CAMINO DE SANTIAGO FRANCES
(Etapa Portomarin-Palas de Rei)
El Camino de Santiago está formado por un conjunto de rutas que parten de diferentes lugares y tienen en común una única meta, llegar a Santiago de Compostela a través de todas sus etapas. Todos los Caminos de Santiago están divididos en una sucesión de etapas, que son los kilómetros diarios a recorrer. Las etapas unen villas, pueblos y ciudades, en los que contaréis con todos los servicios necesarios para descansar y recuperar fuerzas. En el Camino Francés te encontrarás con pueblos encantadores, iglesias antiguas y, por supuesto, con otros peregrinos de todas partes del mundo. Desde los Pirineos hasta la llegada a la catedral de Santiago, cada etapa ofrece una mezcla perfecta de naturaleza y cultura. Es como un viaje en el tiempo, donde cada paso es un recordatorio de la historia que ha recorrido este camino. El Camino de Santiago no es solo una ruta, es una experiencia transformadora que invita a los viajeros a explorar no solo el paisaje, sino también su interior. Desde hace siglos, miles de peregrinos han recorrido sus senderos en busca de reflexión, espiritualidad y conexión con la historia.
La siguiente etapa de nuestro camino hacia Santiago de Compostela en el Camino de Santiago Frances nos lleva, tras un recorrido de 25 km., desde la localidad de Portomarin hacia Palas de Rei siempre en la provincia de Lugo. El camino sigue hoy la misma pauta que la del trazado anterior avanzando por zonas rurales. En la etapa de hoy nos espera mucho asfalto, la mayor parte de la etapa discurre junto a pistas paralelas a la carretera, junto con bosques y prados. A lo largo del día cruzaremos diversas pequeñas aldeas y algunos lugares de gran interés como el cruceiro de Os Lameiros o los yacimientos de Castromaior. La orografía de hoy no encierra muchas dificultades. No obstante, algunas subidas se pueden hacerse algo duras, dependiendo de la condición física de cada uno. A lo largo de toda la jornada ascenderemos 350 metros de desnivel.
La etapa está fraccionada por la sierra de Ligonde, que a su vez divide las cuencas de los ríos Miño y Ulloa y los Concellos de Portomarín y Monterroso. Aunque el comienzo es prometedor y obsequia con un apacible ascenso por el monte San Antonio, el resto se embriaga junto a carreteras modestas, provinciales e incluso nacionales. El Camino de Santiago también es turismo, visitar los monumentos más representativos de las localidades jacobeas, conocer la historia, cultura y leyendas de cada pueblo.
El camino te lleva por senderos que serpentean entre bosques y campos. En el trayecto, pasarás por pequeños pueblos que parecen detener el tiempo. Durante esta etapa, estarás rodeado de una belleza natural impresionante. A medida que avanzas, te encontrarás con ríos, puentes antiguos y una vegetación exuberante que parece susurrarte historias de tiempos pasados. Cada rincón del camino es una oportunidad para capturar momentos inolvidables.
Comenzamos nuestro caminar en la localidad de Portomarin que nació y creció al lado de un puente romano sobre el río Miño (reconstruido en la Edad Media) y del Camino de Santiago. El 18 de mayo de 1212, la Orden de San Juan otorgó fueros para su gobierno y administración a la localidad. Cuando en 1962 se construyó el embalse de Belesar, el pueblo se trasladó al vecino Monte do Cristo. Este traslado hizo que Portomarín se convirtiera en un lugar único, donde se pueden disfrutar de impresionantes vistas panorámicas del embalse y los alrededores. Allí se reconstruyeron algunos de los edificios más importantes, tanto civiles como religiosos; especialmente la iglesia de San Nicolás, de estilo románico levantada por la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, cuyas piedras fueron numeradas y ensambladas de nuevo en su actual emplazamiento. En las temporadas en que baja el nivel del pantano todavía son visibles los restos de las antiguas edificaciones, el malecón y el primitivo puente. Además de ser conocido por su paisaje, Puertomarín también tiene muy buen aguardiente, el cual, ha recibido numerosos reconocimientos. El día de pascua se hace el aguardiente allí, en la plaza delante de la iglesia, en la "Festa do Augardente".
