PALAZUELOS
Palazuelos es una localidad que pertenece al municipio de Sigüenza, situada en el norte de la provincia de Guadalajara, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. La villa de Palazuelos se encuentra en las estribaciones del sistema Ibérico (enclavado en la sierra Ministra: entre las montañas que rodean Sigüenza y la sierra de Bujalcayado) enclavado en un amplio valle sin nombre, generado por la acción del arroyo Vadillo. La localidad se levanta a media altura de una montaña que recibe la denominación oficial de Alto de El Monte. La localidad se encuentra integrada en el décimo tramo de la Ruta de Don Quijote y en la Ruta del Románico Rural o de la Marca Media.
Palazuelos posee una traza urbanística medieval que se mantiene todavía intramuros del conjunto fortificado del siglo XV, conservado prácticamente en su totalidad y protegido con la figura de bien de interés cultural con la categoría de Conjunto Histórico.
Debido a los importantes valores naturales que atesora, Palazuelos se encuentra situado dentro de los límites de la Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria del Valle y salinas del Salado. Su término incluye variados y espectaculares parajes naturales ideales para el senderismo o la observación de aves.
Dos son los ecosistemas principales dentro del término de Palazuelos. En el mismo valle del arroyo Vadillo (donde se enclava la villa) se extiende la estepa cerealista castellana cortada por bosques de chopos en los márgenes de los cursos de agua. El otro ecosistema principal lo constituye la impresionante masa forestal que ocupa la cima de El Monte.
En este espléndidamente conservado bosque se pueden encontrar grandes masas de encina, con ejemplares enormes como la "carrasca alta" (incluida por la Fundación "Leyendas Vivas" en su estudio de árboles singulares); robles quejigos; un importante sabinar de la especie protegida sabina albar y un interesante conjunto boscoso de robles marojos.
Según la clasificación jurídica tradicional de las localidades castellanas tiene la calificación de villa, tal y como se puede leer en una inscripción a la entrada del pueblo desde el este (conocida como “Puerta de la Villa”). Esta calificación quiere decir que Palazuelos poseía concejo municipal y jueces (alcaldes) propios, lo que queda materializado simbólicamente en la existencia del rollo-picota (para ajusticiar a los reos que así fuesen condenados) en la Plaza Mayor. Palazuelos perdió su condición de municipio durante la dictadura franquista, permaneciendo desde entonces adscrita al Ayuntamiento de Sigüenza que la administra como pedanía (aunque exista de un "alcalde" que es nombrado por el de Sigüenza, en ocasiones tras una consulta popular).
La población censada en la actualidad no alcanza el centenar de personas, la mayoría de ellas de edad avanzada. En documentos históricos, como en las Respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada, se hable de unos trescientos vecinos (lo que equivaldría a una población de unas 1000 personas).
La villa de Palazuelos posee una marcada personalidad propia en el entorno natural de la comarca de la Tierra de Atienza y Sigüenza, este rico folclore se expresa en sus tradiciones religiosas, sus abundantes fiestas, su cancionero típico, y la voluntad de sus habitantes por conservar su estilo de vida pese al éxodo rural.
Los asentamientos prehistóricos de la zona, entre los que destacan los de la Cueva del Mediodía en la vecina localidad de Ures, remontan la historia de Palazuelos a la de la presencia humana en la comarca. La localidad debió permanecer habitada en épocas prerromana (integrada en las tierras de los arévacos), romana, visigoda y musulmana; pero de cada una de ellas apenas quedan restos.
Es con la Edad Media y el avance de la Reconquista cuando Palazuelos comienza su andadura propiamente histórica, es decir documentada, formando parte, en un primer momento de la "Tierra y Común" de Atienza.
