PELEGRINA (Guadalajara)

 



PELEGRINA

Pelegrina es una pedanía del municipio de Sigüenza, en la provincia de Guadalajara. Está situada en la loma de un cerro, dominado por su castillo, junto al parque natural del Barranco del Río Dulce, siendo la localidad conocida por sus rutas de senderismo. El pueblo de Pelegrina es muy pequeño (apenas 15 habitantes) pero tiene bastante encanto. Especialmente bonita es la vista de su silueta desde lo lejos, con el magnífico entorno que lo rodea, y la imagen de las ruinas del Castillo de Pelegrina al fondo. Este pueblo de estrechas calles ascendentes es la puerta de entrada a uno de los parajes naturales más bonitos de esta comunidad autónoma.
La ubicación de Pelegrina es excepcional dentro del Parque Natural del Barranco del Río Dulce y su fama está vinculada a la de Félix Rodríguez de la Fuente, quien rodó en estos parajes varios capítulos de la serie “El hombre y la tierra”. Pelegrina se alza sobre uno de los meandros del río, sobre el que es usual ver planear buitres y otras aves rupícolas. A la salida se alza un mirador sobre el barranco inaugurado en 1980 y dedicado al famoso naturalista.
Pelegrina es, en esencia, un pueblo pequeño y pintoresco que se caracteriza por su integración con la naturaleza y su arquitectura tradicional. Su estructura urbana refleja su identidad como un destino turístico para quienes buscan disfrutar de la tranquilidad y la belleza de la Sierra de Guadalajara.



Los orígenes de Pelegrina se sitúan en un poblado celtibérico, siglos más tarde ocupado por los musulmanes que edificaron su atalaya defensiva. La primera noticia que se tiene de Pelegrina es en el siglo XII, cuando formaba parte del obispado de Sigüenza y contaba con unos cincuenta vecinos. Tras la conquista cristiana de la zona y de la ciudad de Sigüenza, en 1124, el enclave de Pelegrina y sus alrededores fue dado por el rey Alfonso VII a los obispos de Sigüenza, que lo incorporaron al Señorío de Sigüenza, y en cuyas manos permaneció hasta la abolición de los señoríos. 
En el siglo XIV la fortaleza es confiscada por Pedro I de Castilla, debido a las amenazas procedentes de Aragón. En el siglo XV el castillo cayó durante algunos años bajo manos de la corona navarra, aunque rápidamente volvió a manos castellanas. Durante estos siglos la población todavía permanecía bajo el poder del episcopado de Sigüenza, e incluso era favorecida por los obispos, como muestra la disposición en la portada del escudo de armas de Fabrique de Portugal, obispo seguntino entre los años 1512-1532
La vida sencilla y apacible de sus habitantes fue alterada en numerosas ocasiones, con ataques enemigos que poco tenían que ver con ellos. La población sufrió las consecuencias de aquellos actos bélicos, y el castillo, que ya había sido objeto de ofensivas desde tiempos medievales, fue asediado, ocupado, desmantelado e incendiado por las tropas enemigas durante las guerras de Sucesión y de Independencia que tuvieron lugar en los siglos XVIII y XIX, respectivamente. Hacia mediados del siglo XIX, el lugar tenía contabilizada una población de 156 habitantes. En 1862, el pueblo contaba con unos 300 habitantes, que aumentaron hasta 484 en 1885. 
La Guerra civil de 1936 supuso un duro paréntesis para los vecinos que asistieron a uno de los capítulos más dolorosos de su historia. A partir de los años 50 – 60, la industrialización y el desarrollo urbano de la periferia se convirtieron en focos de atracción de mano de obra, procedente del mundo rural donde los recursos eran escasos. Así se iniciaba el proceso despoblador cuyas duras consecuencias vivimos actualmente. Pelegrina tenía 400 habitantes. Hoy apenas llegan a 20 los residentes. Algunos aún recuerdan cómo se fueron cerrando las casas, abandonando los corrales y talleres de oficios tradicionales, para emigrar en busca de nuevos horizontes. La huida ilustrada protagonizada por la juventud que marcha por motivos de estudio y no vuelve, es un factor que impide el relevo generacional. Al descender el número de habitantes disminuían también las posibilidades de obtener recursos económicos suficientes para atender con unos servicios mínimos sanitarios, educativos y asistenciales a la población. Para hacer frente a todas estas necesidades, Pelegrina solicitó su incorporación al Ayuntamiento de Sigüenza.
Es de trazado medieval, con calles estrechas, formado por dos barrios: del Sol y del Frio. Sus nombres vienen determinados por la climatología que se da en ellos, ya que uno mira hacia la garganta del río Dulce, siendo el más soleado, mientras que el otro mira al valle, con el consiguiente desamparo ante el frío.
Pelegrina cuenta con una iglesia, de estilo románico, erigida en el centro del pueblo en el siglo XII bajo la advocación de la Santísima Trinidad y con el patrocinio de los obispos seguntinos. Dispone de un coro elevado a sus pies y de pila bautismal. De su exterior destaca la espadaña triangular, el ábside semicircular con remate de modillones en la cabecera del templo, y una portada abocinada con arquivoltas semicirculares y columnas y capiteles muy desgastados pero de sencillo aspecto románico rural. En su interior destaca el artesonado mudéjar policromado, del siglo XVI, y el retablo de la capilla mayor, hecho en talleres saguntinos hacia 1570, obra de Martín de Vandoma con pinturas de Diego Martínez. 