Portomarín conserva las características del pueblo tradicional gallego, con soportales, calles empedradas y casas bajas, lo que le confiere un encanto especial. En resumen, Portomarín es un destino encantador que combina historia, belleza natural y hospitalidad. Ya sea como parada en el Camino de Santiago o como destino en sí mismo, este pueblo gallego cautiva a sus visitantes con su arquitectura histórica, sus paisajes impresionantes y su exquisita gastronomía.
La villa adquiere gran importancia durante la Edad Media, por ser lugar de paso de los peregrinos que se dirigen a Santiago. Aquí llegaron los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén en el siglo XII para hacerse cargo del hospital y comenzaron la construcción de la iglesia de San Juan, que preside la plaza de la villa.
La iglesia de San Juan, actualmente de San Nicolás, tiene aspecto de iglesia-fortaleza con torres y almenas. Es una obra realizada a finales del siglo XII y principios del XIII. Se vincula su construcción a algún colaborador del maestro Mateo. Tiene una sola nave y un ábside semicircular. La fachada principal está coronada por una almena, con saeteras y torres a ambos lados. Presenta un gran arco de descarga, dividido en dos partes por un tornalluvias. En la parte superior, un enorme rosetón labrado al detalle que es uno de los de mayor tamaño en Galicia. En la parte inferior, se encuentra el pórtico principal, con tres arquivoltas de medio punto, abocinadas y decoradas con motivos vinculados al taller de Mateo. Destacamos la interior en donde aparecen los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis tocando sus instrumentos musicales. El tímpano, liso y monolítico está decorado con la figura del Pantocrátor. Las arquivoltas se apoyan sobre tres pares de columnas. Los capiteles presentan una rica decoración vegetal. Conserva la puerta norte y la sur. En el tímpano norte se representa la Anunciación y el sur una figura con casulla y mitra entre dos personajes. Las arquivoltas de ambas puertas están ricamente decoradas.
El interior de la iglesia es sobrio y elegante. La nave se cubre con una bóveda de cañón apuntado, que en el tramo anterior a la cabecera se completa con dos aristas. La cabecera está cubierta con bóveda de cañón el tramo recto y de cascarón. Sobre el arco triunfal se abre un rosetón que ilumina la nave. A ambos lados, dos baldaquinos. A ambos lados de la puerta principal, dos escaleras de caracol dan acceso a un corredor al pie del gran rosetón y, desde él, al paseo de ronda almenado y a las cuatro torres también almenadas. San Juan de Portomarín es uno de los mejores ejemplos del románico gallego y está declarada Monumento Histórico–Artístico. Precisamente por lo estratégico de lugar, la iglesia fue planteada como una auténtica fortaleza casi sin parangón en la arquitectura medieval gallega, presentando ya desde la lejanía una imponente apariencia por su esbeltez, su verticalidad y su fantástico estado de conservación.
Situado frente a la cabecera de la iglesia se encuentra el Crucero de San Nicolás que conserva únicamente la cruz gótica con la imagen de Cristo por las dos caras y cuatro figuras a sus pies. Es una de las pocas cruces de este estilo que se conservan en Galicia. Seña de identidad del paisaje gallego y expresión de la devoción popular, los cruceiros se levantan en cruces de caminos o cerca de ermitas, iglesias y cementerios. Castelao decía que un cruceiro es "un perdón del cielo" pues, según el gran escritor gallego los cruceiros, se erigen para hacerse perdonar algún pecado. Pero también se dice que los cruceiros protegen a los viajeros.
En la Plaza Conde Fenosa junto a la iglesia de San Juan podemos contemplar el edificio del Pazo del Conde de la Maza. Conocido también como el Pazo del General Paredes, fue propiedad del Conde de Taboada con apellido de la Maza, descendiente de una gran familia de militares. Este edificio, junto a otros, fue uno de los que se salvaron del embalse de Belesar para ser reubicados en el nuevo emplazamiento del pueblo. Data del siglo XVI y actualmente desarrolla las funciones de edificio del ayuntamiento y es un ejemplo destacado de la arquitectura señorial gallega. Cuenta con una imponente fachada de piedra, balcones de hierro forjado y amplios jardines que lo rodean.