Su historia está íntimamente unida a la de sus múltiples señores, una vez que Alfonso X el Sabio enajenó la localidad del realengo de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza para donarla a su amante Mayor Guillén de Guzmán, quien la legó a doña Beatriz, que será después reina de Portugal, y esta a su vez a su hija Blanca que la vendió al infante don Pedro, pasando de este, por venta al obispo Simón Girón de Cisneros, a pertenecer al Señorío Episcopal de Sigüenza.
En la segunda mitad del siglo XIV Palazuelos fue vendido a la Casa de Mendoza, figurando, en 1380, entre los bienes del Mayorazgo que Pedro González de Mendoza funda a favor de su hijo Diego Hurtado, de quien pasó en 1404 a su hija Aldonza de Mendoza.
A mediados del siglo XV, Íñigo López de Mendoza, hermanastro de Aldonza, comenzó a levantar el castillo y murallas, obra que terminó su hijo Pedro Hurtado de Mendoza (los escudos de éste, señor de Tamajón y adelantado de Cazorla, y de su esposa, Juana de Valencia, se pueden contemplar en las Puertas de la Villa y de El Monte). Palazuelos estuvo desde entonces definitivamente ligado, dentro de la familia de los Mendoza, a la estirpe del Duque del Infantado, como lo atestiguan las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada de 1752.
Durante toda la época del señorío, los habitantes de Palazuelos debían pagar anualmente por el derecho a conservar su carácter jurídico de villa, esto es: el derecho a organizarse y administrar justicia de forma no dependiente del señor. Con la abolición general de los señoríos, en el siglo XIX, la villa comienza su andadura como municipio independiente. Durante gran parte de dicho periodo estuvo gobernada por políticos de tendencia "romanonista".
Tras la guerra civil española (situado en el frente de la batalla de Guadalajara) y en la segunda mitad del siglo XX, Palazuelos (como otras localidades del interior de Castilla) sufrió un grave fenómeno de despoblamiento, el llamado éxodo rural, al marchar los jóvenes a vivir a las nacientes grandes ciudades (particularmente a Madrid pero también a Zaragoza, Barcelona, Guadalajara y Alcalá de Henares) ante la falta de posibilidades que ofrecía el trabajo agrícola. El municipio de Palazuelos desapareció en 1963, al ser incorporado, junto a los de Moratilla de Henares, Guijosa, Alcuneza, Pelegrina y Pozancos, al término municipal de Sigüenza.
En la actualidad, el retorno de aquellos que emigraron en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX junto con la dignificación del trabajo agrícola desde el ingreso de España en la Unión Europea, han permitido un cierto renacer de la población. Sin embargo permanecen las tendencias al agrupamiento de la población joven en centros urbanos más dinámicos (que ahora se ejemplifican en la ciudad de Sigüenza que, como la capital del municipio, acumula todos los servicios básicos esenciales: educativos, sanitarios, vivienda pública, laborales...) lo que compromete el futuro a medio plazo de la localidad.
Las medidas de protección con las que ha ido contando el caso histórico de la localidad fueron recogidas y adaptadas por el decreto 19/2002 de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha con la figura de Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico.
En definitiva, toda esta historia que vamos a detallar mas profundamente, ha dejado su impronta en la morfología de la villa con una traza urbanística medieval, estando rodeada de una muralla, con tres puertas de entrada (la de la Villa, la del Monte y la del Cercao) y con su castillo del siglo XV, de planta cuadrada, mandado construir por el Marqués de Santillana. Posee una amplia Plaza Mayor, con su fuente y su picota; la iglesia parroquial, que data del siglo XVI, dedicada a San Juan Bautista, de construcción románica, destacando en su interior el retablo barroco. Además, posee diversas fuentes entre las que se encuentra la de Los Siete Caños, casas tradicionales (muchas adornadas con bellos esgrafiados que representan símbolos solares) y un Museo del Herraje. Extramuros de la ciudad se encuentra la Ermita Humilladero de la Virgen de la Soledad de mediados del siglo XVI. Palazuelos es de los pocos conjuntos medievales que se conservan íntegros en España, de ahí su importancia.
