ALTEA
Altea es una localidad de la provincia de Alicante dentro de la Comunidad Valenciana y que cuenta con una poblacion de casi 24.000 habitantes. La villa de Altea se encuentra en la costa mediterránea de la península ibérica, al norte de la comarca de la Marina Baja. Se ubica en la costa de la bahía de Altea, al sur de Calpe y al norte de Alfaz del Pi. Por la parte norte del municipio, así como por su bahía pasa el meridiano de Greenwich.
Su término municipal limita, de sur a noreste y en sentido horario, con los municipios de: Alfaz del Pi y La Nucía, Callosa de Ensarriá, Jalón, Benisa y Calpe. Siendo los tres últimos, municipios pertenecientes a la comarca de la Marina Alta. Altea mantiene contacto más estrecho con Alfaz del Pi, La Nucía y Callosa de Ensarriá, ya que en su parte norte está la sierra de Bernia que sirve de barrera natural, así como de frontera entre las comarcas de la Marina Baja y Alta.
Altea ha conseguido conservar su encanto mediterráneo tradicional en una zona especialmente castigada por el efecto turístico-urbanístico gracias a la sensibilidad de sus habitantes, entre los que siempre ha habido numerosos artistas e intelectuales, aunque en los últimos años el crecimiento de edificaciones modernas está haciendo peligrar su atractivo natural.
Galerías de arte, numerosas tiendas de artesanía, monumentos y el recientemente levantado Palau de las Artes, hacen que Altea haya merecido el título de Capital cultural de la Comunidad Valenciana. Desde hace unos años, la instalación de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández confiere a la ciudad entre semana de mucha población joven, lo que unido a los numerosos extranjeros afincados o que veranean aquí hacen de esta pequeña población un punto cosmopolita y siempre interesante.
Altea se caracterizó por ser un pueblo dedicado a la agricultura y a la pesca, con una población estable en torno a los 5.000 habitantes. Este hecho cambió radicalmente en la década de los 60 del siglo XX, con el boom del turismo mediterráneo. A partir de aquí, el turismo comenzó a ser el principal motor económico del pueblo y su población creció exponencialmente, llegando a triplicarse para finales de siglo. En la primera década del siglo XXI, este crecimiento se vio acelerado por otro boom, el del urbanismo. El pueblo se expandió, tanto en su núcleo urbano como en las numerosas urbanizaciones que lo rodean.
La historia de Altea está marcada por el paso de muchas civilizaciones, íberos, griegos, fenicios, romanos y musulmanes han dejado su huella y su influencia.
Los griegos y los romanos se dedicaron al comercio, estableciendo factorías de salazones en toda la Costa Blanca. Los árabes mejoraron la agricultura de la zona e importaron las artes de pesca más sofisticadas.
El topónimo de Altea viene del griego Altahia que significa “yo curo”. Durante la última fase del dominio musulmán, Altea perteneció a la taifa de Denia. Fue conquistada en 1244 por Jaime I de Aragón y repoblada con cristianos, obteniendo la carta puebla en 1279. La Villa actual de Altea se funda en 1604, ante la necesidad de protección de los moriscos que brindaba su castillo, en lo alto de una colina, quedando a unos tres kilómetros "Altea la Vella" (la vieja, en valenciano). Se desarrolló un proyecto medieval de repoblación sin mucho éxito denominado Bellaguarda, tras varios despoblamientos a lo largo del siglo XIV y el siglo XV el nuevo pueblo de Altea, ya en su asentamiento actual, obtendría una nueva carta puebla en 1617.
En siglo XVII la población sufrió una época de decadencia, con la expulsión de los moriscos en el año 1609 y los ataques de los piratas que por aquella época eran muy frecuentes. Un hecho histórico es el desembarco de la armada del Archiduque Carlos de Austria, que permitió el general Basset conquistar de Denia hasta llegar a Valencia.
El siglo XVIII marcó un auge agrícola, pesquero, comercial y demográfico, acabándose el siglo con 5000 habitantes. Durante el siglo XIX la vida oficial y comercial se trasladó hacia el núcleo urbano próximo al mar. La villa de Altea forma parte desde 1991 del Douzelage, plan europeo de hermanamiento entre diversas ciudades de países integrantes de la Unión Europea.
Altea ha sido siempre una población de especial atracción para todo tipo de artistas, pintores, escritores, músicos, etc, que en la década de los 60 y 70 la convirtieron en el lugar de encuentro para el mundo bohemio Eberhard Schlotter, Marisol, Rafael Alberti, Vicente Blasco Ibáñez, son algunos de los personajes que no han podido resistirse a los encantos de Altea.
Altea es uno de los pueblos más bonitos y sostenibles de España. Su casco antiguo y su mirador son enormemente conocidos por su encanto. Muchas de sus calles están empedradas y paseando por ellas podrás ver un gran número de restaurantes y hoteles. La Plaza de la Iglesia es el corazón de Altea, un auténtico centro de ocio y de cultura, sobre todo en verano. Altea es un pueblo con encanto y no en vano cuenta con diversos atractivos considerados Bien de Interés Cultural
El paseo marítimo no tiene desperdicio. Disfrutaremos de hermosas playas de cantos rodados, mucho más tranquilas que las de arena y sin dificultad la mayoría, para ir con niños, como destinos románticos o como desees, en las que se pueden practicar todo tipo de deportes náuticos como nadar, navegar, pescar, snorkel… Y mucho más.
Si te apetece hacer senderismo o cualquier otro deporte, también tienes un gran abanico de opciones, pues la naturaleza regala a estos parajes con encanto montañas como la Sierra de Bernia o el Parque Natural de Sierra Helada.
Los tres nucleos historicos de Altea, Altea la Vella y Bellaguarda conservan en el trazado sus
calles los restos de las antiguas murallas así como su
arquitectura tradicional. Esta conmemoración es una
invitación para disfrutar de un rico patrimonio, paseando
por sus rincones a través de los recorridos que se pueden realizar por la ciudad.
Altea está ubicada en la Costa Blanca y cuenta con una gran extensión de costa, en la que se alternan zonas de acantilados y pequeñas calas con tramos de playa en terreno llano. Desde la punta del Mascarat, o Morro de Toix, hasta el espigón del puerto, Altea posee una amplia variedad de playas donde poder realizar todo tipo de actividades: nadar, bucear, pescar, navegar…
Altea tiene un vínculo especial con el Mediterráneo. Además de sus más de 6 kilómetros de costa, con maravillosas playas como L’Olla, Solsida, Cap Negret, Albir, Cala del Mascarat o La Roda, y acantilados sobre el mar… El Mediterráneo dota de vida a este pueblo con encanto y añade luz y vida a Altea. Las playas de Altea son de canto rodado, no de arena. Estas playas tienen muchas ventajas… La mejor de ellas es que no suelen estar masificadas, y este es uno de los puntos más fuertes de Altea.
El grosor de las piedras no es igual en todas las playas, hay desde grava fina hasta rocas de gran tamaño. Casi todas las playas tienen servicio de tumbonas, sombrillas, socorrista… Pero también encontrarás playas más naturales y desconocidas y calas de reducido tamaño y con muy poca gente en las que podrás desconectar. Altea cuenta con varias playas donde los naturistas pueden sentirse libres.
Muchas de las playas de este territorio suelen estar premiadas con bandera azul casi todos los años y es que tiene unas aguas cristalinas y fondo marino que hacen que sea un paraje especial en el que relajarse y pasar unos días. Si tienes pensado pasar tus vacaciones de verano en la Costa Blanca, y más concretamente en este pueblo costero, lee a continuación nuestra lista con las mejores playas y calas de Altea, un destino que no pueden faltar en tu ruta de viaje por Alicante.