Pasamos por delante de la puerta sur de la iglesia, y al fondo de la calle vemos el albergue de peregrinos. Por la calle que pasa por el lateral izquierdo, llegamos a la iglesia de San Pedro construida en el siglo X, aunque consagrada en el 1182 por el obispo de Lugo Rodrigo II, según la inscripción que figura en la portada del templo. De su fábrica románica construida en sillería de granito, conserva la portada principal, con arco de medio punto y tímpano bilobulado, apoyado sobre dos mochetas con cabezas de toro. En su interior se pueden apreciar valiosas obras de arte, como retablos y esculturas religiosas. El interior contiene un sepulcro de piedra del Marqués de Bóveda, y destaca la hermosura del retablo del siglo XVI. La Iglesia de San Pedro es un lugar de gran importancia cultural y espiritual en Portomarín, y su visita permite apreciar la arquitectura románica y sumergirse en la historia y devoción religiosa de la región.
Si estás realizando el camino durante los meses de otoño, estás de suerte, ya que podrás ver los restos del antiguo pueblo anegado por el embalse. Los vestigios de las casas dinamitadas, los restos del viejo puente romano y el palco de la música original evocan nostalgia. Os invitamos cruzar el río por por el antiguo puente para disfrutar de las espectaculares vistas y recrear en vuestra imaginación cómo podría haber sido el pueblo en la actualidad, si no se hubiese construído el embalse. A parte de su encanto monumental, Portomarín es también tierra de pescadores y alquitaras, de anguilas y aguardiente.
Si miráis hacia el embalse, se pueden apreciar los famosos «caneiros», construcciones de piedra en forma de «V» que sirven para la tradicional pesca de la anguila. Este plato estrella de Portomarín podrás degustarlo en cualquiera de sus restaurantes. Existen diferentes formas de prepararla, rebozada, guisada y en empanada.
Pero sin duda Portomarín tiene fama de buen aguardiente, tanto que su fiesta gastronómica hace honor a este brebaje elaborado mediante alquitaras, el método de destilación más antiguo del aguardiente. No podéis iros de este encantador pueblo sin probar algún chupito. Los más tradicionales son blanca, crema de orujo, licor café, y aguardiente de hierbas, llamados por muchos taberneros “ibuprofeno líquido” al asegurar que curan todas las agujetas y dolores del peregrino.
La salida de Portomarín la hacemos bajando por la Avenida de Chantada hasta el Camino de Santiago. Tras cruzar el puente sobre el río da Barrela que desemboca en el Miño, y es otro puente diferente al que cruzásteis al llegar desde Sarria, veréis al fondo la señal del Camino, antiguamente indicaba hacia la derecha, por donde va casi todo el mundo, pero actualmente han puesto dos mojones que señalizan el camino hacia ambos lados, a la izquierda el punto km 91 y hacia la derecha como camino complementario. Desde aqui ascendemos aproximadamente un kilómetro del monte San Antonio al cobijo de la vegetación y comenzamos a llanear entre pinos y prados. El camino baja hasta el arcén de la LU-633 y pasado el cruce a San Mamede y Velade tomamos un andadero pegado a la carretera. Unos cientos de metros más adelante, a la altura de una fábrica de ladrillos, cruzamos la carretera y continuamos por un andadero similar que avanza por la derecha.
A la altura de unas naves de fertilizantes y abonos cruzamos de nuevo la LU-633 y progresamos por la izquierda. Cuatrocientos cincuenta metros después llegamos a Toxibo, una pequeña aldea que pertenece a la parroquia de Gonzar. Una casa y, más adelante un elegante hórreo en piedra y madera, decorado con un rosetón y rematado con pináculo y cruz. Durante tu aventura en el Camino de Santiago encontrarás muchos amigos peregrinos, exuberante naturaleza, rico patrimonio histórico y mucha cultura local. En muchos pueblos y localidades de los distintos caminos encontrarás mucha arquitectura rural, y un ejemplo de ella son los hórreos, una construcción típica de algunas de las regiones por donde pasa el Camino de Santiago, especialmente en Galicia. Los hórreos son unas construcciones en piedra y/o madera (aunque a veces incluso cemento y ladrillo), generalmente de planta cuadrada o rectangular, elevados o separados del suelo y con ventilación en sus muros, que sirven de graneros o almacén de víveres en general. Muy ligados a la actividad agrícola, generalmente son los protagonistas en los entornos rurales.