Este Conjunto Histórico Artístico a la que llaman la Ávila alcarreña destaca precisamente por su completo círculo de murallas, que encierran totalmente la villa y en su extremo la fortaleza. Pero además entre abundantes casonas de piedra arenisca roja, con múltiples esgrafiados adornando sus paredes nos encontramos un ambiente de ruralismo digno y curtido se respira al andar por sus calles.
El castillo y las murallas de Palazuelos forman parte de una fortificación de mediados del siglo XV, construida por el marqués de Santillana, su hijo D. Pedro Hurtado de Mendoza, Comendador de Usagre y la segunda esposa de éste, Dª Juana de Valencia.
A lo largo del siglo XV el papel preponderante de la nobleza y sus frecuentes luchas hizo que se construyeran castillos y se fortificaran pequeñas villas, como es el caso de Palazuelos, con un triple objetivo: defensivo, residencial y simbólico del poder señorial. Esos tres factores incidieron definitivamente en el nuevo aspecto que cobraron los castillos en estos años.
En rasgos generales podemos decir que los nuevos palacios fortificados que surgieron en esta época mostraban plantas más regulares (cuadrangulares), aparejos de sillería y sillarejo más uniformemente tratados, con torres en las esquinas, circulares o cuadradas, entre las cuales destacaba por sus dimensiones y su diferente tratamiento, la Torre del Homenaje. La construcción principal se organizaba alrededor de un patio de honor rodeado de galerías; en los aposentos y en las salas se incrementaron las chimeneas y los paramentos adornados en ocasiones con pinturas o yeserías; se dotaron de nuevos sistemas defensivos como fueron las barbacanas (barreras bajas), unos fosos más anchos, muros de talud o saeteras de cruz y orbe, todo ello para protegerse mejor de los nuevas armas (artillería) que se iban introduciendo; en muchas ocasiones también se abandonaron los sitios altos, para emplazarse en llanuras relevantes, disminuyendo su altura y aumentando su extensión.
La totalidad del pueblo de Palazuelos está rodeado por una muralla, que se conserva hoy en su integridad. Esta constituida por largos cortinones de sillarejo reforzada a trechos por cubos y torreones, y en ella se abren cuatro puertas consistentes en gruesos torreones de planta cuadrada con cubos en las esquinas, a los que se penetra por uno de sus muros, bajo arco ojival, y se sale hacia el pueblo por otro diferente y lateral. En alguna de estas puertas se ven, ya desgastados, los emblemas heráldicos de la familia Mendoza.
El castillo se inserta en la muralla, en su extremo septentrional. Se rodea de una barbacana baja, a la que se penetra desde la villa por una puerta que tuvo puente levadizo, y está escoltada de dos desmochados torreones.
El recinto interior del castillo tiene un paseo de ronda, y en su centro se alza el cuerpo principal, que consta de un edificio elevado, de planta cuadrada, herméticamente cerrado y rodeado de dos cubos en las esquinas, y una enorme torre del homenaje adosada al muro de poniente. La entrada a este recinto interior se hace por el muro occidental.
La muralla rodea al pueblo en todo su perímetro, excepto en muy leves trozos derribados. Se refuerza en ocasiones con cubos y torreones, y en ella se abren cuatro puertas, consistentes en gruesos torreones de planta cuadrada con cubos en las esquinas, a los que se penetra por uno de sus muros, bajo arco ojival, y se sale hacia el pueblo por otro diferente y lateral. Es el clásico sistema de «acceso en zig-zag» tan propio de la Edad Media para la mejor defensa de las fortalezas, y que los Mendoza utilizaron en casi todas sus construcciones. En algunas de las puertas se ven, desgastados, los escudos de los Mendoza.