La Playa de la Barreta se encuentra ubicada a las afueras de Altea junto al Puerto Deportivo Luis Campomanes. Está compuesta de grava y cuenta con una extensión de 100 metros. Se trata de un sitio ideal para realizar deportes acuáticos como el buceo, paddel surf o kayak… o pasar un día de ocio con toda la familia. Como curiosidad decirte que es uno de los puntos por donde pasa el meridiano de Greenwich, a partir del cual se calculan las longitudes en el plano terrestre. Está próxima a la Playa del Mascarat que cuenta con un chiringuito en el refrescarse y un parking bastante grande donde aparcar sin problema.
En la Playa de l’Olla te sorprenderá por sus preciosas vistas del Peñón d’Ifach a lo lejos. Su suelo combina grava fina, arena y rocas a lo largo de su kilómetro de extensión. En nuestra opinión es una de las más completas, ya que a pie de playa puedes encontrar una gran variedad de restauración, parking y accesos que facilitan la entrada a personas con movilidad reducida. El segundo sábado del mes de agosto a medianoche, puedes contemplar los fuegos artificiales del denominado Castell de L’Olla al que muchos han bautizado como los más espectaculares de todo el Mediterráneo.
La Cala del Soio es una de las más agradables de Altea para disfrutar del día. Destaca porque se puede acceder a pie. Tiene una pineda cerca en la que poder resguardarse del sol y comer muy a gusto. También nos gusta la zona de rocas en las que puedes practicar la pesca o bucear. Además, en el mismo puerto puedes alquilar kayaks y tablas.
La Playa de la Roda se encuentra después de pasar la desembocadura del río Algar. Es una de las mejores playas de Altea para ir con niños ya que tiene una zona de juegos para los peques, además de instalaciones deportivas como redes para jugar al vóley playa. Cuenta con acceso para gente con movilidad reducida gracias a su servicio de playas accesibles. Esta playa de grava y bolos, que suele contar con bandera azul casi todos los veranos, tiene muy cerca numerosas tiendas y restaurantes, además es una de las playas más visitadas de Altea ya que se encuentra cerca del casco urbano.
La Playa Cap Negret está justo al lado de la Playa de la Roda y su longitud comprende desde la desembocadura del Algar hasta la misma Cala del Soio, lo que la hace disponer de 2 kilómetros para disfrutar de los días de sol y mar con todos los servicios que se necesiten al alcance de la mano. Los bañistas podrán encontrar en esta zona (que se compone de grava y de aspecto semiurbano) con restaurantes, parking, alquiler de patines acuáticos, puestos de la Cruz Roja e incluso cámping.
La Playa Cap Blanc cuenta con 1.350 metros de extensión. Más de 1 kilómetro de playa compuesta por grava fina y bolos que le dan la una imagen muy rústica. En su extremo sur se unifica con el municipio vecino de L’Alfàs del Pi. Se trata de un enclave perfecto para bucear y ver la fauna marina y, además, cuenta con restaurantes, parking cercano y servicios como lavapiés y puesto de socorro.
La Playa la Solsida es una de las mejores si quieres darte un baño con absoluta tranquilidad pues es una de las menos masificadas en verano. Esta cala de Altea está ubicada después del Puerto Mar y Montaña en la Galera del Mar y su acceso es un poco complicado, ya que tendrás que bajar una cuesta bastante pronunciada para llegar hasta ella… aunque el esfuerzo merece muchísimo la pena. Como cualquier playa y cala de esta zona de Altea está compuesta de bolos y roca.
La Playa de L'Espigo cuenta con 300 metros de longitud y se encuentra emplazada justo al lado de la playa de La Roda. Se trata de una buena playa para la práctica del buceo gracias a sus espigones que la protegen del oleaje. Además tiene un aparcamiento al lado y cuenta con el servicio de playas accesibles.
Junto a las playas podemos disfrutar de uno de los principales reclamos turisticos de la ciudad como es la del Paseo Maritimo de Altea, un lugar lleno de vida y esto es, en gran parte, gracias a los muchos negocios que hay en él. El paseo de Altea es, después del casco antiguo, la zona donde están los mejores restaurantes de la localidad. Es un lugar ideal para disfrutar de la gastronomía y el buen clima local sentado en una terraza, al solecito y con vistas al Mediterráneo.
Tiene una longitud de casi un kilometro y medio y va desde el puerto hasta la desembocadura del río. Además con la ultima remodelacion la nueva zona del paseo cuenta con unos 4700m2 con diferentes áreas de juego y recreo. Esta reforma se encuentra enmarcada en la segunda fase de lo que se conoce como regeneración del Frente Litoral, con el objetivo de recuperar el valor paisajístico y ecológico del paseo, a la vez que se mejoran la accesibilidad y la estética de la zona. Las mejoras incluyen la ampliación de las aceras, la renovación del pavimento, la instalación de nuevas áreas de juego para niños y mejora de la iluminación, entre otros.
Tiene un diseño moderno, destacando el color blanco del pavimento, los asientos de diseño multiusos de hormigón y las formas redondeadas. Sin lugar a dudas se ha convertido en uno de los mejores lugares para pasear y disfrutar de la belleza natural de la costa alicantina.
Por todo el paseo nuevo se han plantado más de 200 nuevos árboles y arbustos de diferentes especies autóctonas. Entre estos nuevos árboles se encuentran nísperos, limoneros, naranjos, tamarindos, granados y chopos, que proporcionarán una gran variedad de olores, colores y también grandes espacios de sombra.
Este nuevo paseo marítimo no sólo está pensado para pasear. El espacio cuenta también con múltiples zonas de descanso, sillas y asientos de hormigón. Para los más pequeños, se ha instalado un gran parque infantil de suelo de caucho con toboganes y columpios donde pueden jugar con total seguridad.
Los tres núcleos históricos de Altea, Altea la Vella y Bellaguarda conservan en el trazado de sus calles los restos de las antiguas murallas, así como su arquitectura tradicional. El Baluarte y Recinto Renacentista, declarado Bien de Interés Cultural, conserva el trazado fundacional de 1617, con algunas de sus puertas de acceso al recinto fortificado y esta formada por cuatro
itinerarios, estos son:
1. Bellaguarda
2. Baluard de la Casa de la
Senyoria
3. Raval Mariner
4. Portal Nou.
El itinerario de Bellaguarda comienza en la zona comercial
y nos conduce hasta aquella Altea medieval
cuando su nombre aún era Bellaguarda
y se asentaba en la pequeña colina. Es en
este lugar donde hoy se encuentra uno de
los arrabales más característicos del actual
casco histórico de Altea. El barrio está considerado como el más antiguo del municipio de Altea. Se sitúa en las inmediaciones de una torre llamada de Bellaguarda que formaba parte de una fortificación, cuyo origen se remonta a la Conquista cristiana del siglo XIII. Su construcción original era, al parecer, de cuerpo cilíndrico o tronco-cónico, de fábrica de mampostería, aunque fue casi totalmente desmantelada, ya que sus restos se utilizaron como material de construcción para las viviendas del casco antiguo de la población.
Esta torre vigía fue reconstruida en el lugar que tiempo atrás, ocupaba la torre original. En su entorno surgió un núcleo de casas, que hoy es conocido como el barrio de Bellaguarda. Este barrio está conformado por un pequeño conjunto de calles estrechas y empinadas de trazado muy irregular, casi laberíntico, todas ellas pintadas de blanco que da al conjunto un marcado carácter mediterráneo. La torre actual constituye un excelente mirador, pues cuenta con unas escaleras para acceder a su parte superior, desde donde se observa una perfecta panorámica de la sierra de Bernia y gran parte del norte de Altea.
