostenido por dos ángeles y dos representaciones de las virtudes.


El Coro situado en el centro de la nave principal, fue construido por iniciativa del cardenal Pedro González de Mendoza, substituyendo al anterior realizado en alabastro y que estaba colocado primero en la capilla mayor y más tarde había estado trasladado a la nave central.
La planta del recinto es rectangular, y está compuesto el coro por ochenta y cuatro asientos, situados en dos filas, la segunda más elevada, la sillería es de nogal, con los respaldos, con ornamentación de estilo gótico de celosías que no se repiten y escudos de armas obispales; sobre los asientos de la sillería alta, hay un dosel corrido, en gótico florido.
En el centro de esta sillería se encuentra la silla episcopal de respaldo tallado con dos imágenes y el escudo del cardenal Mendoza, está cubierta con un gran dosel con pináculo realizado en el mismo estilo. Fueron diversos los tallistas escultores que trabajaron en la sillería del coro bajo la dirección de Martín Sánchez, también participó el vecino de Sigüenza llamado Alfonso González, en 1503 estaban trabajando en él, Petit Juan, Francisco Coca y Martín Vandoma, la silla del obispo se cree que fue realizada por el maestro Rodrigo Alemán, que también trabajó en la sillería baja.
Coronando la sillería superior y sobre el dosel corrido, se extienden dos tribunas, donde se encuentra el órgano churrigueresco, con una balaustrada plateresca y escudos del cabildo catedralicio y del obispo comitente Fadrique de Portugal. Se cierra el recinto con una reja renacentista de hierro forjado del año 1649, que presenta tres imágenes en la parte superior de santo Domingo Guzmán, la Virgen del Rosario y santo Tomás de Aquino, realizadas en chapa recortada por el artista Domingo de Zialceta bajo el patrocinio del obispo Pedro de Tapia.


En la época del renacimiento, la catedral consta que tenía tres órganos entre los años 1522 y 1538. En los libros de obra del templo hay noticias de los trabajos que se iban realizando en los órganos ya fueran de talla o de pintura, así el maestro Pierre realizó el coronamiento del órgano pequeño y Fernando de Carasa las puertas de todos los órganos; Juan de Artega pintó barandillas y tribunas de los órganos y del coro, Villoldo pintó los medianos y su caja, las puertas y el coronamiento del pequeño en el año 1526, Juan Soreda, también en el mismo año, consta que pintó los órganos grandes y nuevamente a los diez años se encargó a Pedro Villanueva la pintura de «las puertas y caja de los órganos grandes».​
Los obispos que más se ocuparon de la actividad musical de la catedral fueron Fadrique de Portugal, personaje culto y que por sus acciones políticas llegó a ocupar el cargo de Virrey de Cataluña y también el obispo Pedro de la Gasca tuvo gran preocupación por la música.​
La capilla de música de la catedral, tuvo buenos maestros, durante el mandato del cardenal Mendoza ocupó el cargo de organista Villagrán a quien le sucedió, en 1504, Pierres de origen francés, más tarde en 1530 se nombró a Cristóbal de Morales como uno de «los maestros que vinieron a ver los órganos». Otros personajes conocidos constan en el archivo de la catedral, Mateo Flecha el Viejo en 1539, Francisco de Salinas en 1559 a quien sucedió Hernando de Cabezón hijo de Antonio de Cabezón desde 1563 a 1564.​
El día 26 de noviembre de 2011 se procedió a la bendición e inauguración del nuevo órgano en la S.I. Catedral Basílica de Sigüenza, dedicado a San Pascual, habiendo sido construido por El Taller de Organería Acitores, de Torquemada (Palencia). El órgano de San Pascual de la catedral seguntina consta de dos teclados manuales de 56 notas y teclado pedalero de 30 notas, transmisión mecánica de notas y registros, 3 acoplamientos y un trémolo. Tiene 1.390 tubos distribuidos en 30 registros. El nuevo órgano viene a sustituir, y en su mismo lugar, en el coro alto de la Catedral, al construido en 1750 por el organero navarro Joseph Loytegui, que fue destruido durante la Guerra Civil, en 1936.


Entrando por la fachada principal lo primero que sorprende del templo es el conjunto monumental de estilo barroco de que consta el trascoro. Hasta el siglo XVII se encontraban adosados en su muro tres altares. En 1666 por deseo del obispo Andrés Bravo de Salamanca, encargó a Juan de Lobera y Pedro Miranda la realización del gran retablo barroco para colocar la imagen de Santa María de la Mayor, de quien era muy devoto el obispo.​
El altar está constituido por seis grandes columnas salomónicas de mármol negro traído desde Calatorao, otras cuatro columnas un poco más pequeñas son de mármol rojo de Cehegín y también se utilizó el mármol blanco de Fuentes de Jiloca. En una hornacina colocada en la parte central del retablo se encuentra situada la imagen de Santa María, patrona de Sigüenza.​
La escultura de Santa María, es una imagen románica del siglo XII, se cree que fue una ofrenda del obispo Bernardo de Agén, y era la imagen que le acompañaba en sus reconquistas por los territorios del obispado. Es de madera de ciprés policromada, lleva sobre la rodilla izquierda a su hijo Jesús y en su mano derecha sostiene una flor de lis. Por encontrarse muy deteriorada en el siglo XIV, fue reformada dándole un «aire gótico» y revestida con chapa de plata. Fue venerada en el primitivo retablo del altar mayor de la catedral, de donde le proviene el nombre popular de Santa María de la Mayor. Cuando se construyó el nuevo retablo para la capilla mayor, la imagen se trasladó a la iglesia de Santa María de los Huertos y en 1617 volvió a la catedral para ocupar un lugar en el retablo de la capilla de la Anunciación hasta el año 1673, en el que se trasladó definitivamente al altar del trascoro. Durante la guerra civil española, la imagen sufrió diversos daños que obligaron a una nueva restauración en 1974, en la que se retiraron las chapas de plata que cubría la madera policromada, dejándola como parece que tenía que ser su apariencia original.



En la nave de la derecha o de la Epistola no se encuentra edificada ninguna capilla. Los alteres desde la entrada principal son el dedicado a san Bartolomé o santa Cecilia, que se encuentra al lado de la puerta de subida a la torre del campanario. Altar con retablo barroco de 1718,​ dedicado a santa Ana; el altar de san Pascual Bailón también barroco del año 1691 se encuentra en el muro correspondiente al coro. Al lado del altar dedicado a Nuestra Señora de las Nieves de 1718, se encuentra el sepulcro de Pedro García de la Cornudilla de 1462, la figura del yacente mide metro setenta y ocho centímetros, le falta la cabeza y está muy deteriorado el resto del monumento.



El claustro se encuentra adosado al muro norte en la parte central del edificio de la catedral, tiene planta cuadrangular con una medida de cuarenta metros por lado, estas galerías tienen cada una de ellas siete grandes ventanales ojivales con calados góticos; todas estas arcadas se encuentran protegidas por rejas de la misma época. Las cuatro galerías del claustro son conocidas con diferentes nombre, la del norte como «Panda de San Sebastián» o «de la bodega»; la de poniente como «Panda del Palacio»; la del este como «Panda de los Caballeros» o «del Cabildo» y la del sur como «Panda de Santa Magdalena». Tienen dos puertas de acceso al patio donde se encuentra un jardín y una fuente central de piedra. En todos sus muros tiene diversas sepulturas, como era normal realizar en la época:
El nuevo claustro de estilo gótico, en substitución del anterior románico, que al tener la techumbre de madera estaba en un estado ruinoso, se inició su reedificación en 1505, por iniciativa del obispo y cardenal Bernardino López de Carvajal, ya nombrado cardenal y residente en Roma, con ayuda del cardenal Cisneros, antiguo capellán mayor de la catedral en tiempos del obispo Pedro González de Mendoza. Es de estilo gótico tardío, con elementos renacentistas, las bóvedas de las galerías son de crucería sexpartita con las claves en policromía representando los escudos del cabildo catedralicio y del obispo López de Carvajal. En la parte este, se encuentra la sala capitular de verano, antigua capilla de Nuestra Señora de la Paz y museo diocesano, que está decorada con una magnífica colección de tapices flamencos, la capilla de Santiago Zabedeo y la librería con una portada con decoración plateresca del siglo XVI.​ La galería sur, también está dedicada a enterramientos y se encuentra en ella la Puerta del Jaspe que comunica con la catedral. En la galería norte está la capilla de la Concepción y la parte oeste es medianera con la parroquia de san Pedro, antigua sacristía. En el centro del jardín, aparece un elegante y bellísimo brocal renacentista del magnífico aljibe de sillería, que sirvió antiguamente para surtir de agua potable a los capitulares, beneficiados y muchos vecinos de la ciudad. Unas preciosas puertas de arcos semicirculares y decoración plateresca, cerradas por rejas del mismo estilo, dan acceso al jardín central de dicho claustro.