Tres de las cuatro puertas que dan acceso al pueblo se presentan cómo proyecciones con dobles portalones reforzadas por cubos. Curiosamente las dobles puertas se cierran por el interior de la proyección, por lo que las murallas permitían tanto defender la villa de ataques externos cómo para encerrar a la población, en el caso de desavenencias con el señor de la villa. Gran parte de las casas de la villa se apoyan en los lienzos de la muralla, aunque por el lado de externo de la población es posible seguir su recorrido casi en su totalidad. Sin embargo, la muralla se mantiene como una propiedad privada distinta de las casas que se apoyan en ella, añadiendo un nuevo punto de complejidad a la hora de su conservación.
Cuatro son las puertas de entrada al recinto amurallado, de las que sólo
tres se realizan mediante doble portalón, entre ellas la principal de entrada, la Puerta del Cercado, que servía de defensa. Las otras dos se sitúan al Sur y a poniente, son la Puerta de la Villa
y la Puerta del Monte, esta última situada en la cota más alta. Entre las dos primeras se abre una arco directamente en la muralla, el Arco del Lavadero.
Alfonso X “El Sabio” regaló el castillo y la villa a su amante Mayor Guillén de Guzmán. De ésta pasó a manos de doña Beatriz de Portugal. Su hija la vendió al infante don Pedro quien a su vez la vendió al obispo de Sigüenza don Simón Girón de Cisneros.
El castillo-fortaleza de Palazuelos, situado sobre un pequeño altozano, es una construcción mandada levantar por el I Marqués de Santillana, don Íñigo López de Mendoza, en el siglo XV. Pasará a manos de los hijos del Cardenal Mendoza, pasando más adelante a manos de una de sus descendientes, doña Ana de Mendoza y de la Cerda, más conocida como la Princesa de Éboli.
Durante la Guerra de la Independencia sufrió graves daños debido al enfrentamiento de las tropas francesas y Juan Martín Díez, más conocido como «El Empecinado». Debido a ello el castillo es abandonado.
En el siglo XX se realizaron obras para construir en su interior una fábrica de harina pero se vieron interrumpidas por Decreto de la República. En la Guerra Civil sirvió de cuartel a tropas italianas. Siendo abandonado después y convertido en cuadra y vertedero.
El Estado se hizo cargo de él y realizó obras de consolidación y lo sacó a subasta en 1974. En el año 1998 es comprado por otro particular junto con el recinto amurallado. Por tanto en la actualidad es de propiedad privada y se usa como vivienda habitual.
Se trata de un edificio de planta cuadrangular con dos torres cilíndricas en las esquinas que dan al este, mientras que pegado al lienzo que mira al oeste se encuentra la torre del homenaje, de planta cuadrada con dos pequeños cubos esquineros. Rodea el recinto del castillo una semiderruida barbacana, en las que se abren diversas troneras y, mirando hacia la plaza de la villa, se encuentra lo que fue la antigua puerta de entrada al castillo, franqueadas por dos torres, que preconizan la existencia de un puente levadizo.
El estilo arquitectónico del Castillo de Palazuelos combina elementos góticos γ renacentistas, lo que le confiere una belleza singular γ un aire de grandeza. Los arcos apuntados, las ventanas con tracerías γ los detalles decorativos en piedra son características típicas del estilo gótico, mientras que los elementos decorativos más elaborados γ las proporciones más equilibradas del renacimiento le dan al castillo un aspecto refinado γ elegante. El Castillo de Palazuelos es una joya arquitectónica que combina la fortaleza defensiva de la época medieval con la elegancia γ el refinamiento del renacimiento. Su belleza γ su importancia histórica lo convierten en un lugar de visita obligada para cualquier amante de la historia γ la arquitectura.
La villa de Palazuelos en sí misma es ya de por sí un verdadero museo viviente, con sus casas campesinas tradicionales (muchas adornadas con bellos esgrafiados que representan símbolos solares que entroncan con los más que remotos ancestros celtíberos), sus fuentes y sus rincones.