En una de las diversas callejuelas del barrio se encuentra la capilla de la Santísima Trinidad, inaugurada en 2002. En su interior se ubicó una copia del retablo cerámico situado en la pared de la casa de enfrente.
Los orígenes de la Torre de Bellaguarda parecen remontarse a los siglos XIII y XIV cuando, tras la Conquista cristiana, se estableció el baluarte defensivo conocido como Castellet de Bellaguarda, del cual formaría parte la mencionada torre.
El núcleo urbano de Altea, tal como hoy lo conocemos, aún no existía y la actual Altea la Vella (la antigua alquería Altāya musulmana, situada a los pies de la sierra de Bèrnia) constituía, por entonces, un núcleo separado e independiente del asentamiento de Bellaguarda. Entre ambos lugares llegó a haber un pleito, cuya resolución permitió establecer las lindes de sendos asentamientos (en el río Algar), los derechos de pesca y el calado de las almadrabas.
Asimismo, el Molino de Bellaguarda se encontraba originalmente aislado en el cerro que, a partir del siglo XVII, comenzaría a ocupar la actual población de Altea. Este molino hidráulico estuvo en uso entre los siglos XIV y XVI, y es también conocido como l’Aljub. En la actualidad se pueden ver algunos restos de esta antigua estructura.
Ya en el año 1990, la Torre de Bellaguarda y la plaza de la Canterería fueron sometidos a una importante reforma, en la que se reconstruyó la torre, aunque sin atender a su fisonomía original. Hoy, el barrio de Bellaguarda es el más antiguo del emplazamiento actual de Altea, pues la pedanía de Altea la Vella se encuentra al otro lado del río Algar, a cierta distancia.
Cerca del anterior barrio se situa la Plaza del Convento donde podemos contemplar la iglesia de San Francisco, que antiguamente fue un convento franciscano construido a mediados del siglo XVIII y derribado en los años 60. Algo curioso de esta plaza es que hay muchos ejemplares de olivos añejos.
La iglesia del Convent o de San Francisco conserva el edificio original del antiguo convento, incluyendo la toponimia histórica y el conjunto de casas adosadas a la iglesia que en sí son un vestigio de aquella Altea decimonónica, con el Casino de Peparra y sus terrazas inferior y superior aún existentes y originales del siglo XIX; a estos volúmenes se unen las casas primeras de la Costera de Montcau en su lado norte, formando un conjunto de interés justo en el núcleo central de lo que fue la ampliación urbanística del siglo XIX.
El Convento se empezó a construir a partir de 1728, año en que se instalaron en dicha ermita los religiosos de Benissa, siendo muy prolongada en el tiempo la construcción de todos sus cuerpos e instalaciones, ya que incluía, además de los elementos conventuales propios de estas instituciones: Iglesia, claustro, refectorio, cocinas, celdas y estancias del Prior, así como huerto y cementerio; disponía de hospicio y hospital, además de espacios para docencia.
La arquitectura de la iglesia es muy sencilla, escueta, muy franciscana, como es propio. Su interior lo definen el sistema de arcos fajones y pilastras que marcan el ritmo de la estructura con un gran cornisón que ata el perímetro, excepto en el frontis del presbiterio, donde la ausencia de elementos arquitectónicos es evidente.
Desde aquí, avanzamos por la calle Pont de Montcau, que tienes a la izquierda cuando miras a la iglesia de frente y nos encontramos con la Casa Beneyto que actualmente alberga la Casa de la Cultura, un solido edificio de la burguesia terrateniente construida en 1886, de uso multifuncional que tiene tres plantas, donde se desarrollan diferentes actividades, la planta baja corresponde a la biblioteca municipal, en las plantas superiores se desarrollan actividades orientadas a la concejalía de Cultura, despachos, oficinas, etc. y que alberga en su interior de forma permanente una exposición de pintura con obra de Juan Navarro Ramón, un pintor de la localidad nacido en 1903. Justo enfrente verás una larga escalera, que será el próximo punto de este itinerario, se trata de la Costera Mestre Musica, tradicional calle escalona del arrabal de les Costeres, ejemplo de la espansion urbana del siglo XVIII fuera de los muros de la Fortaleza de Altea. Por ella llegamos a la Plaza del Agua donde podemos visitar el antiguo Moli de Bellaguarda. En esta plaza que cuenta con escaleras y gradas y desde donde poder contemplar unas vistas del pueblo, se suelen realizar eventos y conciertos durante el verano, entre ellos el Altea Blues Festival que se desarrolla en el mes de junio desde hace varios años.
El Molí del Bellaguarda, o el "Aljub", tal como hasta ahora se le
conoce, tiene una importancia patrimonial extraordinaria como
testigo de un pasado medieval que dejó pocos vestigios. Se vincula
a la cultura ancestral del agua de esa tierra, pues el aprovechamiento de
los recursos hídricos ha sido y es un aspecto definitorio de la sociedad y así se ha manifestado desde los primeros pueblos que se
asentaron en las tierras de Altea. Las sucesivas manifestaciones
culturales de la sociedad han dejado múltiples huellas en el territorio
y una de ellas es este molino hidráulico de época incierta, pero
ubicado entre los siglos XIV al XVI, cuando debió tener su época
activa.
Lo que conocemos como "l´Aljub" es la estructura conservada de un
antiguo molino hidráulico vinculado a la alquería medieval de
Bellaguarda y situado a una cota relativamente alta de la antigua
colina sobre la que más tarde se levantó Altea, en particular el
arrabal de Les Costeres a lo largo de finales del siglo XVII y el siglo XVIII. Estaría abastecido por una antigua acequia, la denominada
como Sèquia Blanca, que en época medieval podría dar agua a este
Molino de Bellaguarda desde un ramal procedente del actual Pla del
Castell; acequia que servía a las demandas hidráulicas más antiguas
del territorio alteano, y que corría por el denominado Caixer Alt.
El lugar de Bellaguarda, a principios del siglo XV, aparece casi en
total ruina y con ella su molino. En el siglo XVII queda documentada la
destrucción de esta acequia y por tanto de su molino. Cuando, en
1652, el señor de Altea toma la iniciativa de actualizar el sistema de
riegos existente y hacer uno nuevo aprovechando partes del trazado
de la antigua acequia, no se tiene en consideración abastecer el
antiguo molino. De este modo esta estructura hidráulica quedará sin
acequia que lo abastezca y sepultada por el crecimiento urbano de la
Nueva Altea, dentro del arrabal de les Costeres ya en el siglo XVIII.
Su proximidad al núcleo de época islámica y la posterior ocupación
por población cristiana de Bellaguarda, nos permite suponer que
este molino fue coetáneo en el tiempo con esas fortificaciones, en
particular en época cristiana, dada la naturaleza de las fábricas.
La existencia de las marcas de cantería, de las fábricas de sillares,
etc, nos permiten suponer que nos situamos entorno a los siglos XIV
al XVI. La ausencia de excavaciones arqueológicas nos privan de
conocer más datos sobre este importantísimo edificio del medievo
alteano.