Aunque aún caminamos muy cercanos a la carretera, varias manchas de pinos nos aíslan de ella durante un pequeño tramo. De nuevo junto a la asfalto pasamos un merendero y tiramos hasta la cercana parroquia de Gonzar. Entramos en el núcleo poblacional para ver la iglesia de Santa María, situada en medio del poblado y rodeada por un atrio-cementerio. Tras visitar este lugar regresamos de nuevo al Camino y en breve giramos a la izquierda para tomar una pista que sube a Castromaior.
Gonzar con alrededor de 50 habitantes es un núcleo de población perteneciente a la localidad de Santa María de Gonzar, en el municipio de Portomarín donde el peregrino puede visitar la iglesia de Santa Maria de estilo estilo románico cuyo origen se remonta al XII. El templo está situado en medio del pueblo, con un atrio-cementerio en torno, todo caleado en el interior y exterior. El frontis de la puerta es adintelada y posee una espadaña con una campana. Tiene una nave a dos aguas, cubierta de pizarra sobre dos vigas tirantes. Presbiterio más elevado y reducido que la nave, a cuatro aguas. Arco triunfal de medio punto, en arista. Sacristía en el lateral sur. Ademas en la aldea podemos ver un palomar del siglo XVIII que todavía se encuentra en uso y un Cruceiro del siglo XVI.
Dejamos Gonzar pasando junto a un bar y el albergue público y en breve giramos a la izquierda para tomar una pista asfaltada que sube a Castromaior, también parroquia del Concello de Portomarín con iglesia románica de finales del XII situada junto al cauce de un pequeño arroyo y un cercano castro prerromano de grandes dimensiones, un yacimiento celta que deja constancia del pasado de la comunidad gallega. El castro, sin gozar de la fama de otros yacimientos arqueológicos, es uno de los mejor conservados. Para visitarlo es necesario desviarse unos metros del camino. Esto sera la antesala a nuestro ascenso a la Sierra de Ligonde cuyas redondeadas cimas nos envolveran mas adelante en nuestro caminar.
La iglesia de Santa María de Castromaior de estilo románico es, sin duda, el segundo principal hito arquitectónico de la pequeña localidad. De estilo sencillo y muy bien conservada, esta iglesia guarda una talla románica en su interior con la imagen de la Virgen, acompañada de un retablo renacentista que data del siglo XVI.
El Castro de Castromaior, declarado Bien de Interes Cultural, está considerado como uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro de mayor peso de la zona noreste de la Península Ibérica. Se estima que el Castro de Castromaior estuvo habitado hasta el primer siglo de nuestra era. A pesar de que ya han pasado dos milenios desde que fue abandonado, su estado de conservación es bastante bueno, si bien solo está actualmente parcialmente excavado.
Los estudios realizados en el lugar han permitido saber que el poblado vivió, probablemente, su mayor momento de apogeo durante los años pertenecientes a los siglos V y IV a.C. hasta que fue poco a poco reduciendo su peso y población acercándonos al cambio de era.
El Castro desarrollado durante la Edad de Hierro se levanta sobre una loma desde la que se puede divisar el cauce del río Miño, pero al no ser un terreno abrupto tuvieron que construirse múltiples elementos defensivos que le dan el carácter singular a este asentamiento. De la zona excavada se pueden diferenciar diferentes elementos defensivos que protegían el poblado y algunos de los barrios y distribuciones interiores. Murallas, fosos, y paredes internas de las diferentes edificaciones son fácilmente apreciables hoy en día. Las murallas defensivas de piedra del poblado tienen más de 300 metros de largo. Todos los edificios se encuentran muy próximos unos a otros, creando angostas y estrechas callejuelas de tránsito por el interior del poblado. Los edificios tienen planta cuadrada. El acceso al poblado se hacía por una única puerta protegida por dos torres. Toda esta disposición hace notar la influencia romana en la evolución del Castro de Castromaior.