La construcción de la capilla de la Concepción se realizó bajo el encargo del obispo Diego Serrano el año 1509 para sepultura suya y de su familia y es el centro de la capilla donde tuvo su sepulcro el obispo, el que se debió de retirar y perder en el siglo XVII. Hay escudos del obispo colocados cerca del arco de la entrada con una inscripción que dice: «Fallesció el protonotario D. Diego Serrano, Abad de Santa Coloma, fundador de esta capilla, a catorce días del mes de marzo de 1522 años. Laus deo.»​
Se encuentra situada en la galería norte del claustro de la catedral y es de estilo gótico con ornamentación renacentista como grutescos y balaustradas. La bóveda es de crucería gótico - mudéjar con nervaduras y la decoración de las claves está realizada con policromía. Sobre los muros quedan restos de antiguas pinturas murales, simulando grandes arcadas con ventanales a través de los cuales se aprecian paisajes de jardines y ciudades realizadas por el pintor Francisco Peregrina.​
Su portada se abre, entre dos pilastras muy decoradas y termina en un friso, decorado con una imagen de la Virgen María en piedra, debajo del cual se encuentra un arco escorzano, muy decorado. Esta puerta cierra con una reja de hierro forjado del maestro Usón datada entre 1498 y 1519 con bellos motivos como sirenas coronadas.
Lo más digno de admiración es la pintura sobre lienzo, obra del pincel de aquel Doménicos Theotocópulos, que fue llamado «el Greco». Su inspiración más celeste que humana. La vista no se cansa de contemplar dentro de un rico y personal cromatismo, pleno de luminosidad, la fuerza de las alas del arcángel; el ritmo ingrávido de su cuerpo, movido únicamente a impulso de su espíritu, sin esfuerzo muscular alguno; la verticalidad que sugiere el conjunto de su figura anhelante, apoyada en escultórica nube; la suave intensidad expresiva del místico coloquio, acompañado de una gesticulación finamente reposada y deprecatoria; el acentuado alargamiento de rostros, manos y puntiagudos dedos, por los que, como se ha dicho, parece que va a escaparse el alma; el bello y amplio rompimiento del cielo, con la aparición, entre áureos fulgores, del Divino Espíritu, escoltado por querubines, y se deducirá que esta Anunciación cretense de la catedral de Sigüenza es una de las más exquisitas y espirituales versiones del augusto Misterio. Corresponde a la última fase del artista, principios del siglo XVII.




Finalmente podemos visitar en la catedral su Museo Catedralicio compuesto de tres espacios situados en el claustro en la Panda de los Caballeros. La primera sala se encuentra en la antigua Capilla de Ntra. Sra. de la Concepción, construida a principios del siglo XVI, con una portada plateresca, que fue Sala Capitular y Librería del Cabildo. En ella destacan, además de su portada plateresca cerrada por una reja labrada, un retablo de piedra caliza del siglo XVI y dos lienzos del XVII con la Inmaculada y San Pedro.
La segunda sala está en la Capilla de Ntra. Sra. de la Paz, antigua Sala Capitular de Verano, rodeada de un banco corrido desde el cual se seguían los actos de graduación de la Universidad Seguntina hasta el año de 1666. En ella se exponen varios tapices flamencos del siglo XVII regalados por el obispo Bravo de Salamanca. Destaca también su bello artesonado mudéjar.
También podemos observar algunos tapices flamencos en la tercera sala, la Antigua Fragua, que alberga además bellísimas tallas de los siglos XIII al XVIII: una Virgen gótica, San Mateo, La Piedad...
El obispo de la catedral Andrés Bravo de Salamanca, donó los dieciséis tapices que forman parte del tesoro catedralicio y que se encargaron a los talleres de Jean Le Clerc y a los de Daniel Eggermans ambos de Bruselas. Los tapices se concluyeron el año 1668 y constan de dos series: ocho de ellos representan escenas sobre la Historia de Rómulo y Remo y los otros ocho, las virtudes mitológicas de la diosa Atenea en Alegoría de Atenea.
La catedral cuenta con una pequeña colección de banderas militares de gran valor histórico.​ Destacan en primer lugar una bandera portuguesa y otra inglesa (ambas de la armada de Sir Francis Drake) que fueron capturadas en la batalla naval de Lisboa de 1589 a manos de un descendiente del Doncel de Sigüenza. A esta se suma la llamada bandera del Regimiento Provincial de Sigüenza, de mitad del siglo XVII recuperada por la Asociación de Amigos de la Catedral de Sigüenza.






Una vez visitada la catedral continuamos nuestro recorrido por la Sigüenza renacentista dirigiendonos hacia el Museo Diocesano que se ubica en una esquina de la Plaza del Obispo. A finales del siglo XV el cardenal D. Pedro González de Mendoza, siendo obispo de Sigüenza, introdujo los principios urbanísticos renacentistas en su ciudad, abriendo una plaza, la actual Plaza Mayor, ante la fachada meridional de la catedral para permitir su mejor contemplación, tras derrocar parte del muro norte de la muralla del XIV de la ciudad. Años después, su sucesor, el cardenal Bernardino López de Carvajal, por deseo del Cabildo y para dar cabida al aumento de la población, mandó construir un nuevo barrio ante la fachada principal de la catedral, tras eliminar parte del muro occidental de la muralla que la rodeaba. Barrio que es considerado el primer ensanche renacentista de España.
Una amplia muralla, cuyas puertas monumentales, de Medina y Guadalajara, se derrocaron en la Guerra de la Independencia, rodeaba sus calles anchas y rectas (actuales de Guadalajara, Medina, Seminario, Yedra y prolongación de Comedias). En esta Sigüenza renacentista, además de la catedral, ante cuya puerta principal se dispuso un amplio atrio, en el que se alzó el nuevo edificio de la Contaduría, destaca el palacio de Fadrique de Portugal, en la calle de la Yedra, del que conservamos su espléndida portada, en la que luce su escudo. También es de esta época el palacio renacentista que en la actualidad es sede del Museo Diocesano de Arte Antiguo.
Cerca de dicho edificio podemos contemplar la Fuente de la Catedral de estilo barroco construida en el siglo XVII que tiene tres caños que vierten su agua en un pilar y que está rematada por el escudo de la villa.




El Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza se encuentra en el palacete de estilo neoclásico construido en el siglo XVI conocido como "Antigua Casa de los Barrena", frente a la catedral. El edificio perteneció a la familia Gamboa, siendo adquirido por el obispo Lorenzo Bericiartúa Valerdi, en el año 1956, para destinarlo a museo diocesano. El museo fue inaugurado el 11 de mayo de 1968, siendo obispo Laureano Castán Lacoma. En los últimos años el museo ha sufrido grandes reformas que lo han adaptado a los tiempos actuales. El museo se articula mediante salas pertenecientes a las antiguas estancias palaciegas ubicadas alrededor de un patio central porticado mediante columnas toscanas.
A pesar de ser un espacio museístico no demasiado grande, ofrece mucho interés para los amantes de la historia y del arte pues conserva piezas de gran valor y ha sido complementado recientemente con maquetas y algunas reproducciones de esculturas románicas y góticas que, de otro modo, no se podrían contemplar por estar actualmente ocultas o en rincones poco visibles.
El museo guarda una muestra de lo que es el rico fondo de la Diócesis de Sigüenza (una de las más antiguas de España). Se muestran algunos restos arqueológicos, no sólo de la zona, sino también procedentes de culturas precolombinas, Mesopotamia o la Grecia Clásica. Destacan los restos procedentes de diferentes pueblos de la zona, ante todo, arte sacro.
Centrándonos exclusivamente en la colección medieval de este museo hay numerosas piezas a destacar.
Además de la recepción que encontramos al entrar, enseguida hallamos una estancia que se abre tras pasar bajo dos bellos arcos angrelados de estilo mudéjar recuperados de una vivienda de la Travesaña Baja de Sigüenza. Esta sala está presidida por una de las obras más importantes del museo: el cuadro de la Virgen Niña, de Zurbarán.
Pero volviendo a nuestro principal interés por lo medieval, está sala también está protagonizada por una buena colección de imaginería gótica y otras piezas que luego describiremos.
Dentro de la categoría de imágenes en madera hay que fijarse en varias Vírgenes "Trono de Sabiduría" como la Virgen de la Sopeña procedentes de San Andrés del Congosto (siglo XIII-XIV), o la que se encontraba en la Ermita de San Bernabé de Hijes (siglos XIV-XV). Otra Virgen conocida como de la Concepción es una interesante talla gótica de madera con restos de policromía, procedente de la propia catedral. Una singular y pequeña pieza que tenemos que contemplar con detenimiento es el relieve gótico de alabastro policromado de la Escuela de York con el Descendimiento de Cristo.
Aunque de pequeño tamaño -pueden pasar desapercibidos- no podemos dejar de admirar dos fragmentos de tela bordada de origen sasánido (siglos XI-XII) que pertenecían a la arqueta relicario que contenía las reliquias de Santa Librada. Hay que recordar que Don Bernardo de Agen hizo traer parte de los restos mortales de Santa Librada y San Sacerdote a su nueva sede episcopal. La primera fue una cristiana martirizada en el siglo III durante las persecuciones romanas y sus reliquias se guardaban en el monasterio aquitano de Sainte Livrade sur Lot. Estos dos lujosos fragmentos de tela persa eran parte del revestimiento de las reliquias. En uno de ellos aparecen dos grifos rodeados de diferentes elementos geométricos y zoomorfos. En el otro, la protagonista es una gran águila con las alas explayadas con dos círculos que contienen las figuras de sendos cuadrúpedos.
En los últimos tiempos se han hecho exquisitas y fieles reproducciones de ménsulas figuradas románicas ubicadas en el interior de la capilla mayor y también del conjunto escultórico de la trompa que se sitúa en el brazo sur del transepto y que, debido a su considerable altura, muy pocos la descubren y menos aún aciertan a identificar su iconografía. También se exponen reproducciones de metopas y canecillos goticos de las cornisas superiores de la nave central.
Otras salas muestran importantes creaciones como el cuadro del Santo Entierro, atribuido a un discípulo del Tiziano; la pintura de óleo sobre tabla del Maestro de Pozancos que también trata de la sepultura de Cristo, incluso una pareja de campanas del siglo XV con sendas inscripciones perfectamente legibles.
Pero con seguridad, volviendo a la imaginería medieval, el grupo más importante del Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza es el Calvario gótico del siglo XIV procedente de la aldea despoblada de Villacadima. Es de monumentales proporciones, policromado y dorado. Son de gran expresividad los rostros tanto de Cristo como de la Virgen y San Juan. Se aprecia un avanzado naturalismo en los pliegues de todos los ropajes.
En otra de la salas el museo hallamos una puerta románica procedente de la iglesia parroquial de Jócar. De pequeño tamaño, como corresponde a un templo rural, guarda sus armoniosas formas a base de cuatro arquivoltas de medio punto lisas y de aristas vivas apenas decoradas con puntas de diamante y pequeños cuadrados incisos. Los apoyos son las jambas y dos parejas de columnas. Dos de los capiteles son figurados a base de aves y personajes de cuerpo entero.
A pocos metros de esta puerta tenemos la pila bautismal románica procedente de Canales del Ducado. Es de tipo cubeta, cilíndrica, con arcos de medio punto sobre columnas que acogen algunos personajes, plantas y animales. La parte superior está ornada con tallos vegetales ondulantes.
Recientemente, se han colocado en el centro del patio del museo dos espectaculares maquetas que reflejan momentos distintos de la construcción de la catedral seguntina: la fase románica y la subsiguiente etapa gótica. El detallismo de estas creaciones es soberbio pero sobre todo resultan muy interesantes pues muestran la compleja evolución arquitectónica de la seo seguntina desde sus comienzos plenamente románicos hasta su finalización gótica. Hay que recordar que trabajaron durante tres siglos numerosos talleres que fueron modificando el plan inicial, lo que se traduce en que la catedral de Sigüenza no es fácil de interpretar puesto que estilos y tendencias se entremezclan y superponen de forma delicada pero a veces confusa para quien no conozca bien sus fases constructivas.