Recorrer las calles de de la villa amurallada de Palazuelos es regresar al medievo. Casonas nobiliarias, calles estrechas, puertas con arcos de medio punto… Según se dice, los primeros pobladores de Palazuelos procedían de Palazuelos de Eresma en Segovia. Por eso, verás muchas viviendas con esgrafiados muy similares a los que puedes encontrar en ese municipio.
La amplia Plaza Mayor escucha el murmullo suave y apacible, alegre y continuo, indiferente, de la fuente que agracia el centro y, al lado, el rollo (basa redondeada y columna cilíndrica). Desde aquí, la Calle Real llega hasta la “Fuente de los Siete Caños”, perpetuo sollozo de rumor eterno y monótono, con ritmo igual y adormecedor, dejando a la derecha la iglesia parroquial de San Juan Bautista (siglo XVI, puerta románica, artesonado de madera) y la Casa del Curato (escudo con el emblema del jarrón de azucenas del obispado seguntino) y, convertida en Calle de San Roque, continúa hasta la Puerta de la Villa.
Un recorrido por el pueblo, remanso de sosiego, es como desenterrar recuerdos olvidados en los rincones de la memoria, que tienen la intensidad de la ausencia. En la calle, en el pueblo, en el valle entero, no se oye ni un ruido. El silencio aletargado ensordece. El silencio planea sobre el valle, el pueblo está lleno de silencio, las casas llenas de un silencio de gran espesor en su resonante soledad.
Viajeros y visitantes, al recorrer las calles y plazas de Palazuelos, quedan apresados por el aroma bajomedieval que envuelve todo el ambiente. Viviendas y casonas, de roja piedra arenisca y popular arquitectura, enmarcan la espaciosa plaza Mayor, síntesis y corazón de la villa, que exhibe una casi centenaria fuente, erigida en 1926, que cuenta con pileta y abrevadero. Al lado, una esbelta picota, de cuerpo cilíndrico y basa curva, rehecha hace años, pregona y simboliza, con la vieja cárcel y la casa consistorial, la antigua condición señorial del municipio. En ella, un juez, elegido por el común de los vecinos, ejercía la administración de justicia. Es una columna, antiguo símbolo de las villas independientes que podían tener un juez e impartir por sí mismas justicia. Los condenados terminaban atados, muchas veces, a la picota, que conserva los hierros en su parte superior donde el reo era expuesto a la vergïuenza pública.
Dentro de su patrimonio religioso destacan edificios como la Iglesia de San Juan Bautista y fuera del recinto amurallado la Ermita-humilladero de Nuestra Señora de la Soledad. Esta fue construida seguramente por los cofrades de la “Vera Cruz”, estando documentada ya a mediados del siglo XVI. Tiene planta cuadrada con macizos contrafuertes y un hermoso pórtico columnado que da acceso a la capilla y cobijo al caminante. La imagen de la Dolorosa y una magnífica talla de Cristo yacente son dignas de ser vistas.
La Iglesia de San Juan Bautista se encuentra en la parte occidental del núcleo, en la plaza de la fuente, cercana a una de las puertas de acceso al recinto amurallado, la llamada puerta de la Villa. Su construcción original se fecha hacia el siglo XIII; es, por tanto, de reminiscencias románicas aunque de ello pocas son las pruebas que nos ha dejado el devenir del templo románico, pues las diversas reformas, tanto del siglo XVI como del XVII, modificaron su planta primitiva. La traza original se aprecia bien, tanto por sus dimensiones como por su tipología, siguiendo el modelo del señorío episcopal seguntino que marcaba las pautas de realización de estos pequeños y austeros templos al inicio de la repoblación de la Marca Media en la sierra norte alcarreña. Es decir, iglesias de una sola nave orientada hacia el Este, con espadaña a los pies, ábside semicircular
sustituido por una cabecera plana, y con un sencillo pórtico sin excesiva decoración, al mediodía.