Al abandonar esta pequeña aldea se recupera el sendero paralelo a la LU-633, que cruzamos varias veces, hasta llegar al núcleo de Hospital, También llamado O Hospital da Cruz, que, como deja intuir, en su día acogió un hospital de peregrinos. Los restos de este antiguo centro médico no se conservan, pero se tiene constancia debido a los documentos históricos que estuvo en funcionamiento en este lugar desde la Edad Media hasta, por lo menos, principios del siglo XVIII. Junto a él se encontraba una ermita dedicada a San Esteban. Hospital, con gran parte de su firme empedrado, cuenta con un pequeño albergue público ademas de dos establecimientos donde hacer una parada para descansar y reponer fuerzas.
A la salida de Hospital el peregrino deberá atravesar un puente que pasa por encima de la N-640, coger a la izquierda y cruzar la vía hacia una pista asfaltada y estrecha, con pendiente desfavorable y constante, que conduce hasta Ventas de Narón, histórica localidad del Camino, que en el medievo era conocida como Sala Regina. Ventas de Narón es una pequeña localidad perteneciente a la parroquia de San Mamede do Río, del municipio de Portomarín que cuenta con una capilla guardada por una puerta de madera tallada con los símbolos del cáliz, la cruz y la concha del peregrino. De forma más que probable, la capilla de A Madalena tiene su origen en un antiguo hospital de peregrinos, en ella puede el peregrino sellar su cartilla con el sello de los templarios que lo hace un ciego con la ayuda del peregrino. A los pies de la capilla, un pequeño merendero con fuente y un cruceiro ofrece al peregrino un buen lugar para el descanso antes de seguir la marcha.
El año 820 fue importante para Ventas de Naron y para la España cristiana. Para Ventas, fue el lugar de una batalla entre las fuerzas musulmanas y cristianas. Las fuerzas musulmanas pretendían expandir su territorio hacia el norte y los cristianos, liderados por el rey asturiano Alfonso II el casto, los enviaron de vuelta. Para la España cristiana, también fue el año en que se redescubrieron los huesos del apóstol Santiago. Poco después, el mismo Alfonso se convertiría en el primer peregrino (el primitivo), verificaría las reliquias, construiría una iglesia para albergarlas y pondría en marcha un curso de acontecimientos que vería derrotadas a las fuerzas musulmanas restantes. Tambien este lugar es narrado en la novela de Los Hidalgos de Monforte, cuando un grupo de caballeros, se confabulan para atacar al Conde de Lemos.
Sin abandonar la pista dejamos el Concello de Portomarin y el Camino continúa ascendiendo hasta coronar la Sierra de Ligonde, que con sabiduría reparte entre las cuencas del Miño y del Ulla la abundante agua que cae en la zona. En lo alto, el peregrino podrá disfrutar de una sensacional panorámica. El Códice Calixtino indica que por esos montes «pululaban las prostitutas para engatusar a los romeros». Un generoso descenso lleva al peregrino a A Previsa, concello de Monterroso, y a Os Lameiros, uno de los puntos más destacados de la etapa. Os Lameiros cuenta con uno de los cruceiros más singulares, famosos y fotografiados de Galicia. Se emplaza bajo una arboleda, en las inmediaciones del pazo de San Marcos. Levantado en 1670 por Ares Conde y Ulloa, y su singularidad reside en su doble cara. Por un lado está representado Cristo crucificado. Por el otro, la Virgen de los Dolores. En la base, por un lado, una calavera y unos huesos; en el lado opuesto, una escalera, unas tenazas y unos clavos, símbolos del Descendimiento. El fuste, cubierto de líquenes, muestra su antigüedad e integración en el entorno, un paraje de praderías y robles. En este lugar se emplaza además una capilla románica dedicada a San Lázaro construida en el siglo XIV, posible indicio de la existencia de un hospital de peregrinos que también daría cobijo y tratamiento a enfermos contagiosos.