Una vez visitado el museo descendemos por la calle Medina donde podemos contemplar varias casas señoriales del siglo XVI hoy en dia algunas reconvertidas en alojamientos turisticos hasta que llegamos a la Plaza de las 8 Esquinas, inicio del popular Barrio de San Roque dando inicio a la Sigüenza Ilustrada y Barroca. 



En pleno Siglo de las Luces, etapa de importantes y generalizadas reformas sociales y culturales. Juan Díaz de la Guerra es nombrado obispo de Sigüenza. Hombre culto, se implicó desde el inicio de su prelatura en mejorar la calidad de vida de sus feligreses y en el desarrollo cultural y económico de la Diócesis. Promovió importantes obras públicas, una fábrica de papel y obras en la catedral, entre otras. Pero su más importante legado es, sin duda, un fastuoso barrio de nueva planta, moderno y racional. El espacio elegido es irregular, ubicado en la parte baja de la ciudad, cerca del río, en el que se encuentra la ermita de San Roque, que dará nombre al barrio nuevo.
Su diseño, realizado por el arquitecto Luigi Bernasconi, se basó en un modelo urbanístico habitual de esta etapa ilustrada, caracterizado por el orden, el equilibrio y la simetría. Trazado de calles en damero y viviendas regulares, de aspecto exterior uniforme, con amplios portales y grandes balcones. Los interiores son cómodos, de amplios espacios, con patios y jardines. Es un tipo de vivienda pensada para una burguesía comercial pujante que demanda equipamientos modernos. El nuevo barrio de San Roque, rompió así con los espacios urbanos medieval y renacentista existentes, pero a los que va a complementar, conformando un espectacular conjunto urbanístico y arquitectónico.
Extramuros de la ciudad, en tiempos posteriores, serán construidos artísticos edificios, de carácter sacro y conventual, que van a perfilar la expansión urbana de Sigüenza hacia las márgenes del río: la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos, con bella portada plateresca, hoy convento de monjas clarisas, el conjunto barroco de la antigua universidad, futuro palacio episcopal, el seminario conciliar, la ermita del Humilladero y el convento de san Francisco, en la actualidad ocupado por la iglesia y colegio de religiosas ursulinas, y el enorme caserón de la Real Casa de Enseñanza y Misericordia, costea- do por Carlos III, que al presente alberga el colegio de la Sagrada Familia.


Comenzamos nuestro recorrido por este precioso barrio en la mencionada anteriormente Plaza de las Ocho Esquinas, un cruce de calles muy peculiar, para dirigirnos por la calle San Roque hacia el Callejon de los Infantes donde se ubica el Palacio que le da nombre. Se trata de una primorosa obra del barroco seguntino, ejecutada por el maestro Bernasconi, situado al pie de la puerta de Campo de la catedral, en el lugar denominado callejón de los Infantes. El edificio servía de acomodo a los niños cantores de la escolanía de la catedral, además de albergar a los miembros de una capilla de música, fundada en el siglo XVI. El palacio exhibe una hermosa portada barroca, con un friso con figuras de niños, y sobre ella luce un balcón rematado con una imagen de san Felipe Neri, en cumplida hornacina. En su interior presenta un gran patio barroco, de excelentes medidas, con ventanas de cuarterones y triple galería. En la actualidad la residencia y casa de espiritualidad, además de centro de formación profesional, es de los padres josefinos de Murialdo.


El primitivo proyecto del barrio de san Roque incluía una fonda, una hospedería y un cuartel, sito en las últimas casas frente a la Alameda, y la vieja ermita dedicada a San Roque, un pequeño templo de una nave al que se accede a través de un atrio protegido por rejas, luego demolida y sustituida por la elevada en 1806, en hechuras neoclásicas, hoy sin culto y restaurada como sala de exposiciones y conciertos. A finales del siglo XIX, en el centro de la plazuela de las ocho esquinas, fue colocada una airosa fuente, la fuente de Medina, desmontada años después.



Desde el callejón de Infantes, discurre el antiguo camino de los frailes, salida natural de la ciudad hacia el norte, así nombrado por conducir hacia los primigenios edificios del colegio de clérigos de san Antonio de Portaceli, luego elevado al rango universitario, ubicados en el cerro de la Solana, al otro lado del río. Este camino, hoy paseo de las Cruces, forma la plazuela rectangular del mismo nombre, adornada por castaños de indias, bello lugar de sosiego y reposo del barrio de san Roque, donde se alza un crucero con tres cruces de piedra, adornada por castaños de indias, formando uno de los más pintorescos y recoletos rincones de la urbanización ilustrada. Por la parte norte, la plazuela limitaba con unos jardines, los Jardinillos, adornados con una curiosa fuente, ahora ocupados y ocultos por modernas instalaciones.


Enfrente de la plazuela y junto al inicio del Paseo de la Alameda se ubican la Ermita de la Vera Cruz y la imponente estampa del conjunto barroco formado por el convento y la iglesia de Las Ursulinas, con su fachada ondulante, de curvas y contracurvas, que nos transporta a la Roma de Borromini. La iglesia se construyó en la primera mitad del siglo XVIII según las trazas del arquitecto Juan Durón.
La historia de esta fachada, de este templo y del conjunto conventual es larga. Por iniciativa de un matrimonio aristócrata se empezó en 1601 a levantar en este lugar una iglesia, que en 1603 fue ocupada por frailes Carmelitas Descalzos, quienes permanecieron en convento hasta 1614, marchándose así, por las buenas, sin despedirse de nadie. Los tales señores tan generosos fueron don Antonio de Salazar y doña Catalina Villel, que lo eran de Pelegrina y La Cabrera.
En 1623 vinieron los franciscanos, con el patrocinio del hijo de los anteriores señores, don Juan de Salazar. Procedían del colegio franciscano de San Pedro y San Pablo de Alcalá de Henares, y aquí permanecieron durante dos siglos cumplidos, hasta que la llegada de la Desamortización liberal, en 1835, los puso en la calle, y al edificio en venta y desguace.
Antes se había construido de nuevo el convento, a lo grande, y la iglesia, bajo la dirección del arquitecto Manuel Serrano, “Maestro arquitecto y titular de las Reales Obras de su Majestad”. Él fue quien trazó espacios, plantas y alzó fachadas, en 1740. Poco después, y también con el apoyo del obispo seguntino fray José García, de la Orden Seráfica, el retablista José Durán construyó un altar imponente, de subido barroco, con una talla de la Virgen de la Porciúncula (que ese tan raro el nombre y advocación que tenía el convento frailuno) en lo alto. Esto duró hasta 1936, en que fue quemado.
Y como última etapa de la historia convulsa y azarosa de este edificio seguntino, hay que menciona la llegada, en 1867, de las madre Ursulinas, que procedían de Molina de Aragón, donde tuvieron convento junto a San Pedro, y de donde se fueron huidas cuando los franceses, pasando por Lebrancón, y Medinaceli, acabando luego en Sigüenza, en unas casas en torno a la ermita de San Roque, donde las puso el obispo Bejarano. Ese convento, llamado de Jesús, María y José, estuvo muchos años en precario, hasta que tras los correspondientes arreglos y con ayuda de obispos y particulares, se abrió la casa de Ursulinas que hoy vemos, y hasta hoy dura, con el intervalo de la Guerra Civil, en la que fue bastante dañado, por lo que al quedarse sin retablo la iglesia, se puso aquí el procedente de la de Nuestra Señora de los Huertos.


La Ermita de la Veracruz data del siglo XII y fue construida por la Orden de los Caballeros del Temple, conocidos por su vinculación con la protección de los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa. Su arquitectura destaca por sus líneas sencillas y sobrias, características del estilo románico, con una planta de cruz latina y una única nave rectangular. En su interior, se conservan una serie de frescos que representan escenas bíblicas y religiosas, así como un altar mayor decorado con motivos geométricos y florales. Uno de los elementos más destacados de la ermita es su impresionante portada, que se encuentra decorada con relieves que representan escenas de la Pasión de Cristo. Se trata de una auténtica joya del arte románico, que ha sido cuidadosamente restaurada y conservada a lo largo de los siglos para el disfrute de los visitantes.