Se conserva en gran medida parte del "Casal" (edificio propio del
molino) y la salida del agua desde el "Cup", existiendo en la parte
superior del edificio un espacio que debe contener enterrados restos
del propio "Cup" y a la vez debe corresponder en parte a la balsa de
almacenamiento de agua, más unas bóvedas supuestamente
existentes en la casa nº 2 de la Calle Sant Blai. En las cuales parece
se prolonga parte de lo que fue la estructura hidráulica del antiguo
molino. Bóvedas que en caso de existir debieran ser objeto de estudio
en posteriores campañas arqueológicas. Los restos de lo que fue el molino tienen una superficie de
aproximadamente 50 metros cuadrados e incluyen una bóveda
completa de las dos que disponía el cuerpo superior del antiguo
edificio. Del antiguo molino podemos distinguir la entrada del agua. Estas estructuras están cubiertas por bóveda de cañón
con dovelas de piedra y configurando un plano de servicio superior
donde se situaban las ruedas de Moler unidas por un eje vertical a la
rueda generatriz inferior. La sala de molienda está formada por dos naves unidas entre sí por
pórticos construidos por arcos apuntados de distintas medidas y
alturas, construidos por sillería de buena factura, aunque con una
piedra caliza algo débil que con el tiempo se ha deteriorado en exceso.
Estas naves se cubren con bóvedas de cañón encofradas y resueltas
con una argamasa de cal con ripio y cantos rodados. La cubierta debió
ser plana, como es en la actualidad.
Siguiendo ascendiendo por las escaleras finalmente llegamos al Baluarte de la Casa de la Señoría, un baluarte de gran presencia, en el ángulo nororiental del perímetro fortificado y que se utilizaba para controlar la desembocadura del Río Algar. Constaba de una gran mole de planta cuadrada sobresaliente de las trazas de la muralla, con un cordón que recorría su fachada a media altura y potenciaba su aspecto de fortaleza. Una gran sala con ventanas hacia levante definía la planta noble. Fue demolida entre 1911 y 1915 y cuyo espacio ocupa actualmente la Glorieta del Maño donde se ubica uno de los miradores de Altea con las vistas más bonitas, ya que se puede ver la ciudad nueva y al fondo la sierra. Incluso llega a verse el Peñón de Ifach, un lugar ícono que ver en Calpe, a pocos kilómetros de Altea.
Desde el mirador nos adentramos a través de la calle Salamanca en el núcleo central del casco histórico de Altea. Desde aquí se accede al recinto renacentista, al pueblo antiguo de Altea. Uno de los elementos más interesantes de la antigua Fortaleza de Altea es su trazado viario original del siglo XVII, conservado íntegramente. Entre sus calles hay de destacar la calle Salamanca. Configura un elegante frontis de casas construidas por la burguesía alteana a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII e inicios del XIX. Son casas adosadas a la muralla, de la que forman parte, y que incluye restos del paso de guardia original.
Al final de la calle llegamos a la plaza Torrico Ferrer, un lugar muy pintoresco, con bares y naranjos que le dan un poco de color donde se encuentra el Portal Vell, antiguo acceso a la parte norte de la ciudad cuya construcción se remonta al siglo XVII presentando un doble arco de medio punto y desde donde salen dos calles bonitas que ambas te llevarán a la famosa Iglesia. Una es la Calle Mayor y la otra la Calle Concepción. La primera tiene el detalle que a medida que avances y mires hacia atrás, seguirás viendo la Puerta Vieja.
Altea es una ciudad de nueva planta, una nueva ciudad creada en los inicios del siglo XVII, la única que encontramos en el Mediterráneo español, que además conserva conserva el trazado fundacional del 1617, tanto en su estructura viaria, como algunos fragmentos de lienzos de sus murallas, en concreto los situados al Norte y Sur, junto a algún otro elemento. Podemos distinguir el Portal Vell, la antigua entrada de Valencia, una de las dos puertas originales. La antigua Puerta de Polop desapareció, estaba situada frente a la Calle San José, junto al Castillo. Una tercera puerta, la del Mar o el Portal Nou, se abrió en 1743, dada la importancia de las viviendas extramuros en el barrio de Pescadores. El paisaje interior conserva el viario, el parcelario y algunos edificios originales, así como una muy buena arquitectura de los siglos XVIII, XIX y XX. Constituye el núcleo turístico por excelencia de Altea. Coexistiendo este uso con el residencial.
Al arquitecto Gaspar Gregorio de Valencia, Cristóbal Antonelli y el carmelita Fray Mariano se les encargó por el Mestre Racional, a finales del siglo XVI, que a su paso por Altea en sus viajes a las obras de construcción del Pantano de Tibi, buscaran a instancia de la Corona, la ubicación más idónea a una nueva ciudad. Si bien no hay constancia fehaciente de que la ciudad construida fuera la proyectada por los anteriormente citados arquitectos e ingenieros militares, sí se puede afirmar que a ellos se debe la ubicación de la “Nueva Altea” y posiblemente sus trazas. No se puede negar la influencia en ellas de Cristóbal Antonelli, ni de los conocimientos en arquitectura militar del virrey Vespasiano Gonzaga. Cristóbal trabajaba para la Corona y por esas fechas andaba construyendo la Torre de la Galera. Su tío, Juan Bautista, había construido el Fuerte de Bèrnia y reconstruido el Castillo de Cap Negret a mediados del siglo XVI. Ambos, como se ve, vinculados a Altea.
La Fortaleza de Altea, su recinto amurallado, sus baluartes y su castillo, de la cual nos ofrece las trazas el plano del ingeniero militar F. Ricaud en 1740, fueron la ciudad de nueva planta más importante de su época en el antiguo reino de Valencia y una mole imponente en su tiempo frente a la piratería. Una implantación estratégica que condujo a un éxito demográfico y económico tal, que su población se multiplicó de manera extraordinaria hasta convertirla en una de las villas más pobladas del reino en el siglo XVIII.
La Calle Mayor, que comienza tras el famoso Portal Vell, por lo que también se la conoce como la Calle del Portal Viejo, y termina justo en la entrada a la Iglesia de Altea, es una calle peatonal, estrecha y empedrada. La estética y arquitectura de las viviendas y edificios que hay en esta calle son las típicas y tradicionales de Altea: poca altura y fachadas blancas. A sus laterales puedes encontrar muchos negocios y muy variados. Desde algunos de los mejores restaurantes del pueblo, hasta heladerías o tiendas de ropa artesana y con un estilo propio.
Al final de la calle Mayor llegamos a la Plaza de la Iglesia, centro nuralgico de la vida social en el casco historico de Altea. La plaza de la iglesia de Altea es el lugar con más encanto de todo el pueblo y no exagero al decirlo. Nada más llegar a la plaza llamará tu atención la Parroquia de Nuestra Señora del Consuelo, construida en 1607, y los edificios de paredes blancas que, como ya sabrás, es el color predominante en todo el pueblo. Quizá, dejando de lado la preciosa iglesia, lo mejor que tiene la plaza son los miradores. Desde ambos puedes ver la maravillosa bahía de Altea, la Sierra Helada e incluso el Peñón de Calpe.
La iglesia de Nuestra Señora del Consuelo es un templo gracioso que tiene rarezas. Tiene su origen en la Edad Moderna, a principios del siglo XVII, cuando se encontraba al lado del castillo que protegía la localidad. Más adelante, entre los años 1854 y 1856, se iniciaría la construcción de la Capilla del Santísimo Cristo de Altea. La Iglesia actual se construyó ya a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, siendo restaurada en el año 1980. El conjunto histórico, en el que se incluye la Iglesia, está declarado Bien de Interés Cultural desde 2013.
La Iglesia se encuentra situada en la parte más alta del pueblo. Está rodeada por las antiguas murallas que defendían a la población que contienen diferentes portales y calles para acceder a ella. La desaparición de antiguas construcciones permitió que se ampliara la plaza a principios del siglo XX. Todo el conjunto arquitectónico del Casco Antiguo se integra en uno, resaltando sobre este la Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo y su cúpula. Por ello se conoce al pueblo como “La cúpula del Mediterráneo”.