El castillo de Pelegrina es una fortificación construida entre los siglos XII y XIII. Con la conquista cristiana de la comarca de Sigüenza en 1124 se restituye la diócesis en esta ciudad. Alfonso VII dona Pelegrina al obispado seguntino en agradecimiento por la ayuda dada en la empresa por parte de su primer obispo, Bernardo de Agén. La tranquilidad de la aldea la hace propicia para el retiro espiritual y el descanso, lo que motiva que a finales del siglo XII el obispado se plantee la construcción de un castillo a tal fin, que además debiera ser fuerte para evitar que pudiese ser tomado con facilidad, temiendo que aún lo pudiese ser por la todavía próxima frontera entre reinos cristianos y andalusíes.
En 1710 fue incendiado y destruido durante la guerra de Sucesión y, posteriormente, reconstruido. Un siglo después fue testigo de varias batallas de la guerra del Francés entre las tropas de El Empecinado y las napoleónicas hasta que en 1811 fue destruido por las últimas antes de su retirada dejándolo en ruina.
Se trata de un castillo roquero alzado sobre un cerro que domina el valle del río Dulce. Fue construido en piedra sillar y tiene una planta alargada de unos veinticinco metros de longitud y unos muros de medio metro de ancho por ocho de alto rodeados por varios torreones cilíndricos. En la parte norte se sitúa la torre del homenaje, de planta cuadrada y dos pisos. Defendía la puerta de acceso principal, alta y en forma de arco de herradura. Al sur, entre dos torreones, estuvo una segunda puerta menor y tuvo forma de arco de medio punto. Alrededor del castillo se levantó una barbacana. Disponía de un patio con aljibe, rodeado de estancias dispuestas en dos pisos.



En el mismo pueblo de Pelegrina comienza la Ruta de la Hoz de Pelegrina, que discurre por una parte del Parque Natural del Río Dulce y que no revierte mucha dificultad. Se trata de un recorrido circular de cuatro kilómetros, y discurre prácticamente todo el tiempo junto a la orilla del río Dulce.
Nada más empezar a andar podremos contemplar, y fotografiar, una de las mejores vistas panorámicas del pueblo de Pelegrina, y enseguida comenzaremos a ver las grandes formaciones rocosas en las que anidan los famosos buitres que Rodríguez de la Fuente filmó, además de algunas águilas. Continuamos andando hasta la llamada Caseta de Félix Rodríguez de la Fuente, que el famoso naturalista solía utilizar como almacén para dejar el material audiovisual que luego pudo verse en el programa “El hombre y la Tierra”, que se emitió en la década de los 70 del pasado siglo XX.
Un poco más adelante hay que cruzar el río Dulce para llegar al conocido como Barranco del Gollorio, donde se forma una cascada a la que se puede acceder, aunque el ascenso resulta algo complicado. Desde aquí se puede realizar el camino de vuelta por el otro lado del río, que está envuelto en una frondosa vegetación de ribera. Durante el trayecto tan sólo hay que seguir las indicaciones.



El parque natural del Barranco del Río Dulce protege el entorno del cañón del río Dulce y esta declarado Zona de Especial Conservación, Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria, ademas de estar incluido en la Red Natura 2000. Abarca territorio de los términos municipales de Algora, Mandayona, Mirabueno, Saúca, Sigüenza y Torremocha del Campo.
Tiene una extensión total de 8347,95 ha y Su altitud mínima es de 888 m y la máxima de 1174 m, con una media de 1075 m sobre el nivel del mar.
El barranco del Dulce es el resultado de la erosión de este río sobre la superficie de erosión ibérica que forma el alto páramo alcarreño, que se asienta fundamentalmente sobre calizas y dolomías mesozoicas, con afloramientos paleógenos. Durante el periodo Cretácico, la zona estuvo frecuentemente cubierta por mares, que depositaron las calizas actuales. Más recientemente, en el Cuaternario, el río ha ido disolviendo las calizas y excavando el cañón actual, originando un maravilloso relieve, de altas parameras recortadas por el cañón del río Dulce y sus afluentes, con formaciones kársticas tales como lapiaces, cuevas, simas, torcas y edificios tobáceos. Se trata de un valle que, en función de la litología, es abierto y permite la existencia de una pequeña vega cultivada o bien es muy cerrado, con pendientes abruptas y numerosos escarpes.
Las partes más abruptas del barranco del Dulce poseen una gran diversidad de comunidades vegetales rupícolas o subrupícolas, bien conservadas, entre la que destacan las comunidades calcícolas de paredones. El hábitat fluvial se encuentra muy bien conservado, resultando notables las formaciones naturales de galería, formados por álamo, fresno, sauce, chopo del país y arce.
Los bosques de esta zona, compuestos fundamentalmente por encinares y quejigares están bien estructurados y están acompañados por un sabinar aislado y, sobre afloramientos de arenas albenses, rodales de rebollar de gran valor biogeográfico, y enebros en las zonas de escaso suelo. En la zona de paramera sin arbolado, aparece un matorral de cambronales continentales y en las laderas abruptas y rocosas del cañón matorrales subrupícolas de sabina negral.




En general, la gastronomía de Pelegrina se basa en la tradición, con un énfasis en la calidad de las carnes, la utilización de ingredientes locales y un enfoque en la experiencia culinaria en un entorno natural. 
Las Fiestas patronales se celebran en honor a San Antonio a mediados del mes de junio y en el verano se celebra tambien PelegrinArt con actuaciones musicales al aire libre asi como otro tipo de actividades.




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