Llegamos a Ligonde, el núcleo más poblado de la etapa con 80 habitantes y que pertenece al Municipio de Monterroso en la comarca de Ulloa. Sus aires nobles aún se aprecian en el firme empedrado, y es que esta pequeña localidad, a través de la Casa Carneiro, ofreció alojamiento a monarcas de la talla de Carlos I y Felipe II. Se tiene constancia de su existencia hacia el siglo X entre itinerarios y guías de peregrinos. Algunos historiadores señalan que esta propiedad gozó desde el siglo XVI de derecho de asilo, es decir, que aquellos perseguidos por la justicia disfrutaban de inmunidad dentro de sus paredes. Otro de los factores que evidencian la importancia de Ligonde en el pasado es la constancia de que, además del hospital, contó con un cementerio de peregrinos. Una pequeña cruz en lo alto de un muro de piedra marca el punto exacto en el que se encontraba el camposanto de romeros.
Su hospital, hoy desaparecido, fue donado en el 956 por el conde Osorio a su esposa Teoduli Pepiz para redimir sus pecados. De este importante centro asistencial se conserva un libro de cuentas y consta que en el año 1811 se practicaron diligencias contra sus deudores, de lo que se desprende la posibilidad de que en esta fecha siguiera en activo. Se emplazaba en una finca situada enfrente de la moderna carretera que viene de Monterroso, hoy dedicada a pastizal. De la antigua iglesia románica de Santiago sólo se conserva la portada; el resto fue sustituido en el siglo XVIII, lo que le confirió una factura de estilo neoclásico. En Ligonde el peregrino puede hacer una parada para comprar queso artesanal y escuchar las vivencias de los vecinos de la localidad.
Desde este punto el Camino atraviesa por una de las mayores dificultades técnicas de la etapa, ya que se aparta de la carretera por un sendero a mano izquierda en forma de una empinada rampa. Para evitarlo, es posible continuar sobre el asfalto, que en unos metros vuelve a enlazar con la ruta. Se atraviesa un pequeño riachuelo y, por una pendiente, se entra en Airexe que presume de su conjunto histórico formado por un sarcófago semiantropoide medieval, la iglesia de Santiago, con restos románicos y sepulcro reformada totalmente en estilo neoclásico que conserva de su construcción románica un arco triunfal sobre el altar desde el que una imagen de Santiago Peregrino vigila expectante, un cruceiro y una casa rectoral. La historia de Airexe se entronca con la de la parroquia y el concejo del que forma parte, perdiéndose en el tiempo, pero los restos de su conjunto histórico hablan del Medievo. A las afueras del núcleo se encuentra la Fonte das Lamas Redondo.
Junto a la fuente nos encontramos un cruce de carreteras y cogemos el desvio de la izquierda y, tras un pequeño descenso que se vuelve a tornar en ascenso tras encontrarnos con un pequeño lavadero mermado por el azote del paso del tiempo, nos encontramos con una breve subida. para dirigirnos hacia la aldea de Portos ya en el Concello de Palas de Rei, donde el peregrino que lo desee tiene un albergue donde poder descansar. Para ello caminamos por el arcen paralelo a la carretera hasta llegar al cruce de la carretera LU-3301. Durante el camino hasta llegar a la aldea podemos disfrutar un momento del paisaje que nos brinda la comarca de Ulloa. Pasado la aldea de Portos a pocos metros nos encontraremos el desvío que nos encamina hacia Vilar de Donas y prosiguiendo la ruta, nos transporta a Lestedo, un pequeño núcleo rural en el que el antiguo hospital de peregrinos, convertido posteriormente en casa rectoral, es ahora una llamativa casa rural en la que el peregrino puede hospedarse disfrutando de todos los servicios y comodidades e incluso de una biblioteca.
Como hemos comentado anteriormente el peregrino que asi lo desee puede desviarse un momento de la ruta y coger la carretera que nos sale a la derecha del camino y que nos llevara una vez cruzada la N-547 a la aldea de Vilar de Donas, la cual si bien no discurre el camino por ella merece la pena conocerla para visitar una de las iglesias mas bonitas de la comarca como es la de San Salvador y la cercana Capilla de San Anton situada junto al cementerio.