En 1604 se finalizaría la villa fortificada con murallas y un castillo. La Iglesia, que en un primer lugar no estaba prevista construir, se empezaría a construir en el año 1607 por los arquitectos Pere y Damià de la Càmara. Ya en 1617, año en el que se firmaría la carta fundacional del pueblo, se finalizaría su construcción y en el año 1640 obtendría la consideración de parroquia. Esta primera construcción no presentaría una belleza arquitectónica y artística relevante, sino que quedaría inserta dentro del conjunto de la fortaleza del pueblo, siguiendo su técnica constructiva defensiva y austera.
La Iglesia sufriría un progresivo abandono y se descuidaría hasta el punto que a principios del siglo XVIII se llevarían a cabo unas iniciativas para su mantenimiento. Entre 1854 y 1856 se construiría una capilla exenta que recibiría el nombre de Santísimo Cristo, que posteriormente quedaría unida a la Iglesia. Pero no sería ya hasta bien entrados en la segunda mitad del siglo XIX cuando, unido a las transformaciones sociales que se producirán en el pueblo, se empezaría a dar forma a la Iglesia que se puede observar actualmente. Se derrumbarían los baluartes y el castillo, del que se tiene constancia por escritos como el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar” escrito por Pascual Madoz entre 1845 y 1850, entre otros bocetos y dibujos realizados por coetáneos al mismo.
De esta forma, se iniciarían las obras para su construcción en 1901, impulsadas por el cura Don Juan Bautista Cremades Peiró, extendiéndose hasta 1910. El proyecto quedaría en manos del arquitecto Adrián Vela Gadea y su hermano Julio Vela Gadea. El 18 de septiembre de 1910 se procedería a la consagración de la nueva Iglesia a cargo de José Beneyto y Beneyto. Posteriormente, entre los años 1980 y 1989 se llevarían a cabo unos trabajos de restauración.
La Iglesia presenta un estilo que se enmarca entre el modernista y el neoclásico. Su planta es de cruz latina, presentando contrafuertes en la parte interior y capillas laterales entre ellos. En los laterales tiene diferentes ventanales que permiten la entrada de luz en el interior. El ábside es poligonal, conteniendo un balcón superior y una girola. El material utilizado para la confección es la piedra y los ladrillos compactos. Se construye utilizando ciertos elementos arquitectónicos del anterior templo, al igual que se une la Capilla del Santísimo Cristo, antes exenta, quedando unida a la Iglesia como Capilla de la Comunión. Utiliza el elemento arquitectónico de la bóveda de cañón para la cubierta y sobre el crucero se sitúa una cúpula, cubierta por tejas azules y blancas. La fachada presenta dos campanarios, siendo de mayor altura el izquierdo. La puerta principal para al acceso a la Iglesia, situada en la fachada, es clasicista y presenta un arco de medio punto. Sobre esta se encuentra una hornacina que contiene la imagen de la virgen María y un rosetón. En la parte superior se encuentra un frontón que no presenta ninguna decoración.
El interior de la Iglesia presenta decorados de carácter barroco y motivos florales dorados. Destacan las figuras de madera policromada del Santísimo Cristo del Sagrario y de Nuestra Señora del Consuelo, aunque en el interior de la Iglesia se pueden observar varias figuras más. Sobre el Santísimo Cristo, y su llegada a la Iglesia de Altea, existen diferentes mitos presentes en la sociedad alteana desde hace al menos unos doscientos años, pero que no se ajustan a la realidad de lo acontecido. Las fiestas en honor al Santísimo Cristo se realizan en Altea el cuarto fin de semana del mes de septiembre.
El culto a la imagen de Nuestra Señora del Consuelo, que da nombre a la Iglesia, seguramente fuera introducida por los religiosos agustinos que mantuvieron cargos eclesiásticos importantes en este territorio durante el siglo XVII. Pero la imagen antigua, de la misma forma que ocurrió con la Iglesia, se deterioró mucho, por lo que cuando se construyó el nuevo templo también se hizo lo mismo con la figura de la virgen. Esta sería destruida al inicio de la Guerra Civil, construyéndose una nueva en el año 1941, que es la que se puede observar actualmente. Este trabajo fue encomendado al taller de José Rabasa Pérez en Valencia.
El Mirador de los Cronistas de España en Altea, el Mirador de la Iglesia o Mirador de la Muralla son algunos de los nombres que se le dan a este maravilloso lugar que se encuentra justo al lado de la Iglesia más bonita de la población, es una visita obligada para todos los visitan Altea, nadie debe perderse esta fantástica panorámica, probablemente la mejor de la ciudad. Situado en lo más alto del casco antiguo cuenta con unas vistas extraordinarias de la ciudad, de Albir, de Sierra Helada y de toda la Bahía de Altea, se puede ver hasta el Penón de Ifach de Benidorm.
Entre el 24 y el 27 de octubre del año 2002 tuvo lugar en Altea el XXVIII Congreso Nacional de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. El último día del Congreso, con las luces del atardecer otoñal, se inauguró una placa que daba nombre a lo que hoy conocemos como el Mirador Cronistas de España.
El mirador Cronistas de España es uno de los muchos que tiene Altea pero es posiblemente el que mejores vistas tenga sobre el entorno, entre otras cosas, por su altura y disposición. Desde el mirador Cronistas de España podemos ver bajo nuestros pies parte del casco antiguo de Altea; la bahía de la población, el puerto deportivo y pesquero. Y al fondo, Punta Bombarda o Albir y algo más allá las siluetas de los magníficos rascacielos de Benidorm. Si giramos las vistas, en un lateral, en la pared blanca, veremos la placa conmemorativa de la inauguración del mirador Cronistas de España y si giramos algo más, veremos la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo y su plaza. El mirador Cronistas de España es un lugar representativo de Altea.
De la plaza parten posiblemente dos de las calles mas bellas y posiblemente mas fotografiadas de la ciudad como son el Carrer de Sant Josep y el Carrer de Sant Miquel ya que a cada paso que des te sorprenderás con la parte más artística del pueblo.
Son muchos los motivos que hacen de la Calle San Miguel una calle diferente. En primer lugar, es una calle llena de arte. Las fachadas están decoradas con artículos decorativos muy llamativos, todos ellos de producción artesanal. Altea siempre ha sido un pueblo pintoresco y diferente y esta calle es una prueba de ello. Por otro lado, esta calle esta repleta de tiendas. Tiendas con productos bohemios y alternativos al mas puro estilo ibicenco. Esta calle es un lugar ideal para que compres tu recuerdos de Altea.
También es una calle muy famosa por la gran cantidad de llamativos y pintorescos restaurantes que puedes encontrar aquí y también, como no podría ser de otra forma, la Iglesia de Altea es una de las grandes protagonistas. Las vistas de la iglesia de Altea desde esta pintoresca calle son espectaculares.
Situado sobre una colina dominante (Altea) y otra más baja situada al noreste (Bellaguarda), colonizando las laderas de ambas colinas se encuentra el Núcleo Histórico Tradicional de Altea; un hito reconocible en el paisaje de la amplia bahía que desde Toix hasta la Serra Gelada acota esta parte norte de la Comarca de la Marina Baixa. Consta de una acrópolis construida con un asentamiento abalaurtado del siglo XVII que conserva su estructura y traza urbana y parte de su parcelario original; más unos arrabales que se consolidan en el siglo XVIII, y acaban de completar su estructura a lo largo del siglo XIX, colmatándose en el siglo XX con arquitecturas de muy distinto valor, pero que en su conjunto conservan de manera equilibrada un valor paisajístico y etnológico singular. El perfil del Núcleo Histórico está rematado por el volumen de la Iglesia Parroquial con una arquitectura muy potente y de alto poder icónico, rematada por un campanario y unas bóvedas características vidriadas en azul que identifican la imagen del pueblo.