Es en la panda sur donde se encuentra el pórtico, elemento diferenciador del templo que nos permite datarlo
en época románica. Se trata de una portada cobijada bajo
un sencillo tejaroz que la resguarda de las inclemencias del
tiempo. De un vano semicircular de medio punto, con tres
arquivoltas en degradación, también de medio punto. Es
una traza muy simple sin apenas decoración, similar a otras
como Carabias y Pozancos. Las arquivoltas son de arista
redondeada, excepto la interior, que es lisa y dovelada. La
exterior encuadra el resto con una moldura plana que la
recoge hacia la cornisa. Las arquivoltas descansan sobre
una jamba lisa, en el interior, y en columnas, las exteriores,
aunque están desaparecidas, pero se supone que debieron
de tener capiteles de decoración foliácea, como los encontrados en las iglesias cercanas ya citadas.
Se aprecia al exterior, en el muro sur, los aspillerados
vanos cegados y el cambio de fábrica en la parte inferior,
con sillares, respecto a la superior, construida con mampostería, lo que nos indica el cambio de estilos desde la
época primitiva a la última modificación en el siglo XVII. La
altura actual no se corresponde por tanto, con la original,
que era de dimensiones más reducidas. Remata la altura
actual una cornisa, que recorre tanto la nave como la cabecera, de canecillos lisos de igual factura, de la época de la
ampliación, ya que no se han encontrado restos de canecillos reutilizados de la época románica. Tan sólo quedan
evidencias de la cornisa y canecillos primitivos en los laterales del muro de la espadaña, lo que nos permite aclarar
que esa altura fue la original de la nave y desde donde se
realizó la elevación.
La espadaña, situada a los pies, también fue modificada y elevada junto con la nave. Consta de dos cuerpos, el
inferior de mampostería con refuerzo de sillar en las esquinas, y el superior de sillar, con dos huecos de medio punto
para las campanas. Corona la estructura actual un pequeño
cuerpo añadido para campanil.
Será a partir del siglo XVI cuando el templo sufra las
primeras modificaciones que van a tener lugar, como ocurre en Guijosa o en Pozancos, cuya similitud es patente.
Parece ser que el cardenal Carvajal, obispo de Sigüenza a
finales del siglo XV, y su visitador, Ignacio de Collantes,
impulsaron la renovación de las anticuadas iglesias del
obispado repartidas por un amplio territorio en torno a la
ciudad mitrada.
Al interior, la iglesia es de una sola nave, reformada en los primeros años del siglo XVI, y presenta una cubierta de artesonado de madera. Los paramentos interiores aparecen lisos y sólo salpicados por algún retablo barroco encastrado en el grosor de los muros norte y sur. El paso de la nave a la cabecera se resuelve mediante un arco triunfal de medio punto muy amplio, de época de la ampliación y del gusto renacentista, según directrices del episcopado. El arco descansa sobre gruesas pilastras a las que se le adosan columnas con capitel decorado con bolas de gusto renacentista, como aparece en los altares de los muros laterales.
La cabecera, de planta cuadrada, se cubre con artesonado de madera que se instala para acoger en el altar mayor un retablo de la época barroca cuando tiene lugar la segunda ampliación. Según Arroyo, el retablo debió de colocarse hacia el año 1717, por lo tanto para esa fecha ya debía de haberse elevado el cuerpo de la cabecera a mayor altura para albergarlo. De grandes proporciones, destaca por sus imponentes columnas salomónicas que dividen el retablo en tres calles, situando las tablas en los laterales y las tallas escultóricas en el centro. La más importante es la de San Miguel. A los pies de la iglesia se localiza el coro alto, sin mayor importancia que la de albergar en la parte inferior la pila bautismal, que tiene características acordes con la primera época de la ampliación, con fuste cuadrado y alto que recoge una copa de pequeñas dimensiones decorada con bandas horizontales de gusto renacentista.