Al morir Juan Díaz de la Guerra, en el año 1800, le sucede en la diócesis seguntina Pedro Inocencio Vejarano, luego diputado en las Cortes de Cádiz, que va a culminar el barrio de san Roque con el diseño de la Alameda, el gran jardín y paseo seguntino, en la ribera del río Henares. Un risueño parque neoclásico, a modo de magno salón urbano, diseñado por el maestro Pascual Refusta, ceñido por una larga barbacana y hermoseado por dos puertas de piedra abiertas a todos los vientos. En la situada al este, en el frontis de un rojizo arco barroco, engalanado con el escudo del obispo, puede leerse una curiosa inscripción, escrita en lengua latina, alusiva al destino fundacional del paseo como solaz de los pobres y decoro de la ciudad. A sus pies, una amplia glorieta, antes adornada por una fuente, queda enmarcada por cuatro altas pirámides de piedra, rematadas con granadas, en recuerdo de la ciudad natal del entusiasta prelado. Una amplia avenida central, donde ahora se ubica un estanque circular con surtidor, y dos paseos laterales, todos ceñidos por grandes árboles, perfeccionan su acabado diseño.
La geométrica disposición del verde tapiz de la Alameda, modela un delicado remate vegetal del ba- rrio de san Roque, y la más perfecta plenitud del urbanismo histórico de Sigüenza. Fastuosa sinfonía de espléndidos volúmenes y cambiantes tonalidades.





Junto al parque de la Alameda podemos contemplar el edificio conventual del monasterio de Nuestra Señora de los Huertos cuyo estilo arquitectonico es gótico-renacentista y está habitado por una comunidad de monjas clarisas.
En 1512 comenzó a erigirse esta iglesia a orillas del río Henares, en terrenos donde estuvo emplazada la antigua iglesia visigótica que vino a ocupar Bernardo de Agén (de la que quedan como restos sus torres de defensa), a principios del siglo XII, bajo el mecenazgo del deán Clemente López de Frías. En la fábrica trabajaron varios arquitectos, siendo terminada tal vez por el llamado Maese Juan (Ivan), quien se esculpió en pequeña figura que adorna las alturas de la Capilla Mayor. El uso monástico de la iglesia es moderno: se remonta a 1940, cuando se trasladaron a este lugar una comunidad de monjas clarisas, las cuales construyeron el convento anejo a la iglesia.
Se trata de un edificio tardogótico con adornos platerescos; típico de su perímetro exterior es la serie de botareles o contrafuertes decorados y rematados con gárgolas y pináculos o imágenes, de factura algo tosca. La portada, de estilo plateresco, se cobija bajo arco escarzano y su tímpano semicircular está presidido por la imagen de la Virgen sedente con el Niño, que flanquean las figuras arrodilladas de un ángel y del deán López de Frías. En el patio exterior se enterraba a los pobres y enfermos que morían en el Hospital de San Mateo, y desde los primeros años del siglo XIX hasta 1906 sirvió de cementerio público. Precisamente, la última intervención arqueológica en el atrio de la iglesia ha permitido encontrar restos interesantes, como la antigua calzada procesional de acceso a la iglesia.
El interior, de nave única, ofrece bella bóveda de crucería. Una artística reja cierra el presbiterio, donde se ha empotrado, en el muro del Evangelio (izquierdo), el mausoleo plateresco del arcediano Francisco de Villanuño, hermano de la abadesa y priora del antiguo convento de la tercera orden de San Francisco fundado con su ayuda junto a la iglesia de Santiago. La cartela del mausoleo corresponde en sus descripciones al viejo y derruido convento de donde se trajo.
La Capilla Mayor está presidida por un retablo renacentista pintado directamente en la pared, con cinco escenas enmarcadas por un moldurado plateresco labrado en piedra; en su centro, la hornacina con la imagen de la Virgen de los Huertos, con el Niño en brazos. La iglesia expone el Santísimo Sacramento en horario continuo de 8,30 h. a 19,30 h. Desde 1931, el Monasterio es habitado por las hermanas clarisas, que realizan bordados de ornamentos litúrgicos y repostería.



Finalmente en una esquina del paseo podemos contemplar el edificio de la Ermita del Humilladero. Esta ermita es un ejemplo de los pequeños templos ubicados a la entrada de las poblaciones durante los siglos XV y XVI para oración y descanso de los viajeros y caminantes. El lugar elegido para su construcción en 1568 es, como es habitual en las ermitas de humilladero, un punto estratégico por corresponder a un cruce de caminos: el cordel de la Cañada Real que viene desde Alcuneza, carretera de Medinaceli, y el camino que discurría hacia la Corte y que también conducía a Soria y Atienza. Se comienza su construcción en 1568 como ermita cerrada de portada renacentista y bóvedas góticas, anacronismo arquitectónico que obedece al deseo de conservar las tradiciones artísticas. Tiene dos puertas en arco de medio punto yuxtapuestas, que son características de las ermitas de humilladero en la región. Perteneció a la Cofradía de la Vera Cruz, que la cedió recientemente al Ayuntamiento seguntino. Al permanecer abierta durante todo el año se puede apreciar su bóveda de crucería y los nichos donde estuvieron colocados al culto los pasos de la cofradía.


Desde el paseo ascendemos por la calle Humilladero hasta que llegamos a la Plaza de Don Hilario Yaben. Desde aqui nos dirigimos por la izquierda hacia la calle Seminario donde vamos a contemplar el edificio del Seminario Conciliar de San Bartolome. Este noble edificio, fue fundado por D. Bartolomé Santos de Risoba, Obispo de Sigüenza, a mediados del siglo XVII. Su construcción y ornamentación, tal como hoy se conserva, debida a D. Francisco Díaz Santos Bullón, Obispo de Sigüenza, quien costeó el enlosado del patio principal y toda la magnífica fachada, dando mayor amplitud y esbeltez, con trabajo de costosa cantería, a mediados del siglo XVIII. Su fachada es de una gran espectacularidad barroca, constituyendo su principal motivo ornamental el blasón del Obispo constructor, sobre la puerta principal de entrada.
En su interior, bellísimo patio cuadrado, con arquería de medio punto en el piso inferior y doble nivel en los restantes, con balcones encuadrados con placas de magnífico molduraje barroco.
La capilla pública, que en 1876 construyó D. Francisco de Paula Benavides y Navarrete, añadida al pabellón oriental, posee también fachada a la calle, pero es de gran sencillez y contextura diferente, ornamentada con diversos escudos. El de D. Bartolomé Santos de Risoba, y el de D. Antonio Ochoa y Arenas.



Volvemos de nuevo a la plaza para continuar por la calle Villaviciosa donde vamos a contemplar edificios como el Palacio Episcopal, el Monasterio de los Jeronimos y el antiguo Hospicio que hoy en dia alberga el Colegio de la Sagrada Familia.
El palacio fue anteriormente la Universidad de San Antonio de Porta Coeli o Universidad de Sigüenza, una universidad menor que dio servicio en Sigüenza entre 1489 y 1824. El arcediano Juan López de Medina fundó en 1476 el Colegio de San Antonio de Portacoeli. A este Colegio se subordinaría una universidad, aprobada por el papa Inocencio VIII en 1489, que finalizó su actividad académica en 1824.​
El conjunto arquitectónico que albergó la Universidad durante gran parte de su historia se construyó en la primera mitad del siglo XVII, cuando se ampliaron de nuevo los límites de la ciudad, siendo la actual sede del palacio episcopal del diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
En 1476 Juan López de Medina, arcediano de Almazán y canónigo de Toledo, bajo el patrocinio y protección del Cardenal Mendoza y la colaboración del entonces vicario general del obispado y luego cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, consigue que el Colegio de San Antonio de Porta Coeli se erija en monasterio y casa contigua de estudios donde se impartiría teología, cánones y artes. El papa Sixto IV aprobó las Constituciones primitivas en 1483, y fueron promulgadas el 7 de julio de 1484. En el año 1484 lo ocupa la Orden de San Jerónimo.​
A partir del 30 de abril de 1489 es elevado a la categoría de Universidad mediante bula del papa Inocencio VIII que permitirá conceder grados de bachiller, licenciado, maestro y doctor de las materias impartidas. Con la protección de la Santa Sede y de la Corona, la Universidad Seguntina se creó bajo la nueva fórmula de "Colegio-Universidad", fue el primero fundado en España. En 1551 se amplió la oferta docente con la creación de las nuevas Facultades de Medicina y Leyes, mediante bula papal de Julio III del 23 de enero de 1552. Formará parte de las denominadas universidades "menores" españolas.​
Paulo III estableció la cátedra de Teología y durante el rectorado del maestro Velosillo se establecieron cátedras de física; una bula de Julio III estableció las facultades de Derecho y Medicina. Con el profesor Pedro Ciruelo la universidad tuvo algún prestigio como centro de enseñanza; Francisco Delgado López, obispo de Lugo, que fue rector, siguió con ese relativo esplendor; Felipe II mandó a Fernando Velosillo, rector y profesor, al concilio de Trento, entre otros profesores y teólogos como Antonio Torres, primer obispo de las Islas Canarias, y Pedro Guerrero, arzobispo de Granada; el famoso Andrés de la Cuesta; el jerónimo Julián de Tricio y Francisco Álvarez y Quiñones, obispo de Sigüenza.
Así pues, en su versión completa estaba dotada con cátedras de Artes, Cánones, Leyes, Medicina y Teología. Sin embargo la universidad alcanzó pronto fama por dar títulos rápidos y baratos para gente humilde y sin medios que no podía pagarse estudios mejores y por legitimar situaciones irregulares de escolares, muchos de ellos pobres que no se podían costear los grados de licenciado y doctor en universidades más prestigiosas pero muchísimo más caras, como la de Salamanca, la Complutense o la de Coímbra. A veces, incluso, sus propios titulados se doctoraban por segunda vez en alguna de las universidades de más fama.
En el siglo XVII la Universidad de San Antonio de Porta Coeli es trasladada desde las incómodas laderas de la solana, extramuros a la ciudad, a su ubicación definitiva. Bartolomé Santos de Risoba, durante su obispado, impulsaría las obras de la Universidad y del Seminario de Sigüenza.​ En 1774 se clausuró la Facultad de Medicina.
La reforma de José Antonio Caballero (Marqués de Caballero) suprimió un gran número de universidades menores, entre ellas la de Sigüenza por Real Decreto de 12 de julio de 1807, pero el plan quedó sin efecto por la Guerra de la Independencia, reinstaurándose en 1814. Francisco Tadeo Calomarde incorporó el Colegio San Antonio Portacoeli a la Universidad de Alcalá en 1824, hasta la definitiva supresión de ésta, en 1836. Entre 1836 y 1845 algunos edificios se utilizaron como viviendas hasta que, por Real Orden de 14 de noviembre de 1845, se incautaron todos los inmuebles universitarios que eran propiedad de la Iglesia. Sus fondos librarios y archivo se remitieron al Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara y de allí, en 1897, al Archivo Histórico Nacional. Este fondo se custodia en la sección de Universidades.​
En la actualidad, el edificio se ha convertido en Palacio Episcopal, que también aloja las oficinas de la curia diocesana.