El estilo románico en la iglesia se puede apreciar en su planta de cruz latina, su espectacular portada y su triple cabecera. Aunque se supone que su fundador fue Airas Peres, la leyenda atribuye la fundación a un grupo de señoras de la familia de Arias de Monterroso, que aparecen representadas en las capillas de la nave mayor. De ahí vendría el nombre de «donas».
El nombre de Vilar de Donas se debe a la historia de este templo religioso, ya que estuvo habitado por mojas en un principio. Fue fundado por dos mujeres de la familia de Arias de Monterroso, como hemos mencionado anteriormente y con el paso del tiempo pasó a pertenecer a la Orden de Santiago, orden religiosa que protegía a los peregrinos que se acercaban a Santiago de Compostela.
Sus orígenes datan del siglo XII y ya en ese mismo siglo, su fundador donó el monasterio a la orden de Santiago en el año 1148. La iglesia se construyó en el año 1224, según una inscripción en el dintel de la portada sur.
Su hermosa fachada se compone de una magnífica portada dividida por dos contrafuertes. Las arquivoltas se encuentran perfectamente decoradas con iconografía de la época románica. Adosada a la portada se construyó posteriormente el claustro del monasterio del que hoy solo quedan estos arcos adosados. En el interior de la iglesia se encuentran sepulcros donde se enterraron caballeros de Santiago en el siglo XII. De la iglesia de Vilar de Donas destacamos las pinturas góticas que decoran el altar mayor y su posible riesgo de desaparición si no se toman las medidas oportunas. En él se representa al arcángel San Gabriel y la Virgen María. En la bóveda se representa a Jesús entre los reyes de la época, Juan II de Castilla, María de Aragón y su hijo Enrique, futuro rey (Enrique IV). Estos frescos fueron creados para conmemorar el año santo jacobeo del 1434. Sus pinturas murales son raras en Galicia, donde pocas iglesias conservan decoraciones pictóricas tan antiguas, datan de los siglos XIV y XV. Se cree que pudieron haber participado al menos tres artistas. Otro personaje muy relevante en Galicia, Gonzalo Ozores de Ulloa, al terminar de levantar el Castillo de Pambre, invadió Vilar de Donas y dejó su marca en el monasterio, construyendo en piedra la figura del castillo y fijándola encima del baldaquino.
Aparte de ser un lugar de culto y enterramiento, se cree que la iglesia y su monasterio anexo actuaban como hospital para los peregrinos que seguían el Camino de Santiago . Este uso hospitalario es una característica común de muchos monasterios y conventos en el Camino, que ofrecían refugio y atención a los peregrinos en su viaje hacia Santiago. Es curioso que está apartado del camino a pesar de tener uso hospitalario, pero esto es debido a que como en sus orígenes era un monasterio de monjas, estas querían estar apartadas del habitual tránsito. El interior de la iglesia de Vilar de Donas es un magnífico museo compuesto de esculturas góticas y retablos de piedra de gran valor. Tras la Desamortización de Mendizábal en la cuarta década del siglo XIX, pasó, como en tantos otros casos, a servir de iglesia parroquial que es como sigue a día de hoy.
De vuelta de nuevo al camino nos dirigimos hacia la aldea de Lestedo donde a mano derecha vemos su rectoral, hoy reconvertida en casa rural y unos metros mas arriba la iglesia de Santiago de Lestedo. Su estructura tiene una sola nave y una cabecera pentagonal recta, con escasa ornamentación, espadaña con tres vanos de medio punto y dos campanas, tan sencilla como grande y que rompe las proporciones. La iglesia es fiel testimonio del arraigo de la Orden de Santiago en este territorio, una organización militar y religiosa cuyo objetivo inicial era proteger a los peregrinos. La iglesia o mas bien el cementerio en el que se encuentra, que deja parte de sus nichos hacia la carretera, esta cerrada al publico y junto a ella, en la explanada frente al atrio podemos ver un Crucero con grada y pedestal cuadrangular, en el que puede leerse “Misión de Lestedo, año 1860. Antes de llegar a la rectoral el viajero tambien puede ver junto a la calzada por donde transita uno de los muchos lavaderos que podemos encontrarnos durante las distintas etapas del camino. Aprincipios del siglo pasado los lavaderos públicos eran un lugar de encuentro de las mujeres de las aldeas. Esta construcción cambió igual que lo hizo el rural lucense. Los vecinos apenas se pasan ya por estos espacios pero su reclamo cada vez es mayor entre los peregrinos.