Sin duda la estructura urbana de Altea está influida por la
orografía, lo que le permite estar coronada por la Iglesia en lo alto de
un cerro a 65 msnm y a escasos 200 metros del mar. En la acrópolis
se asienta la primera fortaleza de época moderna y en las laderas
de la colina, junto a un pequeño arrabal de pescadores junto a la
playa de la Roda, se produce la evolución urbanística de la villa
hasta el siglo XIX. Sus calles bajan hasta el mar y todas sus cuestas
convergen en la plaza de la Iglesia, antiguo lugar del castillo.
El nacimiento de la Altea moderna sigue un patrón de asentamiento
de carácter defensivo, instalando el núcleo principal en una colina
fácilmente defendible y formando parte de un sistema más amplio de
defensa de la Bahía de Altea y del Valle de Guadalest. El casería
extralimitará sus murallas, de amnera que en el siglo XVIII existen
amplios arrabales rodeando la fortaleza del XVII. El castillo y recinto
amurallado supusieron la base de estabilidad que necesitaba este
territorio y que fue la base de su prosperidad.
En un primer momento ocupa el recinto amurallado de nueva fábrica.
Dentro de las murallas quedan las calles, el castillo, la Iglesia y las
dos puertas de acceso: la del Fornet o de Arriba (desaparecida junto
al castillo en 1850) y el Portal Vell o de Abajo. Con la consolidación
del nuevo emplazamiento se produce un primer crecimiento fuera de
la muralla a espaldas de la Iglesia. Desde el portal del Fornet, en el
camino de entrada al castillo por la actual calle de San José, se forma
el arrabal del Fornet. Al final del Fornet se sitúa el Calvario y estaba
erigida la ermita de Sant Xoxim (San Joaquín) cuya existencia solo se
ha podido documentar a partir del siglo XVIII. En paralelo a este
proceso en una zona más alejada, junto al mar, se forma el rabal
marinero.
En el siglo XVIII se produce un auge demográfico con enormes
consecuencias para el urbanismo de Altea. Para el caso de Altea este crecimiento demográfico está ampliamente
relacionado con la seguridad de sus habitantes y con una mayor
disponibilidad de tierras, la mejora y ampliación de infraestructuras
hidráulicas, el aumento de la ganadería y el incremento de las
actividades pesqueras.
El auge agrícola, pesquero, comercial y demográfico del setecientos
obliga a una expansión urbana. Alejado el peligro del mar, el nuevo
pueblo crecerá sin complejos extramuros. El pueblo se ensancha
desde la cima por las faldas del cerro hasta el mar, conformando tres
zonas urbanas: intramuros -dins d’Altea-, laderas de la colina -les
costeres- y el barrio marinero -la Mar.
Fuera de la muralla el crecimiento urbano tuvo dos direcciones: hacia Bellaguarda y hacia el arrabal del mar. Ambos sentidos seguirán en el trazado de sus calles la misma orientación sur norte seguida intramuros. De tal modo que en la expansión hacia Bellaguarda, las calles descienden desde el Portal Vell -o de les Hortes- de manera perpendicular al lienzo norte de muralla. Con la apertura a mediados de siglo del Portal Nou o de la Mar, las calles que conectarán con el arrabal del Mar se disponen en paralelo al lienzo de levante de la muralla. Cuando Altea se extiende fuera de sus murallas, el desnivel de la ladera condiciona la formación de calles en pendiente o cuesta. En la pendiente, y de norte a sur, la primera de estas cuestas o costeres es la dels Matxos, por donde bajaban las caballerías dirección al campo. Desde la Plaza de la Cruz suben al Portal Vell las cuestas de San Vicente, San Juan, Candelaria y San Blas. Todas ellas convergen en la plaza de la Cruz, topónimo que refiere a la cruz de término existente desde donde partían los caminos de Polop y de la Huerta. Desde la Cruz hacia el mar baja la costera del Pont de Montcau, que a la altura del carrer la Sèquia, se encuentra con la costera del Mestre la Música que sube casi en línea recta hasta el baluarte de la Casa de la Señoría. Junto a esta cuesta se encuentra la calle Ripoll y perpendiculares a ella nacen las calles Sol, Remei, Carreta y Salud. Desde el carrer la Mar parten las cuestas del carrer Pescadors y Martínez Orozco, que enlazan con el carrer Empedrat a los pies del Portal Nou. El desarrollo urbano y demográfico se acelera a finales del XVIII cuando Altea se compone de 800 casas que se extienden sobre la pendiente. En este momento se consolida la estructura urbanística de un recinto amurallado con tres portales y tres torreones en las esquinas; alrededor del cual crecen los arrabales del Mar, de Bellaguarda -con les Costeres a medio camino-, el Fornet y más alejado el de Foietes.
Volvemos de nuevo a la plaza para desde esta descender por la calle Santa Barbara una de las muchas calles empinadas y con escalinatas donde podemos hacer una parada para contemplar la Casa de Cervantes en Altea, hasta que llegamos a otro mirador denominado el Mirador Blanco, más discreto y menos visitado que el anterior, pero sus vistas no tienen nada que envidiar. junto a la otra puesta de acceso al recinto amurallado de Altea como es el Portal Nou.
El Portal Nou se construyó en el siglo XVIII para dar entrada al interior del recinto amurallado desde el raval mariner, que es la zona de Altea más cercana al Mediterráneo y donde residían la gran mayoría de los pescadores del pueblo ya que la importancia de este barrio fue en aumento. A pesar de que en la actualidad se encuentra en buen estado, se podría decir que el Portal Nou no envejeció como debería ya que en los años posteriores a la caída de la muralla, tanto el portal como otros elementos históricos de la muralla fueron maltratados y expoliados por lo que durante muchos años apenas se podían distinguir los elementos originales que la componían.
Se trataba de una puerta de trazas clasicistas, con un arco de amplias dovelas sobre un lienzo revestido de piedra de las canteras de Les Rotes o Bellaguarda, dispuesto en piezas de buena dimensión y junta horizontal; piezas de las que quedan restos. La anchura del lienzo sobre el que se construyó la puerta no sobrepasaba en exceso al propio arco, como podemos ver por los restos existentes sobre el muro. La sección de la muralla se abocinaba y se acababa en sillería, cubriendo el vano con bóveda, sobresaliendo de este sistema las jambas de la puerta en la parte externa de la muralla. El vano posterior que daba paso a la calle Honda, tras pasar el edificio superior, se resolvía con un arco carpanel. Una pequeña dilatación del viario permitía el giro de carruajes
Tras el derribo del castillo y del baluarte de la Casa del Comú, a mediados del siglo XIX, ya obsoleta la muralla, se abrieron huecos sobre ella desde las casas, expoliando sillares y fábricas de los baluartes y de la propia puerta, arrasando su arquitectura y borrando prácticamente las huellas de esta elegante puerta. En su lugar se construyó un arco abovedado sin pretensiones y de mala factura, permitiendo la apertura de vanos de la planta superior sobre las propias dovelas de puerta. La puerta tuvo hasta 2013 una mala vejez con muros y acabados de poca calidad que ocultaban los restos de la sillería que allí se encontraban. Se había perdido completamente la memoria gráfica de este portal y de su arquitectura, no encontrándose documento alguno que lo describiera, quedando tan solo restos de las trazas, de las fábricas y de la materia que la construían. Una dudosa reconstrucción del edificio que ocupa este espacio de la muralla no ayudó en absoluto a una puesta en valor, todo lo contrario, destruyó parte de los muros de sillería e invadió con una ventana y un voladizo -hoy eliminado- parte del espacio de la arquitectura original de la puerta.