El edificio actual se levantó en la primera mitad del siglo XVII, por iniciativa del obispo Bartolomé Santos de Risoba. Cuenta con una doble escalinata de acceso a la entrada principal, realizada en época neoclásica aunque mantiene elementos barrocos en su austera decoración.
La austeridad de la fachada de la universidad se quiebra con ventanas y balcones de reja y una portada barroca con escalinata doble. Sobre la puerta, el escudo de la Universidad con el lema Ex alto.
El edificio se organiza alrededor de un claustro formado por arquerías de medio punto y cerrado con vidrieras. Desde el claustro arranca una amplia escalera que conduce al piso superior. La escalera se cubre con una magnífica cúpula policromada en la que aparecen ocho animales de perfil -entre ellos el unicornio- rodeando el blasón del promotor del edificio (el benemérito Santos de Risoba).​
Junto a este edificio están el Monasterio y la iglesia de los Jerónimos, orden que tuteló la Universidad hasta 1835. Su portada se adorna con un gran balcón, acompañado por los escudos episcopales y el de la Universidad, y sobre la puerta una inscripción dedicada a la ciencia y a la sabiduría. En su extremo se levanta la iglesia en estilo barroco. Este conjunto de edificios actualmente son la sede de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, del Seminario Mayor y del Archivo Diocesano. Este impresionante edificio, de estilo gótico flamígero, es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad y un lugar de gran interés tanto para los fieles como para los amantes del arte y la historia.
La Iglesia y Monasterio de los Jerónimos fue construido en el siglo XV, durante la época de esplendor de la ciudad de Sigüenza. Su estilo arquitectónico, caracterizado por sus altas bóvedas y sus elaborados detalles decorativos, refleja la influencia de la arquitectura gótica de la época. El interior del edificio es igualmente impresionante, con un altar mayor de gran belleza y una serie de capillas laterales decoradas con pinturas y esculturas de gran valor artístico.
En cuanto a su historia, el Monasterio de los Jerónimos fue fundado por una comunidad de monjes jerónimos en el siglo XV, con el objetivo de servir como lugar de culto y de oración. A lo largo de los siglos, el edificio ha sufrido diversas modificaciones y restauraciones, pero ha logrado conservar su esencia arquitectónica y espiritual.
En el exterior podemos ver una estatua de la Inmaculada Concepción realizada en mármol y costeada por Don Pablo Gúrpide Beope (Obispo de Sigüenza entre 1951 y 1955) que da la bienvenida al recinto.






Desde la plaza nos desviamos un momento de nuestro recorrido para ver en el inicio de la cercana calle Valencia el Cubo del Peso, un torreón de vigilancia situado en una esquina de la muralla urbana de la villa que pertenecia al segundo recinto de las murallas. Actualmente acoge la biblioteca municipal. 


Continuamos nuestro recorrido ascendiendo por la calle Bajada a San Jeronimo para a mitad de la misma detenernos en contemplar y visitar la iglesia de Santa Maria. Situada en el barrio del Arrabal esta cuenta con tres naves y​ fue construida entre los siglos XVIII y XIX en estilo barroco.​ La portada es neoclásica y bastante sobria, en arco de medio punto flanqueada por dos sencillas columnas y ademas posee una recia torre en su cabecera. Sobre la portada, rematando la fachada, un frontón triangular. Destaca en el interior su cúpula ante el presbiterio, presidido por un retablo dedicado a la Asunción de la Virgen. En ella se encontrarían enterrados una parte de los restos de Manuel Fraile, obispo de Sigüenza y patriarca de las Indias.


Finalmente llegamos de nuevo a la calle Valencia para adentrarnos en la Sigüenza medieval a traves de la Puerta del Portal Mayor, fruto de la ampliación del recinto amurallado en el siglo XIV. En la cara interior llama la atención encima del arco de medio punto donde se instala una hornacina con la imagen de la Virgen de la Victoria y sobre el tejado de tejas rojas un pequeño campanario de espadaña. Fue construido por orden del obispo Girón de Cisneros.
A ambos lados de la parte interior apoyados sobre la muralla se construyeron magníficos palacetes de mampostería y piedra con puertas y ventanas enmarcadas con arcos de medio punto y arcos apuntados. Algunas de sus ventanas se adornan con rejas creando uno de los rincones más bellos y fotografiados de Sigüenza.
El Portal Mayor era la vía de salida de la ciudad medieval hacia el Arrabal, que estuvo destinado a la morería. Extramuros no hubo ninguna dificultad para el crecimiento natural y expansión del barrio, que supo compensar la fuerte pendiente dando como resultado unas casas distintas a las que encontramos dentro del recinto amurallado. En esta zona no hay tiendas ni casa de señores, es un barrio de labradores con casas sencillas.



Una vez atravesado el arco de la puerta nos adentramos a traves de la calle los Herreros en el barrio de la Juderia de Sigüenza. En 1412 y tras una serie de disturbios promovidos por las predicaciones de San Vicente Ferrer que se extendieron por los diferentes reinos de la península, Juan II de Castilla ordenó la reclusión de la población hebrea en barrios separados físicamente del resto de la población, por lo que los judíos ocuparon esa zona que hoy en día se conoce como Barrio Judío o Barrio Nuevo.
La Judería de Sigüenza tenía en su centro una sinagoga y ocupando el declive que protegía el Castillo y teniendo como límites el Portal Mayor y la Calle travesaña Baja. La Puerta de Hierro que hoy en día podemos observar, sirvió como puerta de paso entre la zona de la judería y el resto de la ciudad.
El Barrio judío, rodeado por murallas, tuvo al “Portal Mayor” la entrada principal y daba paso, además, a la zona donde se realizaban los enterramiento, el “osario de los judíos” o como popularmente se conocía “cuesta del “cuesta del huesario”. Otras tres puertas, en lugar de una como indicaba la legislación, comunicaban al Barrio judío con el resto de la ciudad: "Herreros" o “Puerta de Hierro”, "Medina" (quemada en el siglo XVI y actual Puerta Nueva) y "Arquillo de San Juan".
Además, la zona era mucho más favorable para el comercio, de modo que su comunidad creció prósperamente. Compartían el barrio con los Musulmanes, cuyo número había disminuido tan drásticamente que no alcanzaban para constituir por sí mismos un barrio, estando restringidos a una sóla calle, la de los Herreros.




El Arquillo de San Juan, también conocido como la Puerta de la Traveseña Baja en Sigüenza, es una de las puertas originales de las murallas románicas del siglo XIII, y originalmente separó el barrio judío y el barrio musulmán (esto fue en la España de las tres culturas). Si pasas por la puerta puedes ver los restos de una de las torres originales, un balconcillo del siglo XVIII y una imagen de la virgen del Carmen.



Una vez cruzado el arquillo continuamos por las calles Travesaña Baja y el Peso para adentrarnos cada vez mas en la juderia. En esta ultima podemos contemplar el edificio del Posito, antigua casa del peso de la harina desde fines del siglo XVI hasta principios del siglo XX donde se almacenaba antes de repartirla a las panaderas que cocian pan en los diversos hornos de la ciudad. Fue restaurado en 2011 para reconvertirlo en un Teatro-Auditorio para la difusión de la cultura seguntina y eventos en general.



Continuamos paseando por las calles Hospital, Comedias y San Vicente hasta que llegamos a una pequeña plazuela donde podemos contemplar la Casa del Doncel y la iglesia de San Vicente. durante el recorrido podemos contemplar numerosas casas señoriales de la epoca a la par de disfrutar del entramado urbano de calles empedradas, empinadas y estrechas que nos ofrece la Sigüenza medieval. Este barrio medieval está bien estructurado, con las calles radiales-cuestudas y calles horizontales-llanas. Las ciudades medievales estaban rodeadas de altas murallas para su protección y algunas contaban con una fortaleza construida dentro del recinto de la ciudad conocida como ciudadela. En sus puertas se cobraban los impuestos sobre las mercancías que entraban en la ciudad. Las puertas se cerraban por la noche pero por el día permanecían abiertas. Los edificios más destacados eran la catedral, la casa consistorial, la universidad, la lonja, las Iglesias y conventos, las hospederías, los hospitales y los palacios de algunos nobles y burgueses. La ciudad se dividía en barrios, cada uno con su propia parroquia. Disponían de un gran espacio abierto, la plaza del mercado, donde los comerciantes y campesinos instalaban sus tenderetes y en el que tenían lugar los principales acontecimientos de la ciudad: las representaciones de los artistas, las celebraciones festivas y los ajusticiamientos. El resto del espacio estaba ocupado por un enjambre de viviendas que propiciaban calles estrechas y tortuosas, tras las cuales, se encontraban pequeños huertos y corrales.
Las viviendas se agrupan en extensas manzanas de casas estrechas alineadas, entre medianeras y con un huerto hacia atrás. Así, estas grandes manzanas cuentan con enormes huecos interiores dedicados a cultivos hortícolas. Habitualmente, las huertas tienen acceso a un camino de servicio que transcurre por el interior de la manzana en paralelo a las calles que la delimitan.
La casa medieval era, como los hogares modernos, el centro de la vida familiar para todas las clases de la sociedad europea.​ Sin embargo, en contraste con el hogar de hoy en día, consistía en muchos más individuos que la familia nuclear. Desde la casa del rey hasta la más humilde vivienda campesina, parientes más o menos lejanos y un número variable de sirvientes y dependientes cohabitaban con el amo de la casa y su familia inmediata. La estructura de la casa medieval se disolvió en gran parte por el advenimiento de la privacidad en la Europa moderna temprana.