La construcción del lavaderos en las aldeas con más población a finales del siglo XIX brindó a los vecinos uno de los mayores puntos de socialización. Al encontrarse en los pueblos más grandes, todas las mujeres de la zona acudían al mismo lavadero para convertirlo en una tertulia. Además de compartir su día a día, la construcción sirvió para facilitar el lavado de la ropa a las mujeres, ya que no tenían que agacharse tanto como en los ríos. Además, estas construcciones singulares conservaron los materiales de la arquitectura tradicional de la provincia, hechos con piedra y tejados de pizarra.
El núcleo de Lestedo tiene su historia y es mencionado en 1496 en el itinerario de Von Harff, con el nombre de “Sent Jacob de la Stego”. Era priorato santiaguista de San Marcos de Leon, y perteneció al Monasterio de San Salvador de Vilar de Donas, que en una segunda etapa fue administrado por la Orden de los Caballeros de Santiago, mencionados anteriormente.
Tras detenernos a observar la iglesia de Lestedo, continuamos la etapa atravesando los lugares de Os Valos y A Mamurria hasta que llegamos al lugar de A Brea, punto en el que deberemos coger el sendero que continua en paralelo al margen izquierdo de la N-547. En este margen nos encontraremos con Avenostre y O Rosario, última aldea que atravesaremos en nuestra etapa de hoy antes de la llegada a Palas de Rei. O Rosario recibe su nombre de la tradición existente en los peregrinos de rezar frente al Monte Sacro para dar gracias a Dios por su compañía en el viaje sin incidencias hasta el momento y por la alegría de poder ver el final de la aventura cada vez más cerca. El fin de la jornada se acerca, al finalizar el firme enlosado de la aldea, una pista de gravilla conduce directamente y lo notamos cuando visualizamos el complejo Os Chacotes, donde los peregrinos se agolpan en las inmediaciones del albergue público existente en este lugar. Tras un rapido descenso llegamos a nuestro punto y final de la etapa como es la historica ciudad de Palas de Rei, la cual se encuentra envuelta en innumerables castros celtas, vestigios de su antiquisima existencia. Palas de Rei es el punto y seguido a nuestro camino de Santiago Frances.
La etapa de Portomarín a Palas de Rei permite a los peregrinos adentrarse en el paisaje auténtico y rural de Galicia. La ruta es hermosa y está llena de sorpresas. Desde los senderos bordeados de árboles hasta los campos abiertos donde puedes perderte en tus pensamientos, cada paso es una oportunidad para desconectar del mundo y conectar contigo mismo. Este tramo, de dificultad media, es ideal para sumergirse en frondosos bosques, aldeas pintorescas y suaves senderos ondulados que muestran la esencia gallega en todo su esplendor, aunque ha habido muchos tramos por senderos pegados a la carretera general y sobre pista asfaltada. Durante el trayecto, los caminantes se enfrentarán a alguna empinada cuesta, terrenos irregulares y un clima cambiante característico de la región, pero a su vez podra disfrutar de paisajes impresionantes y vivir experiencias únicas ademas de seguir conociendo la historia y el patrimonio de sus pueblos y aldeas.
Explorar Portomarín y Palas de Rei en el Camino de Santiago es sumergirse en la esencia y la magia de esta ruta milenaria, descubriendo lugares llenos de historia y tradición que no dejarán indiferente a nadie. En esta etapa entre Portomarín y Palas de Rei, los visitantes pueden disfrutar de la deliciosa gastronomía gallega, con platos tradicionales como pulpo á feira, lacón con grelos o empanada gallega. Además, la hospitalidad de sus habitantes hará que cualquier viajero se sienta como en casa durante su estancia en estas encantadoras localidades del Camino de Santiago.
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