Desde aqui seguimos descendiendo hasta llegar al barrio de los marineros, el más poblado del municipio y es, además, el que conserva la esencia del pueblo marinero que fue Altea hasta el desarrollo turístico que se produjo en la segunda mitad del siglo XX. En el pueblo antiguo destacan las calles estrechas y las viviendas bajas y encaladas, que se extienden próximas a la iglesia del Consuelo, así como sus numerosos miradores o sus comercios tradicionales. Un aspecto destacable, del Alojamiento y del Barrio, es su especial ubicación céntrica, donde en escasos minutos están situados, establecimientos Bancarios, Mercado Municipal, Ayuntamiento, Supermercados, Tiendas de Artesanía, y gran variedad de establecimientos de la rica Gastronomía que se elabora en Altea, con especial énfasis en productos del mar. El distrito alberga también la populosa playa urbana de La Roda, y la Playa Nueva, muy frecuentada por los propios alteanos, y visitantes.
En el barrio terminamos nuestro recorrido por la ciudad de Altea, pero aqui no termina la oferta turistica y de recursos que el viajero pueda disfrutar si visita la ciudad. Si eres de los que les gustan las aventuras, no pierdas la oportunidad de coger un kayak y remar hasta uno de los grandes tesoros de altea: la isla de la Olleta. Se trata de una isla que se ubica dentro del Parque Natural de Serra Gelada y en la que se han encontrado restos arqueológicos de la época romana. Esta isla no está muy lejos de la costa, por lo que podrás llegar sin ningún problema. Y si eres más de bucear o practicar snorkel, sus aguas cristalinas son ideales para contemplar su maravilloso fondo marino.
También hay espacio para la naturaleza. Un buen ejemplo es la Sierra de Bèrnia, cadena montañosa que separa las comarcas de la Marina Alta y la Marina Baixa y en la que encontramos las ruinas del castillo y un campo de golf. Aquí puedes hacer rutas tan bellas como emocionantes, como son la Ruta de los Arcos o la Ruta del Forat de Bèrnia. Otro paraje natural de gran importancia en la zona es el Parque Natural de la Serra Gelada, con infinitos senderos para amantes de la naturaleza.
El conocido atractivo turístico de Les Fonts d’Algar, en la cercana población de Callosa d’En Sarrià, forma en su desembocadura en la bahía de Altea un humedal protegido, incluido en el catálogo de zonas húmedas de la Comunitat Valenciana. Este es un lugar fantástico para practicar birdwatching (observar aves), o simplemente pasear.
Altea la Vieja, como su nombre indica, es el origen de la actual Altea. Este pequeño y encantador caserío se encuentra rodeado de naturaleza y merece la pena llegar caminando siguiendo la que forma parte de «Camins d’Altea»
El primer templo de España y de toda la Península Ibérica que se encuentra ubicada en la urbanización de Altea Hills, entre Alicante y Valencia.. Construido al estilo de la arquitectura de madera rusa.
La singularidad de la Iglesia del Arcángel Miguel radica en que a lo largo de los 2000 años de existencia del cristianismo, por primera vez en la historia de España, se erigió en su territorio una iglesia ortodoxa rusa, que se convirtió en la avanzada más occidental de la Iglesia rusa en el continente euroasiático, ya que se encuentra en el "meridiano cero".
A principios de los años 90 del siglo pasado, tras la caída del Telón de Acero, llegaron a España oleadas de inmigrantes procedentes de los espacios de la antigua Unión Soviética. Nuestros compatriotas de diferentes estratos de la sociedad postsoviética comenzaron a inundar la Península Ibérica en busca de una vida mejor. La fe, la religiosidad siempre han sido uno de los factores unificadores sociales más fuertes. La Iglesia del Arcángel Miguel en Altea es una viva confirmación de ello. Lejos de la Patria, como una paloma, reúne bajo sus arcos a personas de diferentes nacionalidades, diferentes condiciones sociales, educación, pero unidas por lo más importante de la vida: la fe en Cristo Salvador.
Habiendo dejado su tierra natal, nuestros compatriotas sintieron hambre espiritual más aguda que nunca. Este afán de espiritualidad despertó el deseo de construir el primer templo de la Iglesia Ortodoxa en España. El fundador y patrón del templo es la familia Botsko de Rostov-on-Don.
Entre las calles empinadas y estrechas del pueblo viejo, destaca el colorido blanco, que a veces se rompe con el verdor de alguna planta o el fucsia de una buganvilla. Fotógrafos y pintores suelen hallarse por estos enclaves, en busca de lugares con sabor, al lado del inmenso ajetreo del turismo. Su blanco caserío se arracima en torno a un otero que corona la Iglesia Nuestra Señora del Consuelo. Gracias a sus dos cúpulas, que deleitan la vista de todo visitante, y que además son por excelencia el emblema alteano, son llamadas "la Cúpula del Mediterráneo" donde admiramos una hermosa cúpula, cubierta de tejas vidriadas azules, que destaca sobre los tonos blancos del pueblo. La austeridad de la Torre cuadrada del templo contribuye aún más a dar esa preeminencia pictórica a la cúpula, que es reiteradamente pintada por artistas noveles y experimentados.
GASTRONOMIA:
Altea es un pueblo costero con muchos años de tradición pesquera. Desde sus inicios Altea ha sido un pueblo que ha subsistido a base de hortalizas y pescado. Todo lo que la tierra y el mar han proporcionado y las personas han sabido aprovechar. Por ello, la gastronomía alteana se basa en el pescado, el marisco y la hortaliza para la elaboración de sus platos más típicos.
En todas las casas de la Villa donde aún vive gente mayor, o son descendientes de antepasados que se asentaron en Altea, es típico tener un “recetario” aunque sea de memoria de los platos que las “abuelas” han cocinado siempre para la hora de comer.
Entre los más típicos encontramos el “arròs amb fessols ” o “l’arròs amb fessols i polp”(son arroces con habichuelas), dependiendo de la zona donde los antepasados vivieron, mar o huerta” es normal encontrarte estos dos tipos de arroz, que son idénticos pero cambia que en vez de haber pulpo haya variedad de verduras.
Las paellas también es un arroz muy típico en Altea. En muchas casas la paella es todo un rito un domingo a medio día. Se junta la familia o amigos y se organiza una pequeña fiesta, que consta de un vermú o “picaeta” mientras se hace tiempo para esperar la sabrosa paella. Luego se come alrededor de la misma en el mismo recipiente.
La paella mixta (a la que se suele poner carne de conejo y/ o pollo) que lleva verdura y carne principalmente y ahora ya es muy típico verla con marisco también. Antiguamente no se ponía marisco porque no era accesible ni por la economía de la época ni por facilidad de conseguirlo. Lo normal era poner pimiento rojo y otras variedades de verdura según temporada.
La “paella d’aladroc”, paella de boquerón, es una paella muy famosa en este bonito pueblo. Es una paella muy sabrosa con apenas ingredientes (coliflor, boquerón, alcachofa y habas), esta es una paella típica en la temporada de invierno, donde los ingredientes son fáciles de encontrar frescos y de temporada. Aunque cambiando alguna verdura por otra es fácil encontrarla en cualquier mes del año.
L’arròs amb ceba, arroz con cebolla, es también un arroz que en las casas es muy normal encontrar cualquier día del año. Es un arroz sencillo y que con cebolla y pimiento consigue un sabor exquisito. Puede llevar también algún pescado azul para dar más sabor al plato.
Un arroz muy apreciado por los más exquisitos paladares es el arroz con bogavante. Con un sabor inigualable y una elaboración muy cuidada. Es un arroz que se come durante todo el año.