San Vicente, de estilo romanico y construida en el siglo XII, es una iglesia puramente urbana, encastrada en la trama de la ciudad y flanqueada por edificaciones civiles en todos los flancos. Tiene planta de una sola nave con ábside recto, campanario de factura moderna y un hermoso pórtico. De su fachada destacan las arquivoltas profusamente decoradas del pórtico y la imagen gótica de la Virgen, conjunto enriquecido por una curiosidad arquitectónica: la extraña combinación de la portada y el arco que la cobija, absolutamente descentradas por razones técnicas. No ocurre así con la Virgen que, según el pensamiento popular, se encuentra en ese lugar para ser vista por quienes enfilan la calle San Vicente. Los capiteles del conjunto presentan hojas muy estilizadas y un taqueado bastante moderado. En el interior sorprende la ligereza de la estructura sin apenas apoyos, la escalera de caracol que asciende a la torre y el rosetón. En el altar merece la pena detenerse en el Cristo crucificado policromado de los siglos XII-XIII.



La Casa del Doncel o palacio de los Marqueses de Bédmar es un edificio de estilo gótico civil que se empezó a construirse en el siglo XIII aunque de sus primeros cimientos no quedan apenas restos. Volvió a ser completamente levantada entre la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI. En su larga existencia ha sido la estancia de personajes y familias ilustres, como los Vázquez de Arce y Sosa y los Marqueses de Bédmar.
El edificio ha tenido diferentes usos a lo largo de su historia y sus diferentes habitantes fueron dividiendo espacios hasta configurar su estructura laberíntica actual. En 1997, ante la situación de abandono de la Casa, se planteó una iniciativa para actuar en ella, con la creación de la Fundación Ciudad de Sigüenza. Dos de sus patronos, a título personal compraron la casa, que desde hacía 5 años estaba a la venta, tenía aprobado un proyecto, básicamente de demolición de su interior y mantenimiento de la fachada.
Buscaron opciones en las diferentes instituciones, para participar en la Fundación, con el objetivo de sacar la Casa adelante, fue improductivo. Y finalmente, después de llamar a muchas puertas, apareció el Rector de la Universidad de Alcalá, D. Manuel Gala Muñoz.
La Fundación ofreció la Casa y en diciembre de 1998, la Universidad la adquirió con el compromiso de llevar a cabo un Centro de Prácticas Docentes Universitarias. Durante 4 años. el papel de la Fundación Ciudad de Sigüenza fue fundamental para agilizar los trámites en lo que supuso toda la ampliación al proyecto de la Casa junto con otras cuatro propiedades anexas. El espacio de la Casa, junto con la Hospedería Porta Coeli se inauguró el 5 de octubre de 2002. Ahora pertenece a la Universidad de Alcalá de Henares que lo ha rehabilitado como museo, sala de lectura y aulario para cursos de verano.
El edificio consta de tres pisos, una estructura asentada en tres crujías y está construido en piedra sillar de caliza y arenisca. La fachada almenada se orienta al sur y se divide en tres partes: el inferior es la mayor, donde se sitúa la puerta en arco de medio punto y los escudos de los Vázquez de Arce y de los Sosa; en el central, una ventana mayor en el centro y otra menor en la derecha, coronadas por el escudo de los Vázquez de Arce y Sosa, y la superior con un ventanal coronado por las almenas. El interior ha sido alterado a lo largo del tiempo y es difícil averiguar cuál es la estructura original y cuál la añadida posteriormente.


Seguimos nuestro caminar por la calle Travesaña alta hasta llegar a la Plazuela de la Carcel. Esta se abre en este espacio en el siglo XV para atraer el mercado semanal que ya no cabía en la plaza vieja, plaza de San Juan, y cuyo tamaño se ampliará unos años más tarde cuando el Cardenal Mendoza traslade el mercado a la actual Plaza Mayor, convirtiendo la plaza nueva en el punto neurálgico del poder civil de la ciudad al concentrar en su perímetro la cárcel, la Casa Consistorial y el Archivo Municipal. En el lado izquierdo, la Posada del Sol, construida en la primera mitad del siglo XVI y formando ángulo con ella, se erigen los principales organismos civiles de la ciudad renacentista.
La Cárcel Real se situaba entre la Posada del Sol y la Casa Consistorial. Era un pequeño depósito municipal donde los presos estaban de forma temporal hasta su definitivo traslado a presidio. Igual que el Ayuntamiento, su construcción obedece a sendas Pragmáticas promulgadas por los Reyes Católicos. La construcción de la casa Consistorial finaliza en el año 1501 para a continuación iniciar las obras de la Cárcel.
El Ayuntamiento viejo, como también se le denomina, cumplió sus tareas administrativas y judiciales durante más de tres siglos hasta que en el XIX pasó a la actual Plaza Mayor, ocupando el palacio de los deanes. Su fachada a base de piedra arenisca rojiza, típica de Sigüenza está compuesta por dos niveles. La planta inferior con arcos de medio punto estaba destinada a despacho del escribano y a oficinas administrativas como el registro y sello. La superior, donde se celebraban las sesiones del concejo municipal, tenía ventanas amplias y los escudos de Sigüenza, de los Reyes Católicos y el Obispo Carvajal, bajo cuyo reinado y pontificado respectivo se mandó construir este edificio municipal.


Al final de la calle Travesaña alta llegamos a la Puerta del Hierro. Esta era la entrada principal de la antigua muralla de la ciudad del siglo XII y está formada por un arco de medio punto flanqueado por dos cubos de mampuesto. Era el lugar donde se cobraba el impuesto de entrada de las mercancías dentro del recinto amurallado para la venta de productos en el mercado semanal. Sobre la hornacina, se encuentra una imagen de la Inmaculada Concepción. Aparte de la puerta en sí, también se pueden ver las ruinas de una de las torres originales de la muralla, y la Plaza del Hierro tiene algunas pintorescas casas medievales completas con soportes antiguos.




Finalmente llegamos de nuevo al castillo, inicio de nuestra ruta por Sigüenza, tras atravesar los restos de la Puerta Nueva situada en el lienzo sur de la muralla gotica de la que solo se conserva el arranque del arco de la misma. La Puerta Nueva permitía atravesar la muralla perimetral de la ciudad, separando el interior del recinto murado de su exterior, con las eras y el Camino de Valencia. Fue derribada en el siglo XX para facilitar el paso de vehículos. La Puerta Nueva sustituyó en el siglo XVI a otra anterior que pereció en un incendio y cuyas ruinas se conocieron por ello como la Puerta Quemada hasta la construcción de la puerta que la sustituyó y que por ello recibió el nombre de Nueva.


Ademas de todo lo visitado dentro del casco historico de Sigüenza, el viajero puede visitar lugares y monumentos como la Ermita de Santa Librada, la Torre de Señigo o el Mirador del Cid.
Ermita que data del año 1692 según los escritos, época en la que la arquitectura estaba entre los estilos renacentista y barroco. Se encuentra situada a la entrada de Sigüenza por la carretera de Soria (junto a la vía del tren y el Río Henares). Su diseño sencillo y su tamaño modesto, hacen que a primera vista la ermita no llame mucho la atención. Además el estado de conservación que presenta, no es el de un monumento de su importancia y antigüedad.
Según los planos cuenta con dos salas, ambas de forma rectangular, una mucho más larga que la otra. Cada una de ellas con una entrada que comunica con el exterior. Además estas dos salas se encuentran unidas mediante otra puerta. Externamente y según fotos de archivo, las puertas que daban acceso al edificio eran de diferentes tamaños, de este modo la que da a la sala principal es de mayor tamaño y cuenta con un porche.

La Torre de Señigo, situada en el despoblado del mismo nombre, es una obra de origen cristiano datada del siglo XII que pertenecio al arzobispado de Siguenza y cuya estructura era circular, achatado, imponente. Caida en su mitad, en su primer piso estuvo la puerta, en el tercero una ventana gótica, en el cuarta una saetera de piedra caliza, tuvo un balcón amatacanado sobre la puerta. Tuvo planta circular al exterior y cuadrada en el interior, formó parte de un conjunto de varios edificios que constaba de la torre con una casa adosada (posible casa fuerte) y una ermita adyacente, hoy todo ha sucumbido al expolio, al tiempo y al olvido. 

El Mirador del Cid situado en el cerro de la Quebrada es uno de los mejores lugares si se quiere contemplar una buena panorámica de Sigüenza con el castillo-parador, la catedral y las casas que lo pueblan. Situado cerca de la localidad, cogeremos un carril que parte junto a la carretera CM-1101, la que nos lleva a Sigüenza, frente al cruce de la carretera de Pelegrina y Torremocha del Campo, y que parte desde una fábrica de maderas. Hay un cartel indicador que nos muestra el camino.
Tras unos 2-3 kilómetros llegamos al mirador donde se ha instalado uno de los hitos cidianos que en su dia se colocaron en toda la ruta del Cid. La vista es espectacular y Sigüenza se nos muestra con todo su esplendor. Es una visita imprescindible para conocer la Ciudad del Doncel.