Otros lugares de interes que visitar en Palazuelos los encontramos junto al Arco del Lavadero como son la mencionada anteriormente Fuente de los Siete Caños y el Lavadero. Es un rincón muy pintoresco; al traspasar la muralla verás una pequeña hornacina con la imagen de San Roque. Se trata de una sencilla fuente que, como su nombre indica, posee siete caños por los que sale el agua que caen a una especie de abrevadero. Tiene la particularidad de que el agua brota de un manantial cercano.
Palazuelos cuenta con dos hermosos y surtidos museos especializados, fruto del esfuerzo individual de dos vecinos de la villa que se encargan de su mantenimiento y de su apertura al público en la medida de sus posibilidades. El Museo de Instrumental Agrícola y Pastoril, se encuentra ubicado en medio de la Calle Mayor. En él pueden contemplarse y admirar la práctica totalidad de las herramientas agrícolas y pastoriles tradicionales utilizadas aún por nuestros abuelos e incluso por nuestros padres: trillos, arados, escardillos, horcas, zoquetas, cedazos, cencerros y otras esquilas para las ovejas, instrumentos para trabajar el cáñamo, etc. y el Museo del Herraje, situado en la Puerta de la Villa, en él se recogen todo tipo de objetos de hierro realizados manualmente por los distintos herreros que han ejercido en el pueblo, en la fragua concejil vecina. Allí encontramos: cerraduras con sus respectivas llaves, cuchillos, garfios, clavos para adornar las puertas, herraduras para los animales de tiro y carga y los clavos especiales para ellas, cerrojos, etc.
GASTRONOMIA:
Al ser Palazuelos una pedania de Sigüenza, su gastronomia es muy parecida o identica donde destacan platos elaborados con productos tipicos de la zona. Puede el comensal abrir boca con cualquier entrante, antes de catar la reconfortante sopa castellana, unas migas alcarreñas, que se acompañan de chorizo, torreznos y huevo frito, o unas judías con chorizo, oreja y morro; también las hay con liebre. Después nos espera un asado de codero o cabrito, que debe servirse con ensalada, bien regado con el vino apropiado. Se amplía la oferta con la caza (perdiz, codorniz, conejo o liebre), estofada o escabechada y la pesca, principalmente trucha, también escabechada, frita con jamón.
No harán mal postre unas yemas seguntinas, unas nueces con miel o unas torrijas, si se viene por Semana Santa; también, en el otoño, deben probarse las harinosas (tortas de uva negra.) Tras el café, un estupendo aguardiente con miel de la tierra.
FIESTAS Y TRADICIONES:
A principios de los años 1980 (coincidiendo con la recuperación de la democracia), el regreso intermitente de la población emigrada en fines de semana y vacaciones propició un clima de bonanza que culminó con la recuperación de las fiestas patronales en honor de San Juan Bautista. Actualmente se siguen celebrando, en el fin de semana más cercano al 24 de junio, con animados bailes, en la Plaza Mayor, y toda clase de actividades de ocio (como la procesión de la imagen del Santo a la salida de misa). La recuperación de las fiestas patronales se completó con la revitalización de todas las demás fiestas del calendario religioso entre las que destacan:
San Roque y la « Quema del boto » (medianoche del 15-16 de agosto). Es una tradición singular en el culto a este Santo. En recuerdo del voto o promesa hecha al Santo, con motivo, seguramente, de la curación de alguna peste que azotaba a la villa, de honrarle como patrón y celebrar anualmente su fiesta se ha desarrollado, por homofonía, la costumbre de quemar dicho día un boto impregnado de pez en el arco de la Puerta de la Villa, ante la hornacina con la imagen del Santo Patrón en la "Puerta de la Villa". No se tienen referencias precisas del inicio de la tradición, aunque probablemente fuese entre los siglos XV y XVI. De igual manera, no se conocen otros actos similares en ninguna de las muchas localidades que conmemoran un voto a San Roque, protector frente a las enfermedades. En la actualidad, la Asociación Cultural La Quema del Boto, organiza la secular Quema del boto y otros actos, como el tradicional campeonato de tanguilla. Es interesante destacar que, a pesar de su pequeño tamaño, Palazuelos posee dos santos patronos: San Juan Bautista es el patrón de la parroquia y en su honor es la Fiesta Mayor, pero San Roque es considerado el patrón de la población y para los vecinos de la "Puerta la Villa" es, sin duda, el santo principal de Palazuelos.