Luego encontramos arroces como el caldero marinero (receta de los marineros que iban embarcados varios días), el arroz a banda, l’arròs amb peix (arroz con pescado)…
Hay tantos arroces como ingredientes y manera de preparar existen, pero estos son los más típicos que encontrarás en la Villa de Altea.
Además de los arroces Altea también tiene sus tradicionales cocas “a la llumà”, término que viene dado por una caña que se encendía al lado de la coca una vez en el horno. (Esta le daba un toque dorado). Actualmente pueden adquirirse en todas la panaderías de Altea los jueves. Los jueves es el día en que se come este tipo de manjar, a excepción de las fiestas de barrio que suelen ofrecer también un día de sus fiestas esta comida.
También está la coca “farcida” que es una coca tapada a modo de empanada, cuyo interior va relleno de un pisto.
Otro manjar exquisito son los “bollos de bleda” o “bollos de farina de dacsa” son unas empanadas fritas rellenas de espinacas, trocitos de anchoa y trocitos de morcilla. Esta es una comida pesada que suele hacerse los días fríos de invierno.
En cuanto a los dulces es muy típico los rollos de naranja, las monas en las vísperas de Pascua y los “Pastissets de boniato” para Navidad.
FIESTAS:
En Altea, a lo largo de todo el año, cada partida o barrio alteano homenajea a su patrón.
En febrero, se celebran las fiestas de Mig Any «medio año» con el tradicional desfile y enfrentamiento de moros y cristianos en honor a San Blas, la ''Festa del porquet'' que se hace en la Plaza de la Iglesia el tercer sábado de ese mes y las del Cristo de la Salud en Altea la Vella.
En junio se realizan las fiestas en honor a la Santísima Trinidad en el barrio de Bellaguarda, la de San Antonio en la partida Cap Blanch y la de San Juan en el barrio del Fornet (Casco Antiguo), durante estas fiestas tiene lugar la famosa «Plantà de l'Arbret», que se remonta al siglo XVII, la parte más tradicional de esta antigua celebración que se relaciona con los ritos precristianos del solsticio de verano y la fertilidad. Esta fiesta fue protegida como Bien de Relevancia Local por parte de la Generalidad Valenciana en 2018.
En julio, tienen lugar la fiesta marinera en honor a San Pedro y a la Virgen del Carmen en el barrio pesquero, a la que continúa San Jaime en Cap Blanch y la de Santa Ana en Altea la Vella.
Agosto empieza con la fiesta de San Roque, en la partida de l'horta, seguida por las fiestas de San Lorenzo, el segundo sábado de agosto, durante las cuales se reúnen más de cincuenta mil personas y culmina con un castillo de fuegos artificiales; el " Castell de l'Olla " declarado de bien turístico ya que se trata de uno de los pocos castillos de fuegos artificiales que se dispara íntegramente desde el mar y es, además, una referencia para los pirotécnicos. Las fiestas de San Isidro y de San Luis también se desarrollan en el mismo mes.
En septiembre son las fiestas de Santo Tomás y, al finalizar el verano, el cuarto fin de semana de septiembre, tienen lugar las Fiestas Patronales en honor al Cristo del Sagrario acompañado de la fiesta de los moros y cristianos. Para terminar el año, en diciembre, se celebran las fiestas de santa Bárbara en la partida de Sogay y la Inmaculada Concepción en Altea la Vieja.
LEYENDAS:
La Cova del Frare
Una de las leyendas que forman parte del imaginario popular de la Comunidad Valenciana, es la leyenda de la Cova del Frare. Según la leyenda, dos hermanos se disputaban el amor de una misma muchacha, y sus cuerpos ahogados aparecieron en las aguas y orilla de la Cova. Uno de ellos era conocido por «el Flare», por haber llevado hábitos en promesa materna, y por él, la toponimia de la cueva. Esta leyenda está recogida en diversas obras tales como el Diccionario de Altea y sus cosas, de Ramón Llorens Barber, o en los artículos publicados por el folklorista valenciano Francisco Martínez Martínez, como el titulado "Llegendes, Tradicions y Costums del Regne de Valencia", del año 1926.
El Mascarat
Otra de las leyendas tiene que ver con el monte del Mascarat, entre Altea y Calpe. Según la tradición local, se trataba de un bandolero cuya máscara dio nombre al lugar, aunque, según algunos historiadores, el término no viene sino de maka-as, palabra íbera que significa «piedra cortada». Según la leyenda, tan pronto vino como pareció irse el malhechor, encontrándose, al poco de su «marcha» y en la montaña en la que solía ejercer su oficio de delincuente, el cadáver de un hombre irreconocible por la lepra. Unos se aventuraron a decir que se trataba de «El Mascarat», a quien anteriormente ya habían querido identificar con un joven desaparecido del pueblo cercano, pero la versión más osada de la leyenda dice que no era otro que el propio Judas Iscariote. Sin dar crédito a la versión bíblica sobre la muerte del traidor, la leyenda da por vivo a Judas y lo conduce hasta el mismo Mascarat, aún carente de tal nombre, y en esta huida, buscando reposo en su intento de atravesar el barranco, se sentó en una piedra permaneciendo en la montaña hasta que, siglos después, se le encontró muerto con todos los indicios de haber sido el ladrón enmascarado.
El Peral de la Tía Miseria
Cuya leyenda cuenta que, hace mucho, mucho tiempo, vivía en Altea, una mujer anciana, andrajosa, y sucia, a la que se le conocía como Tía Miseria. Esta pobre mujer, subsistía únicamente con la limosna que los habitantes del pueblo le daban, y con los frutos de un Peral, el único Árbol que moraba junto a su cueva. Una noche, en la que una gran tormenta se había instalado en Altea, la anciana recibió una visita muy especial. Un vagabundo andrajoso que le pidió a la anciana refugio y un plato de cocina. La tía miseria, quien estaba preparando un caldo con algo que había conseguido en el pueblo, accedió encantada. Tras una charla amena, quedaron dormidos. Al día siguiente, el vagabundo le confesó que era en realidad San Antonio, y que le concedería lo que quisiera por su buena obra. La mujer sorprendida, le dijo que no quería nada más de lo que tenía, aunque tras la insistencia de San Antonio, accedió a realizar su petición. Pidió que todo aquel que quisiera robar sus peras, quedase pegado al árbol, hasta que ella le dejase bajar, como escarmiento, y disuasión ante los ladrones.
Así fue como cada vez que subía un niño al árbol a robar las peras, se quedaba pegado. Tía Miseria les dejaba pegados unos días como escarmiento. Pasaron los años y Tía Miseria no pasó nunca más hambre. Hasta que un buen día llegó La Muerte a por ella. La vieja, muy astuta, pidió que se subiera al árbol para recoger unas cuantas peras que poder llevar con ella. La muerte, lo tomó como un último deseo, y al subirse al Árbol, quedó pegada. Tía Miseria no dejó que bajara, y así pasaron años y años sin que ella ni nadie en el pueblo muriera. Ni epidemias ni guerras lograban acabar con la población, algo que a los más ancianos de Altea, comenzó a molestar. Cansados de una vida larga decidieron armarse e ir a derribar el peral. No obstante, estos quedaron también pegados a modo de fruto.
Con un montón de peras humanas el árbol balanceaba de un lado a otro, pero no caía. Todos imploraban a la anciana que los dejara bajar. La mujer muy astuta nuevamente, dijo que solo bajaría a los allí presentes, si la muerte no venía a buscarla, hasta que ella la llamase por tres veces. La muerte accedió, y fue así como la miseria siguió anidando en este mundo, escondida en una cueva junto a su peral eterno.
PLANO TURISTICO: https://visitaltea.es/wp-content/uploads/2022/11/Plano-Altea.pdf
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