Sigüenza posee un entorno privilegiado en cuanto a espacios naturales se refiere, que permite la realización de múltiples actividades. Encontrará lugares para pasear, para gozar de los paisajes, para realizar fotografías inolvidables, para practicar deportes, para disfrutar de una flora y fauna únicas o para realizar turismo activo. Además, podrá visitar reservas naturales excepcionales que desafiarán tu capacidad de asombro.
Tres son los espacios naturales protegidos en la comarca: el Parque Natural del Río Dulce, el Lugar de Interés Comunitario del Río Salado y la Microrreserva de los Saladares del Río Salado. Pero, además de sus espacios protegidos, Sigüenza cuenta con un pinar que es ideal para la realización de todo tipo de actividades lúdicas y deportivas.

La impresión se acentúa al recorrer las calles onduladas, entretejiéndose entre ellas las plazas, los bellos rincones, las travesañas que nos hablan de leyenda y de historia. La vetusta ciudad de Sigüenza tiene noble e interesante historia en los anales de la Iglesia y de la Patria. Es pródiga su historia en aconteceres gloriosos.
De origen arévaco, la muy noble y fidelísima ciudad de Sigüenza ha conservado, a través de tantos siglos y de tantas mudanzas, la raíz céltica de su nombre, que eleva su abolengo a los orígenes de nuestra Patria.
En la época romana se llamaba Segontia. Luego, tras el paréntesis visigodo, los musulmanes potenciaron su situación estratégica con el levantamiento de buenas defensas, y dominaron el territorio hasta que un 22 de enero de 1124, día de San Vicente Mártir, Bernardo de Agén, de nacionalidad francesa, hombre fogoso, mitad monje -pues era cluniacense- y mitad guerrero, se apoderó de la ciudad y expulsó a los muslines.
La ciudad del Doncel es todo un símbolo. Fue, en tiempos pretéritos, uno de los puntos clave del sistema de baluartes defensivos que cerraban la frontera contra el Islam. Sigüenza ha sido enriquecida por una pléyade de Cardenales y Obispos insignes, que decoran la joya preciosa de su Catedral, asombro y pasmo del arte.
En la cumbre, su histórico Castillo, palacio de los Obispos y Señores de la Ciudad hasta fecha relativamente reciente, fue testigo de sangrientas escenas en tiempos árabes, y de las lágrimas de doña Blanca de Borbón.
En el centro, su Catedral-fortaleza, majestuosa e insigne, de severa e imponente arquitectura, dominando, cual guerrero gigante, el hacinamiento de los edificios de la ciudad, los cubos de sus murallas y las torres de sus iglesias.
En el corazón de España y en la región de Castilla, la hidalga, tiene su asiento Sigüenza, la «Ciudad del Doncel» -estatua acodada y yacente sin par en la estatuaria mundial- ciudad castellana, la «ciudad del silencio y de la luna», en frase de Alfredo Juderías, la del límpido cielo azul, perfumada con esencias yodadas de sus extensos pinares, de frondosa «Alameda» a orillas del Henares.
Museo vivo de arte: románica, cisterciense, gótica, renacentista, plateresca, barroca, neoclásica… Sus iglesias y conventos, la Universidad de San Antonio de Porta Coeli, la Alameda del Obispo Vejarano… todo, todo en ella nos habla de sus pasadas grandezas.
Este es el marco que guarda uno de los más bellos cascos urbano-arquitectónicos de España y los venerables muros de una de las más antiguas catedrales españolas.


GASTRONOMIA:

La cocina seguntina destaca por su gran calidad, tradición y las buenas manos que la elaboran. Basada en productos de la zona, constituye un foco de atracción para aquellos que sean amantes de la gastronomía de toda la vida, con sus suculentos asados de cordero y cabrito en horno de leña; su sopa castellana y sus migas; y en otoño sus sabrosos platos de caza y los elaborados con las setas de la zona. Sin olvidarnos de los deliciosos postres elaborados con miel, las yemas y los bizcochos borrachos y los dulces de convento, como las trufas de las Hermanas Clarisas.
También hay que hacer mención de la cocina creativa e innovadora, y del “tapeo” que complacerá al paladar más exigente por su gran variedad. A destacar los perdigachos y los torreznos acompañados del “fino seguntino”, la bebida típica de Sigüenza. Sigüenza Gastronómica organiza a lo largo del año diversos concursos, rutas y jornadas para poner en valor su patrimonio culinario.


FIESTAS:

San Vicente Mártir, patrón de la ciudad (22 de enero).

El día de San Vicente, el 22 de enero del año 1124, el obispo D. Bernardo de Agén reconquistó la ciudad de Sigüenza, que llevaba cuatrocientos años en manos islámicas. Desde entonces este santo nacido en Huesca y martirizado en Valencia es patrono de la ciudad, que celebra en su honor una de sus fiestas más populares, Fiesta declarada de Interés Turístico Provincial. La Cofradía de San Vicente, fundada en el siglo XVIII, es la encargada de organizarla en colaboración con el Ayuntamiento y la Asociación de Empresarios de Sigüenza. En la víspera, tras la última novena y la veneración de la reliquia del santo, se prende una hoguera nocturna en la plazuela llamada de San Vicente, por estar abierta ante la iglesia románica que se le dedicó en el siglo XII. Los más pequeños se tiznan sus caras con sus tizones, mientras todos degustan las rosquillas del santo al son de las dulzainas. El día 22, tras la misa, una procesión lleva la imagen de san Vicente por todas las calles de la ciudad, recogiendo en sus andas ofrendas diversas que más tarde se subastan. Al día siguiente se celebra el San Vicentillo con el “bibitoque”, en el que se invita a todos los asistentes en la Plaza Mayor a tomar un chocolate, amenizado por la música de los dulzaineros de la Cofradía y de Sigüenza. Antiguamente el “bibitoque” se celebraba en la Eras del castillo regalando a los niños naranjas, la fruta típica de Valencia. En la actualidad disfrutan con los Gigantes y Cabezudos, con el toro de fuego y con los juegos japoneses. Durante estos días se celebra el Festival de Segontia Folk y el Certamen de Dulzainas y Tamboril José María Canfran. En el 2024 se conmemorará el IX Centenario de la Reconquista de la ciudad, con una serie de festejos semejantes a los que se celebraron hace un siglo.

Fiestas patronales de verano en honor de San Roque y la Virgen de la Mayor (mediados de agosto).

En 2005 la procesión de los Faroles de Sigüenza fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. Una procesión que se celebra el domingo siguiente de la Asunción de la Virgen, 15 de agosto y de la fiesta de San Roque, día 16, patrono de la ciudad. De hecho, es el broche final de las fiestas patronales en honor de este santo y de la Virgen de la Mayor.
Recordemos que la procesión por la ciudad de la imagen de la Virgen de la Mayor se remonta al siglo XV, en concreto al año 1493, pero no será hasta 1928 cuando por primera vez se acompañe de este llamativo Rosario. Sus Faroles fueron elaborados en los talleres Quintana de Zaragoza, realizados de forma artesanal por el profesor de la Escuela de Artes y Oficios de dicha ciudad, D. León Quintana Bianchi. Están formados por un chasis con tirantes de hierro, adornados con piezas de hojalatería y latón y cubiertos sus espacios con vitrales de vidrio soplado con representaciones de la vida de Jesús y de la Virgen María.
El Rosario consta de cinco grandes faroles que representan los Misterios Gloriosos, llevados en andas; y del resto faroles de mano representando los cinco Padrenuestros, las cincuenta Avemarías, los cinco Glorias y sesenta y tres invocaciones de la Letanía Lauretana. Acompañan al Rosario la Gran Cruz y el farol de la Salve Regina Mater.
Todos los faroles, que son portados por miembros de las Peñas seguntinas, con sus típicas camisolas, y por hermanos y hermanas de la Cofradía de la Virgen de la Mayor, están iluminado en su interior y en su conjunto forman una hermosa sinfonía de arte, luz y color, que sobrecoge a todos los que participan en la noche seguntina en la procesión con sus cánticos y rezos.
La procesión de los faroles y de la Virgen en su carroza cuajada de lirios, sale de la catedral, y recorre la calle de Medina, el barrio de San Roque hasta la iglesia de San Francisco (Ursulinas) y la Avenida de la Alameda. Desde allí por las calles del Humilladero y de Guadalajara regresa a la catedral, donde la Virgen volverá a presidir durante todo el año su magnífico altar barroco.

El segundo fin de semana de julio se celebran las Jornadas Medievales.

La Asociación Medieval Seguntina celebra las Jornadas medievales desde 1999, teniendo como escenario las calles y plazas del centro histórico de la ciudad y sus principales monumentos, la catedral y el castillo (actual Parador de Turismo). Durante el segundo fin de semana de julio la ciudad se engalana y ambienta en el medievo, con muchos de sus vecinos vestidos de época. Un gran mercado medieval, donde se pueden adquirir desde viandas a todo tipo de objetos de regalo, se extiende desde la plaza Mayor al castillo. Actuaciones musicales y teatrales, exhibiciones de cetrería y de juglares completan unos festejos que se celebran para rememorar un hecho histórico ocurrido en nuestra ciudad en el siglo XIV.
El hecho histórico, razón de las fiestas, fue el confinamiento durante cuatro años en el castillo seguntino de la reina Dª Blanca de Borbón, esposa de Pedro I de Castilla, llamado el Cruel o el Justiciero. Dª Blanca era una princesa francesa, casada por intereses de Estado con Pedro I. A los pocos días del matrimonio, celebrado en 1353, el Rey la repudió por no recibir la dote completa prometida por el Rey de Francia y por preferir los amores de doña María de Padilla, que acababa de darle una hija.
Para evitar que en torno a la reina se organice un partido en contra suya, liderado por su hermanastro Enrique de Trastámara, Pedro I confina a Dª Blanca en el castillo seguntino, acompañada de una pequeña corte, entre 1355 y 1359. Desde allí la reina será trasladada hasta Andalucía donde murió en Medina Sidonia por causa desconocida, aunque seguramente no natural.
Estos son los hechos ciertos que en las Jornadas se recrean, aunque se añaden algunos detalles que en realidad no tiene base histórica para darles mayor dramatismo, como el Asalto al castillo por los partidarios de la reina. O acontecimientos que ocurrieron lejos de nuestra ciudad, como la lucha a muerte en Montiel entre Pedro I y su hermanastro, el futuro Enrique II Trastámara. Bertrand du Guesclin, partidario del segundo apuñaló allí al rey D. Pedro, y, según la tradición, al hacerlo pronunció la famosa frase: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”
En estas Fiestas Medievales destaca también actividades como la Noche de Embrujo, en la que comparsas de brujas, esqueletos, damas blancas y negras, elfos y otros habitantes nocturnos de la ciudad, dan rienda suelta a sus fechorías, recorriendo sus calles medievales hasta la Plazuela del Doncel para realizar allí sus ceremonias y bailes rituales.