Semana Santa. La villa de Palazuelos conserva una Semana Santa muy activa en comparación con otros pequeños pueblos del norte de Guadalajara. Los actos religiosos comienzan con la procesión del Domingo de Ramos, que en Palazuelos se realizan con ramas de buje. La Procesión del Santo Entierro es el acto más emotivo: se realiza la noche del Viernes Santo y recorre la villa y sale de ella en la noche iluminada por antorchas para llegar a la ermita de La Soledad, donde se dejan los pasos del Santo Sepulcro y de la Virgen que da nombre a la ermita y se vuelve al pueblo con la imagen de La Tapada. De regreso a la iglesia se entonan cánticos. El Domingo de Resurrección se realiza la Procesión de El Encuentro: las mujeres llevan La Tapada por la parte alta de la villa y los hombres acompañan a los niños que transportan al Niño Jesús por la Calle Mayor. En distintos tramos las procesiones se saludan a través de las calles que cruzan, al son de una canción propia de esta procesión. En la Plaza Mayor confluyen las dos procesiones y se da el encuentro y La Tapada se quita el "manto de luto" para mostrar la talla de la Virgen de la Estrella. En ese momento es cuando se produce la Quema del Judas, muñeco de paja con forma de hombre, que ha sido colgado en medio de la Plaza y al que se prende fuego, como castigo por su traición, entre el regocijo de chicos y grandes.
Pero también son muy celebradas la puesta del Mayo, la Bendición de Campos, la Romería a Mirabueno, y el día de Nuestra Señora del Rosario, que es la patrona, y en la que se celebra el popular “remate” de objetos para recaudar dinero para la hermandad de la Vera Cruz (que gestiona los bienes religiosos de la Villa).
Con el objetivo originario de emplear el dinero excedente que generaban las fiestas de San Juan, en 1990 los vecinos de Palazuelos (habitantes y emigrados) crearon la Asociación Cultural Murallas de Palazuelos. Actualmente se haya independizada de las Fiestas Patronales y se encarga de extender el conocimiento de Palazuelos entre vecinos y sociedad en general y, dentro de esa intención, promueve el estudio y la publicación de textos sobre la Villa y sus tradiciones.
Asimismo, la Asociación organiza y promueve diversas actividades de promoción cultural. Organiza o colabora con las distintas festividades tradicionales de la villa, y realiza distintas actividades de extensión cultural en el ámbito de las artes y de las ciencias naturales (a base de conferencias, exposiciones y montaje de espectáculos artísticos). Por último promueve distintos actos festivos y de hermanamiento entre los socios, pero abiertos a todos los palazueleños.
Estas funciones tienden a distribuirse a lo largo del año, aunque básicamente se sustancian en dos acontecimientos esenciales:
Semana Cultural. Se celebra en la segunda quincena de agosto con conferencias, exposiciones, manualidades, actos juveniles, competiciones deportivas, recitales, representaciones teatrales, excursiones etc.
Matanza del cerdo (durante el puente de la Fiesta de la Constitución), uno de los acontecimientos mayores de la vida tradicional del pueblo, se ha convertido en una fiesta de hermanamiento en la que se intenta conservar el recuerdo de los saberes y sabores antiguos como las sabrosas migas, los lomos, costillas, picadillo de chorizo etc.
De igual manera, la Asociación trata de promover el arreglo y la recuperación de los símbolos e infraestructuras del pueblo (en las que destacan el arreglo de las antiguas escuelas, la restauración del rollo y la recuperación de la antigua biblioteca escolar).
Excelente blog
ResponderEliminarMuchas gracias
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