Son también notorias las celebraciones navideñas, especialmente por la popularidad de sus «rondallas» o «rondas» callejeras.

En el mes de diciembre la Diputación Provincial financia un concierto el Día de la Constitución, pero la mayoría de los conciertos que se celebran ese mes son de temática navideña. La Rondalla Seguntina, además de la Gran Ronda del día 23, en la que se cantan coplas que narran todos los acontecimientos del año en la ciudad, ofrece un Concierto de Navidad en El Teatro Auditorio El Pósito, y de igual modo organizan conciertos navideños la Asociación Bell’Arte Europa, igualmente en El Pósito, y la Banda de Música en la Parroquia de Santa María. Por otra parte, es la Asociación Seguntina de Folklore la que organiza el Certamen de Villancicos, “Navidad en Sigüenza”, en el que participan, entre otros grupos venidos de fuera, la propia Rondalla seguntina y la Ronda de Amigos de Sigüenza. Finalmente, también por Navidad la Escuela Municipal de Música ofrece una audición de todos sus alumnos.

La Semana Santa, con diversas procesiones de gran belleza, entre las que destaca la del Santo Entierro o «del Silencio», del Viernes Santo por la noche.

En los siglos XVI y XVII siglos se fundaron en Sigüenza las Cofradías de la Vera Cruz y del Santo Sepulcro, fusionadas al cumplir el primer tercio del XX. Sus cofrades son los que portan los pasos de Semana Santa en las procesiones que recorren la ciudad desde el Domingo de Ramos al de Resurrección. Es una de las semanas del año de mayor afluencia turística.
Estos cofrades se dividen en hermanos de vela y hermanos de carga. Estos últimos, que son los que llevan sobre sus hombros los pasos, son popularmente llamados armaos, a causa del traje de rasgos militares que visten. Compuesto de camisa blanca, calzón y chaquetilla de pana negra, y medias y zapatos del mismo color. Sobre este traje de dentro se colocan un cuero o coleto, y unas mallas o corazas, que se componen de peto y espaldar, y que ciñen con una vistosa faja de color rojo. Completan el traje un yelmo y una lanza.
El paso típico de estos hermanos de carga, arrastrando los pies al portar las imágenes, es conocido como el paso de armao y es uno de los sonidos más peculiares de las procesiones seguntinas. La tradición de ser armao pasaba siempre de padres a hijos o de hermano a hermano o entre amigos. Pero en la actualidad, y desde el 2016, las mujeres pueden ser hermanas de carga.
Las procesiones seguntinas comienzan el Domingo de Ramos, con la que traslada desde la parroquia de Santa María, ubicada en el Arrabal, a la catedral el paso de “La Entrada de Jesús en Jerusalén”, conocido popularmente como “La Borriquilla”, tras la bendición de los ramos. Único paso que lleva ruedas. Por la tarde se trasladan el resto de los pasos desde la nueva ermita de la Vera Cruz, antes de la Venerable Orden Tercera, hasta la Catedral.
En el Lunes Santo empieza la distribución de pasos por las distintas parroquias. Ese día desde la Catedral se llevan a la parroquia de San Vicente los pasos de “La Oración en el Huerto” y “La Flagelación”. Se trata de una procesión de especial belleza al transitar por el centro histórico medieval de Sigüenza. El paso de armao resuena más que nunca cuando las imágenes ascienden lentamente por la calle Mayor y recorren la estrecha Travesaña Alta, acompañadas por la Banda de Cornetas y Tambores. El Martes Santo procesionan los pasos de “El Beso de Judas” y de “La Virgen Dolorosa” desde la Catedral a la parroquia de Santa María. El Miércoles Santo se realiza el traslado de “El Santo Sepulcro” y de “La Virgen de la Soledad” desde la antigua Ermita de San Lázaro, hoy iglesia de la Residencia de ancianos “Padre Saturnino López Novoa” hasta la Catedral. Y el Jueves Santo, día en el que no hay procesiones, se visitan los Monumentos (altares de flores y velas en torno a un sagrario vacío) en las iglesias y parroquias de la ciudad.
El Viernes Santo en Sigüenza es el día grande de la Semana Santa. Por la mañana salen simultáneamente tres procesiones desde las tres parroquias seguntinas: la de San Pedro en la Catedral, la de San Vicente y la de Santa María, hasta juntarse en la Plaza de Don Hilario Yaben, y recorrer juntas, acompañadas de los hermanos y hermanas de vela, la Banda de cornetas y tambores y la Banda municipal, la calle del Humilladero y el Paseo de la Alameda hasta la ermita de la Venerable orden Tercera, donde los pasos quedan depositados hasta el año siguiente.
Por la tarde noche se celebra en la Catedral la Ceremonia del Descendimiento de la Cruz, que recuperó después de 237 años. Los armaos eméritos, que son aquellos que por su edad o por cualquier problema ya no pueden llevar los pasos al hombro, son los encargados de bajar a Cristo de la cruz y depositarlo en su sepulcro. A continuación, el sepulcro, acompañado por “La Virgen de la Soledad”, que procesiona mecida por los armaos en traje de dentro, recorre las calles de Guadalajara y José de Villaviciosa hasta la ermita de San Lázaro. Los cánticos de las Esclavas de la Virgen y el sonido de los tambores los acompañan. Allí tiene lugar uno de los momentos más singulares de la Semana Santa seguntina, cuando el mayordomo de la Cofradía de ese año da tres fuertes golpes en la puerta de la Ermita. Desde dentro le preguntan: “¿Quién?”, respondiendo él desde fuera: “Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos”. Y cuando las puertas se abren, la multitud rompe el silencio con un fuerte aplauso.
El Domingo de Resurrección se celebra la última de las procesiones seguntinas, denominada del Encuentro, de la Alegría o de La Torrendera, por la Virgen que portan las hermanas de carga, y que en el atrio de la catedral hace tres genuflexiones ante la imagen de su hijo resucitado portado por los armaos más jóvenes. Posteriormente, ambos pasos procesionan por la calle de Guadalajara, la del Humilladero y el Paseo de la Alameda hasta la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos. A continuación, la Banda municipal ofrece un pequeño concierto antes de la tradicional quema de Judas, un pelele lleno de petardos que se cuelga en medio de la Alameda.
La mayoría de los primitivos pasos de Sigüenza fueron quemados en la guerra. Los actuales fueron adquiridos poco a la poco por la Cofradía. Todos ellos han sido restaurados recientemente e incluso se ha tallado uno nuevo, a semejanza del antiguo: el paso de La Flagelación.

Santa Librada, antigua patrona de la Diócesis y de la ciudad de Sigüenza. 20 de julio.

Romeria de Barbatona

El segundo domingo de mayo se celebra esta popular romería, presidida por las autoridades eclesiásticas y civiles de la provincia. Parte de la catedral de Sigüenza y, tras recorrer 7 km a pie, llega al Santuario de la Virgen de la Salud situada en el pueblecito de Barbatona, pedanía de Sigüenza. El trayecto es de 5 kilómetros si se hace por el pinar. Allí, además de los oficios religiosos, se celebra un bullicioso y alegre mercadillo. También en septiembre, al domingo siguiente de la Natividad de la Virgen, se celebra esta fiesta en el Santuario con una misa y mercadillo a sus puertas.
La devoción por la Virgen de la Salud es ancestral y del siglo XVIII son su Cofradía y Santuario. Sus primeras romerías populares son de esa época, pero las Grandes Marchas de Mayo, declaradas Fiesta de Interés Turístico Provincial, se iniciaron en 1965 en época del obispo Laureano Castán Lacoma.

Festividad de San Juan.

La fiesta de San Juan, también llamada de la Noche de San Juan, se celebra en la víspera del 24 de junio. Una fecha muy cercana al solsticio de verano festejado desde la antigüedad con el encendido de hogueras. Esa tarde los diversos barrios de Sigüenza adornan sus calles y plazas con los “Arcos de San Juan”, hechos de ramas de chopo y engalanados de rosas, y presididos por imágenes del santo, ante los que se dispone una mesa adornada también con ramas de sanjuaneras y otras hierbas aromáticas y una bandeja para recibir ofrendas con las que pagar el tradicional chocolate.
Por la tarde/noche las autoridades civiles y los representantes de diversas asociaciones seguntinas, acompañados por dulzaineros, recorren todos los arcos que se han presentado al concurso, entre los que destacan los elaborados en las tres Residencias de Ancianos, para elegir el mejor. Ante los arcos se cantan y bailan las “Sanjuaneras” por vecinos de muy diversa edad ataviados con trajes típicos. Y, ya en la noche, en la Plaza Mayor se entregan los premios, tras la actuación de la Rondalla seguntina y su grupo de baile, mientras arde una hoguera en honor del santo.









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